Empate Inglaterra-Brasil
Una película dirigida por el inglés Stephen Daldry y producida por el brasileño Fernando Meirelles resulta en una mezcla peculiar y atractiva.
“Desechos y esperanza” es el subtítulo inútil que le pusieron acá a la mucho más concreta Trash (Basura), la quinta película del inglés Stephen Daldry. El director de Billy Elliot y la más reciente Tan fuerte y tan cerca continúa con lo que mejor sabe: contar historias protagonizadas por chicos, con sensibilidad y humor, sin caer casi en ningún momento en la demagogia.
Pero Trash tiene una novedad que la transforma, si no en mejor que las otras, en una película más singular, una especie de experimento no en cuanto al lenguaje cinematográfico (nada más lejos: la película es amable con el público, tal vez demasiado) sino en cuanto a la mezcla de países y al modo de producción.
La película transcurre en Río de Janeiro y está hablada casi por completo en portugués, está protagonizada por tres chicos brasileños debutantes (Rickson Tevez, Eduardo Luis y Gabriel Weinstein, los tres extraordinarios) y casi todo el equipo técnico es de Brasil: desde el DF Adrian Goldman pasando por todo el departamento de arte, hasta un hombre clave de la cinematografía brasileña, el productor Fernando Meirelles (para los distraídos: es el director de Ciudad de Dios). Pero hay dos personas clave que acompañan a Daldry y no son brasileños: se trata del montajista norteamericano Elliot Graham y del extraordinario guionista inglés Richard Curtis (¿les suena Realmente amor?).
Paso lista a esta mezcla de nacionalidades porque la peculiaridad de la película pasa por ahí. En el ambiente de las favelas y los basurales de Río se puede ver al productor Meirelles, en esos personajes desangelados y humillados, pero la historia de Richard Curtis no tiene nada que ver: es una especie de thriller de espionaje, una película de aventuras y acción con un clásico MacGuffin (una billetera al principio) y personajes bien clásicos del cine policial. Y la mano de Daldry que le da a los chicos una levedad bienvenida y un optimismo que por el tono general resulta mucho más justificado que el de Ciudad de Dios o el de la horrorosa Slumdog Millionaire (con la que tiene algunas similitudes superficiales, que Dios me perdone). Y el montaje de Graham evita los truquitos de Ciudad de Dios y sin ser sencillo ni pasar del todo desapercibido, está en función de la historia y es hasta hitchcockiano.
El resultado de este cóctel es asombroso, una película que parece codirigida por Pablo Trapero y Damián Szifrón. Raphael (Tevez), Gardo (Luis) y Rato (Weinstein) son tres chicos que viven en una favela y trabajan en un basural. Ahí encuentran una billetera con un poco de dinero, un documento y una llave. Unos policías corruptos están buscando esa billetera y saben que fue a parar a ese basural. Los primeros minutos de película son extraordinarios: dosificación de la información, montaje paralelo, persecuciones y un gran laburo de ambientación que si bien por momentos puede parecer demasiado “perfecto”, termina funcionando porque pronto nos damos cuenta de que esto es un policial más parecido a Hollywood que a una película inglesa o brasileña y así el artificio es bienvenido.
La presencia de los únicos dos personajes de habla inglesa le aportan a la película un matiz disparatado y casi clase B: Rooney Mara y Martin Sheen. Ella es una maestra que les enseña inglés a los chicos y él es un cura borracho que empieza cínico y se va ablandando con el correr de la historia. Los dos hablan gran parte de la película en portugués.
Trash es una película curiosa, prolija y frenética, entretenida y tal vez un poco tonta, pero cuya ligereza disculpa los defectos que uno le pueda achacar.