Lejos (lejísimo) del paraíso.
Cuesta creer que el director que supo entregarnos una de las mejores trilogías de la década (y de la historia del cine) falle tanto con una película. No sólo errores (u horrores) para narrar la historia, sino también estéticos y morales. Desde mi cielo es un melodrama sobrepasado de CGI, tonto, pretencioso e insoportable. Salvado por algún atisbo de humanidad, producto del esfuerzo titánico de sus protagonistas.
Basada en la obra homónima de Alice Seabold (best-seller hace unos años), cuenta la historia de una chica de 14 años brutalmente violada y asesinada. Sin ser una obra maestra (y los errores que tiene, la película los acentúa), Seabold retrataba una familia que se fragmentaba y decaía ante una tragedia tan grande. La muerte de la pequeña Susie Salmon resquebrajaba a la familia. Era un drama fantástico (hablo del género, no es un elogio) ya que la chiquita, desde una especie de purgatorio, vigilaba a su familia. Y también a su asesino, el vecino, George Harvey. En ese lugar, sus deseos materiales se hacían realidad, pero sin embargo, la chiquita sufría el haber perdido el contacto humano. No importa que tuviera un edificio de dos pisos sólo para ella: la gran ausencia, su familia, era irrecuperable.
Muy poco de lo bueno de la novela llega en esta pobre adaptación. No sentimos el drama. La música (poco original, comparándola con sus trabajos anteriores) de Brian Eno, y los paisajes CGI no son suficientes para conmover. Se produce el error que se sentía en la trilogía de los anillos. En esas películas, nos costaba conectarnos emocionalmente con los personajes. Aquí también, y por el ritmo con el que se suceden las cosas, es practicamente imposible sentir algo. Parecen disparadores de situaciones (y alusiones) bobas y obvias (presten atención a la secuencia de la flor). Hay una chica muerta, pero a los minutos de película la vemos disfrutar en ese purgatorio CGI mientras un montaje nos muestra a su (¿desolado?) padre feliz, porque sabe que ella está en un lugar mejor (y no estoy citando las frases textuales, que comparan la muerte de esta chiquita con el encierro de un pingüino que "no está solo, está en su propio y perfecto mundo"). Mark Wahlberg tiene que hacer grandes esfuerzos para convencernos de la mitad de sus escenas, y mientras que en algunas lo consigue a medias, en otras falla (parece alguien demasiado perturbado cuando supuestamente está "asimiliando" la muerte).
Todo el contendio de "fantasmas" de la película tampoco ayuda. El "intermedio" en el que está Susie es un pastiche animado por computadora. No sé si se debe tanto al presupuesto o a las técnicas (¿de verdad este hombre dirigió Las dos torres?) sino más que nada a una elección estética. Que no deja de ser artificial y fea. Hay secuencias donde la protagonista intenta fundirse con el mundo de los vivos que, francamente, dan vergüenza ajena (¿de verdad este hombre dirigió Criaturas celestiales y Muertos de miedo?).
Podría nombrar, entre las malas elecciones estética el vestuarios de los protagonistas (o colores super brillosos en la fotografía y tantas otras cosas...). Parece que la película pide a gritos que se entienda como un drama de época setentoso. Y no lo digo sólo por la elección de Brian Eno para la música, sino también por los abundantes elementos "referentes" que hay en pantalla y hacen que todo parezca un circo (y no de los buenos). Desde los ruleros inmensos en la cabeza de Susan Sarandon hasta las cámaras Kodak con rollos.
Todo en esta película está subrayado y sobredimensionado. Desde la molesta voz en off que pone en palabras lo que está en imágenes, hasta los montajes paralelos que apenas tienen algo de coherencia.
La película de todos modos sirve para aprender de varios errores. El que se me ocurre ahora, es qué mostrar y cómo. Hay películas que muestra un asesinato y es sólo por morbo, está mal, claro. Otras, no lo hacen y resultan ofensivas (¿se acuerdan La caída?). Esta película no muestra el brutal asesinato de la chica, lo cual es un grave error. Porque lo que le sucede es una tragedia. Se tiene que ver, porque de otra manera, si lo que sigue es un montaje donde la vemos feliz (sin recuerdos del homicidio) corriendo y jugando por un mundo perfecto, hay algo que está mal. Muy mal. Pareciera como si no hubiese sido la gran cosa. Es más, como si su asesino le hubiese hecho un favor.
Hablando del asesino, Stanley Tucci es lo más rescatable del film (junto con Saoirse Ronan). Pero aunque Jackson se esmera en crear un personaje memorable, el asesino sigue siendo unidimensional. De todos modos, esas cosas me permiten seguir creyendo que esta película es una mancha ligera en la carrera de un gran cineasta.