Deseo de remake
Es desafortunado que una película que glorifique la libre venta de armas en los Estados Unidos se estrene en una época en la que ya van más de treinta tiroteos en lo que va del año y el presidente prefiere armar a los docentes que moderar el comercio de rifles semiautomáticos. Para muchos Deseo de matar (Death Wish, 2018) enseña la peor lección en el peor momento, aunque en verdad lo único que la película demuestra es que la estrella de Duro de matar (Die Hard, 1988), Tiempos violentos (Pulp Fiction, 1994) y La ciudad del pecado (Sin City, 2005) todavía sabe sostener una pistola y recitar one-liners para el entretenimiento de todos nosotros.
El film es un remake de El vengador anónimo (Death Wish, 1974), en la que Charles Bronson sale a hacer justicia por mano propia tras el asesinato de su esposa y la violación de su hija. Bruce Willis es más creíble como doctor que Bronson como arquitecto, pero la transformación de Paul Kersey de un ciudadano obediente a un vigilante justiciero es mucho más creíble en manos de Bronson, cuya estrategia era ofrecerse como carnada a criminales y no lanzarse como si fuera un superhéroe invencible.
Dirigida por Eli Roth, en principio la remake se toma las cosas más o menos en serio. La invasión del hogar se filma como si se tratara de una película de terror pero hay una curiosa falta de morbo de parte del director de Hostel (2005), y la reacción acongojada de Willis es de lo más verosímil que ha interpretado el actor en años. Pero pronto el Dr. Kersey va de compras a una tienda de armas, es asesorado por una rubia tetona sobre sus derechos constitucionales (“Nadie reprueba el examen,” le dice guiñándole el ojo) y sale a cazar ladrones al compás de “Back in Black” de AC/DC. De ahí sólo se pone más ridículo, en el mejor de los sentidos.
La contribución moderna es sumar el factor de las redes sociales en lo que es esencialmente la misma historia. El intento de filosofar sobre la existencia del “Ángel de la Muerte” (el apodo que internet le da al misterioso vigilante) queda en manos de personalidades de Youtube que no hacen más que correr en círculos sobre si está bien o está mal. Estos segmentos solamente existen para crear una ilusión de profundidad que la película no necesita realmente.
Pasado el trauma inicial las cosas son quizás demasiado fáciles para Kersey, que aparentemente aprende todo lo que sabe sobre armas luego de un par de noches de tirarle al mismo cartel y con eso basta. Ocasionalmente es ayudado por un video instructivo de Youtube, o una bola de boliche convenientemente balanceada sobre la cabeza de un maleante. Hay un par de policías tras la pista del “Ángel de la Muerte” (Dean Norris y Kimberly Elise) cuya función es más cómica que otra cosa. Es más de lo que el guión le da para hacer a Vincent D'Onofrio como el hermano de Paul, que parece estar reservándose algún giro importante y al final no hace nada.
Deseo de matar es una fantasía tan tonta que resulta imposible dejarse ofender o tomársela muy en serio, sobre todo al margen de los elementos cómicos que la película va introduciendo y la saña con la que Roth filma los momentos más dolorosos. El director que se inició con “tortura porno” ahora pasó a “venganza porno”. Algo es algo.