Un síntoma de estos -malos- tiempos
Las películas son un reflejo de la realidad y de las preocupaciones sociales, morales y políticas de los tiempos en las que se desarrollan. No es sorpresa que en la época Trump, muy abocada al sector más conservador de la sociedad estadounidense, con problemas raciales, violencia policial y la promoción de la tenencia de armas llegue a las salas Deseo de matar (2018) de Eli Roth (El lado peligroso del deseo) con Bruce Willis como protagonista principal de la remake de El Vengador Anónimo (1974).
En Deseo de matar, Paul Kersey (Bruce Willis) es un cirujano que busca venganza luego de que su familia fuera atacada por unos asaltantes en su casa. Debido a la inacción de la policía para resolver el caso y dar con los maleantes, Kersey decide hacer justicia por mano propia transformándose en un vigilante que no parará hasta dar con los delincuentes mientras enfrenta a otros criminales y problemas que acechan las calles de Nueva York.
Deseo de matar es una película que busca su justificación moral y ética desde el dolor, la venganza y la tragedia, -como vimos en grandes películas como John Wick– aunque su dirección está mal enfocada. Ni en su guión ni en la narrativa se logra desarrollar en consistencia esta tendencia, dejando sobre la mesa la defensa de los valores más característicos de la sociedad conservadora norteamericana.
En épocas de conflicto y debate sobre gatillo fácil y la problemática por la justicia por mano propia, Deseo de matar se atribuye como faro para defender esta temática en una película irrisoria, ofensiva y hasta delirante, dejando en claro la toma de posición en poner la duda de si es el protagonista es un asesino o un “ángel guardián”. Esto resultó una ideología funcional tal vez al momento en que se estrenó la película original en 1974 con Charles Bronson, con un contexto distinto en cuanto a debates sociales y la defensa de los derechos humanos.
Deseo de matar cumple con sus escenas de acción, suspenso y el manejo del clima por parte de su director en momentos claves de la película, sin embargo esto no llega a conformar ya que hay ciertos momentos cliché en especial hacia el desenlace.
Bruce Willis continúa sin poder dar con un papel que lo revindique como actor, luego de películas de baja calidad como Secuestro en Venice (2017) y El gran golpe (2016). Deseo de matar funciona como un melodrama de un héroe que busca la justificación para darle valor a lo que hace, una adulación a Willis que sobrepasa los límites aceptables y es menos tolerante en una película con tan bajo sostén argumentativo.