El presente largometraje del director Diego Kaplan, Desearás al hombre de tu hermana (2017), tiene su impronta descomunal, bizarra y entretenida que, cual varita mágica, convierte en única cada pieza que toca en su universo cinematográfico. Desearás mantiene la promiscuidad de la comedia dramática que dirigió en 2012, Dos más dos; nace como antítesis del mito que dio génesis a la trillada frase del título; impuesta por la sociedad patriarcal de los años ’70. En este sentido, es interesante cómo desde este espacio-tiempo donde coexistían en Argentina dos mundos paralelos atravesados por el poder simbólico machista reinante social que dividía las aguas por un lado en mujeres sometidas, frívolas y superficiales que estaban al servicio de ellos, producto de la política oscura reinante y avasallante del golpe de Estado de 1976 que depuso a la Presidenta de la Nación María Estela Martínez de Perón.
En esta ocasión, Kaplan se une a la escritora Erika Halvorsen (autora de novela homónima El hilo rojo) para abordar desde una pluma femenina y sensible una historia transgresora de empoderamiento femenino, anclada al deseo de explorar una libertad sin límites donde puedan convertirse en hechos los deseos del subconsciente. Así vemos cómo el guión se empapa de erotismo, sexo explícito, deseos prohibidos por tabúes épicos; infidelidades; rivalidades; obsesión anclados a una parodia extrema de los mandamientos del Starsystem.
El guión gira en función a interpelar al espectador, generando una reacción y despertar social. Semióticamente denota, tanto desde el título, stanley, trailer y escena del primer minuto una denuncia social bajo el leitmotiv de libertinaje sexual de un triángulo invencible familiar compuesto por una madre superficial Carmen (Andrea Frigerio) que perdió el norte tras quedar viuda; y asumió las riendas de la casa subrayada bien arriba entre el éxtasis de pastillas y alcohol, sin entender la bajada emocional de la infancia de sus hijas Ofelia (Carolina ‘Pampita’ Ardohain) y Lucía (Mónica Antonópulos). A grandes rasgos, el eje de la trama pivotea con la competencia entre éstas por ganar el cariño maternal durante su adolescencia y el devenir de una adultez consecuente de la carencia paternal. En este sentido, el guión tiene un enorme anclaje a la psicología: Todo gira en función al rol crucial de Carmen y su carencia sexual que complementa, atípicamente, durmiendo diariamente enroscada en una serpiente porque esa piel le recuerda al marido. El espíritu de la narración es laissez faire; les impone el frenesí y libertinaje a través del uso de las pastillas anticonceptivas bajo el nombre “píldoras de la felicidad”.
Este modo de ser, transgresor en aquella época, invoca necesariamente el vigente deseo y despertar femenino a temprana edad para vivir ese sentir a través del sentir de ellas. A modo cassette, el hit es la sexualidad. El lado A lo representa Ofelia desde el erotismo y Lucía, en contraposición, el arco dramático del miedo y lo sensible; rasgos propios de una hermana mayor que, inconscientemente, mutiló su sexualidad a la sombra del deseo de su hermana y creo un plan maquiavélico de etiquetas y personajes donde se convirtió en una cantante famosa que encontró en esta profesión su forma de expresar emociones. Entretanto, Kaplan desde esta personalidad enfatiza el tiempo que pierde el ser humano en mirar lo que hace el otro mientras la vida pasa y uno entrega su amor, poder, tiempo y talento en mayúscula a merced de un hombre equivocado; que la domina por completo. Sin embargo, su inconsciente y enamoramiento la llevan que a fin de cuentas este sea únicamente un objeto a partir del cual ella se pone a prueba constantemente para reconfirmar su lugar. En esta entrega de poder, se momifica al hombre y empodera a la mujer.
Párrafo aparte para la artística que establece un híbrido de flashbacks, elipsis y cameos entre bruma para retratar el clima de cine erótico de los años ’70 envuelto en una mirada freak y neurótica audiovisual anclada más al stand-up que al drama mediante diálogos y secuencias pregunta-respuesta trilladas, como por ejemplo: “los dos supimos lo que iba a pasar ¿A qué viniste? A darle el gusto a mamá; ¡Dame un beso! ¿Por qué?”; etcétera. Desearás al hombre de tu hermana es una obra atípica que se bifurca. Por un lado, tiene impronta de película de culto que denuncia e ironiza ciertas reglas del cine que conciben al cuerpo de manera agresiva y vulgar si se muestra una teta desde el plano detalle con o sin pezón.
A las claras Kaplan denuncia cómo en pleno Siglo XXI mientras se proclama la bandera de libertad este formalismo sigue intacto, funcional al sistema patriarcal, y abre el debate a lo funcional de la estética en contraposición a la mujer como objeto. Por otro, intercambia las capas de sentido: amalgamó las tres figuras femeninas en pos de ponerle punto final a la competencia femenina industrial, arcaica y patriarcal. En hora buena las mujeres de esta década se unen, en una hermandad cuya simbiosis destierra de este siglo el mito de la disputa del hombre como premio. Acá son ellos los que prácticamente se pasean desnudos el 100% del largometraje. Y como frutilla del postre la presencia de Pampita le da un corte comercial. En este sentido, su audacia se asemeja a producciones de directores como Quentin Tarantino, Pedro Almodóvar y Federico Fellini; dejando el juicio de valor a criterio del espectador.