Bastan un celular, un dron, una actriz en buen estado físico, con oficio dramático, y una locación visualmente atractiva para hacer una película de suspenso. Que tales condiciones den como resultado una película magnífica es otra cuestión y depende del talento de quienes conciben un relato. Es indesmentible que la cualidad del suspenso ha sido laboriosamente labrada en Desesperada, no así las condiciones dramáticas que pretenden espiritualizar los 84 minutos del relato. El fondo dramático de la película del veterano Phillip Noyce es tan pueril como la visualización de autoayuda con la que comienza la película, un banal dechado de imágenes trascendentales que no es un buen augurio.