El australiano Philip Noyce cimentó una respetable carrera en Hollywood, como parte de la profusa camada de autores cinematográficos (junto a talento de la talla de George Miller, Bruce Beresford y Peter Weir). que, provenientes de Oceanía, se asentaran en la meca del cine. Un artesano del suspenso, responsable de títulos como “Terror a Bordo” (1989), “Juego de Patriotas” (1992), “Sliver” (1993) y “El Americano” (2002), que, sin embargo, no ha logrado sostener su trayectoria del modo más perdurable, de un tiempo a esta parte. En “Desesperada” se maquilla la intención que ostenta preocupación social, acerca de un mal endémico que sufre Estados Unidos: la existencia de francotiradores, asesinos ocultos en la masa colectiva dispuestos a sembrar el pánico alrededor. El cine ha producido productos notables al respecto, como “Targets” (1968), de Peter Bogdanovich. En “Desesperada” todo luce fríamente calculado en el peor de los sentidos; Noyce perdió el pulso definitivamente. Las redes y la telefonía celular se convierten en un artificio narrativo que, a poco de comenzado el metraje, agotan rápidamente sus recursos. El camino laberíntico que nos presenta el frondoso bosque deja de convertirse en un acertijo en busca de una vía de escape para cobrar forma de auténtico tedio. La monotonía arrasa con las buenas intenciones de la siempre eficiente Naomi Watts, luciendo aquí como vulnerable madre y eficiente runner. El ritmo trepidante que se imprime no logar generar interés alguno, para este thriller escenificado casi en tiempo real. El miedo de una mujer que procesa traumas de su frágil entorno afectivo, llena la casilla de todo lugar común previsible. Mientras su ánimo se crispa, la esperanza jamás se desvanece. La lucha a contrarreloj se vuelve irritante. Watts ensaya una mueca trágica, pero el desenlace es francamente ridículo.