Melodramón erótico con toques de comedia
Pampita Ardohain y Mónica Antonópulos son las protagonistas, pero la mejor es la madre, Andrea Frigerio.
Juan Sorini (torso desnudo trabajado) se encuentra con Pampita (pelo mojado, cubierta sólo por una toalla).
Él: -Estás empapada.
Ella: -Sí.
Escenas como ésta abundan en Desearás al hombre de tu hermana. También veremos a Pampita -poco promisorio debut actoral- tomando un vaso de leche (y el líquido le chorreará por la barbilla), a una serpiente pitón deslizándose por el cuerpo de Andrea Frigerio, a Pampita cabalgando en cámara lenta. Metáfora pura.
La historia -el título es la sinopsis: basta decir que Pampita es la deseante y Mónica Antonópulos, la hermana- transcurre en 1970, circunstancia que le permite a Diego Kaplan (en TV dirigió programas como Son o se hacen o Mosca & Smith; en cine, ¿Sabés nadar?, Igualita a mí y Dos más dos) adoptar una estética kitsch que homenajea al cine nacional clase B de aquella época, con acento en la música -Palito Ortega incluido-, pero también con movimientos de cámara como el zoom brusco.
Ese jugueteo visual se replica en el tono de la narración: éste es un melodramón erótico con toques de comedia. Una mezcla que sólo funciona de vez en cuando: por algo dicen que el sexo y el humor no se llevan bien. El problema es cuando las risas son producto del ridículo y, peor aún, cuando irrumpen en momentos inapropiados, como los sexuales.
Pero no es lo único que interfiere con el erotismo: otro obstáculo es la artificial pátina publicitaria -campo en el que se desempeña Kaplan- de la mayoría de las escenas “calientes”. Y, también, las medias tintas: la película -calificada para mayores de 18- rompe algunos tabúes, como mostrar penes o a una nena acabando, pero su osadía pasa más por lo verbal que por lo visual. Escuchamos decir “pito”, “orgasmo”, “vagina”, “verga”, pero es curioso: aquí la mayor parte de la gente tiene sexo vestida. Abandonen toda esperanza los que sueñen con desnudos de Pampita o Antonópulos (lo más fuerte ocurre en el pasado, con otras actrices). Vuelta de tuerca feminista: los cuerpos masculinos se ven más.
Lo mejor -en todo sentido- es Andrea Frigerio, que confirma, como esa madre borrachina, negadora y liberada, lo que ya había mostrado en El ciudadano ilustre: sabe actuar.