Billetera mata infancia
Stephen Daldry (Billy Elliot, The Reader (El lector)) es uno de los grandes adaptadores a la pantalla de best sellers, que terminan convirtiéndose en épicas historias inspiradoras y generadoras de debate por su fuerte contenido social, todo lo que traspone en sus películas.
En Trash, Desechos y Esperanza (Trash, 2014) el experimento de trasladar al cine la novela de Andy Mulligan nuevamente le sale bien, con esta historia de corrupción política, económica y social que se dispara cuando un niño, llamado Rafa (Rickson Tevez), encuentra en el basurero en el que “trabaja” la billetera del asistente José Angelo (Wagner Moura) de un importante político, Antonio Santos (Stepan Nercessian).
Dentro de la billetera hay algunas claves que llevan al niño a involucrar a conocidos –e involucrarse él mismo- dentro de una compleja serie de sucesos, que desencadenarán una búsqueda frenética de verdad y justicia, con la finalidad de desenmascarar a Santos como el inescrupuloso y enviciado político que es. Pero Rafa no tendrá que desandar mucho camino, ya que la corrupta policía y una serie de matones de Santos se encargarán de perseguirlos, acosarlos, extorsionarlos, vejarlos y lastimarlos, con el claro objetivo de mantener velada la verdad. Rafa no estará solo, además de Gardo (Eduardo Luis) y Rata (Gabriel Weinstein), lo acompañarán Olivia (Rooney Mara), una profesora de inglés que trabaja con niños carenciados en la favela, y un cura (Martin Sheen) que aprovecha la prédica bíblica para asistir y ayudar a los más desvalidos.
Stephen Daldry va tejiendo la compleja trama policial sobre la que el hallazgo inicial va sembrando las premisas de una denuncia que debe salir a la superficie. Narrada de manera dinámica y visualmente cercana a Ciudad de Dios (Ciudade de Deus, 2002) o Estación Central (1998), el principal aporte de Daldry a este fresco del Brasil actual, es su extrañamiento ante algunos fenómenos (el basurero, la favela, el hacinamiento, etc.) y su mirada honesta la que realza la propuesta de la película.
El director se aleja del documental anecdótico y contemplativo sobre la pobreza, para generar una reflexión mucho más profunda sobre la pérdida de la inocencia en los niños, las exigencias del entorno social, y la imposibilidad de escaparse del contexto.