Deshora

Crítica de Blanca María Monzón - Leedor.com

Con una excelente fotografía de Lucio Bonelli y muy buenas actuaciones de sus tres protagonistas se estrena el primer largo Bárbara Sarasola-Day.

Una pareja sin hijos que vive en una finca tabacalera del noroeste argentino recibe de pronto a un primo de ella llamado Joaquín, un colombiano que acaba de salir después de casi un año de una clínica de rehabilitación por drogas. Desde el comienzo de su llegada el clima comienza a tornarse denso, y poco a poco se instala una tensión que da lugar a un triángulo amoroso. Así el visitante comienza acompañando a los dueños de casa en las actividades cotidianas, a la vez que va despertando en ellos deseos que parecían no existir, sacudiendo de pronto su monotonía.

Una estética andrógina ( Alejandro Buitrago) contribuye a la construcción de un film narrado con rigor, donde el visitante no es cuestionado, sino en todo caso disputado.

Joaquín es ese otro que irrumpe, pero ese “ser el otro” no se debe a su condición de visitante, sino a como éste es visto y a cómo, (Elena y Ernesto) son mirados por él. Y a la consecuencia inmediata de cómo estos reviven o renacen física y sexualmente.

El otro es pensado como un significante vacío a ser completado. Esto da lugar a un reposicionamiento subjetivo, en el cual se produce un rearmado de los fantasmas, imprescindible para la reconstrucción de dichos sujetos. Sabemos que el deseo es siempre el deseo del otro, es decir, que el sujeto quiere ser objeto del deseo del otro, y a la vez objeto de su reconocimiento. Y que ese reconocimiento es de orden particular, privado y no necesariamente ético. Para desear es necesario encontrar algo que reanime la satisfacción…una memoria en acto ligada a una necesidad.

Helena y Ernesto mantienen una relación ligada a la reproducción de la especie. Ambos se sienten desmotivados, sin deseo, con una pérdida del goce natural de la vida. La aparición de este visitante Pasoliniano, que emula en parte al visitante inesperado de Teorema viene a despertar esa memoria, generando en este caso un triángulo amoroso.

El contexto ligado a la violencia que implica la metáfora de la riña de gallos con sus pulsiones de muerte es uno de los condimentos necesarios para acentuar el desarrollo de ese clima, donde el contacto con el agua es un remanso, ( aunque hay competencia entre Ernesto y Joaquín) cómo una especie de retorno al estado en gestación, estado próximo a la demanda que acompaña al deseo

Con una excelente fotografía de Lucio Bonelli y muy buenas actuaciones de sus tres protagonistas se estrena con su primer largo Bárbara Sarasola-Day, quien logra además un clima, que por ser ópera prima nos retrotrae inexorablemente a La Ciénaga de Lucrecia Martel, no sólo por su contexto, sino por esa violencia propia del paisaje, la caza, las armas, las adicciones, esa relación con las empleadas domésticas, y esa tensión propia de la reinvención de la subjetividad a partir de la recuperación del deseo. Muy buen comienzo!