La deconstrucción del macho en una Brasil homófobica La nueva película del realizador brasileño Aly Muritiba, estrenada en la 18 edición de las Giornate degli Autori de la Mostra de Venecia, trabaja sobre la deconstrucción masculina en una Brasil violenta y patriarcal donde la homofobia se manifiesta en todos los extractos sociales. Daniel (Antonio Saboia), cerrado e introspectivo, con un padre ex militar, ahora senil, es un policía separado de la fuerza por abuso de autoridad que podría quedar detenido luego de que su caso se convirtió en un escándalo mediático. A través de una app conoce a Sara, a la que nunca ha visto en persona, de la que desconoce todo y que vive en la otra punta del país. Una relación platónica que parece ser lo único que lo motiva a seguir en movimiento e ir más allá del halo de misterio que envuelve a esa figura. Desierto particular (Deserto particular, 2021) se divide en dos partes: una urbana y otra rural. Durante la primera mitad, ambientada en la ciudad, observamos a Daniel en su triste derrotero diario, mientras trabaja como seguridad privada en una discoteca o discute con su hermana porque tiene una relación con otra mujer. La única que logra sacarlo de la monotonía de sus días grises es Sara, pero cuando luego de enviarle una foto de él desnudo le pide una de ella en las mismas condiciones esta deja de escribirle. Pasan los días y, ante la ausencia de respuestas, Daniel se sube a su camioneta y parte rumbo al norte brasileño. Solo tiene el nombre de un pueblo y una foto del perfil de WhatsApp. Muritiba construye en esta primera parte un acertado perfil psicológico del personaje a través de sus acciones, pero también de aquellos silencios que lo definen, de lo que no se dice ni se ve. Una atmósfera claustrofóbica, agobiante, donde la densidad del aire traspasa la pantalla. El manejo de la información y como esta se manifiesta es uno de los grandes pilares de una historia simple, pero de personajes complejos, donde el director carga de suspense un entramado narrativo tan intrigante como misterioso. La segunda parte es una road movie que desemboca en el Brasil rural, lejos de la urbe y el cemento, donde el personaje inicia la búsqueda de Sara, pero también su propia búsqueda. Al llegar no solo descubrirá la verdad sobre quien es ella, sino también sobre quien es él y hasta donde está dispuesto a llegar. La certeza ahora es duda y frente a la duda la reacción más cómoda es la violencia. Pero también existe otra opción: la deconstrucción. Daniel deberá elegir qué y quien quiere ser y hasta donde está dispuesto a ceder para ser feliz.
Los riesgos de enamorarse a distancia La gran precisión del film en todos sus aspectos revela la mano de un realizador experimentado. El relato es estrictamente material, Muritiba filma sólo acciones y cuerpos. Las cosas no van bien para Daniel. En la escuela de policía no tuvo mejor idea que pegarle a un cadete, lo cual le dejó una mano rota y una suspensión. En su casa se siente solo, y su otra actividad es atender a su padre anciano, que está gagá. Todo lo que tiene son los mensajes de Whatsapp de una chica llamada Sara, que vive a tres mil kilómetros de distancia, en el extremo norte de Brasil. “Te necesito”, escribe Daniel. “Muero por verte”, le responde Sara. Después de un trabajito como patovica cuidando la puerta de una disco, el robusto Daniel se decide y se sube a su camioneta, dispuesto a cubrir la distancia que separa el estado de Curitiba del de Bahía. Llegará tras varios días de viaje y varias paradas, sólo para descubrir que Sara no era la que el creía. Riesgos de conocer a alguien en las redes, y de enamorarse a distancia. Programada en la paralela “Giornate degli Autori” del Festival de Venecia, donde ganó el Premio del Público, la película de Aly Muritiba --cineasta hasta ahora desconocido en Argentina, pero de quien ésta es la segunda participación en Venecia, además de haber presentado películas previas en los festivales de Sundance, San Sebastián y la Semana de la Crítica en Cannes-- sigue a Daniel (Antonio Saboia) tan implacablemente que no hay plano en el que él no esté. Al menos hasta conocer a Sara en el pequeño pueblito de Sobradinho, donde aunque todos se conocen nadie la identifica por la foto que Daniel lleva consigo. A partir del momento en que su amor soñado aparece, a contraluz en una disco, ella le disputa los planos y el protagonismo, ya que allí el film disocia su punto de vista, que hasta entonces había sido estrictamente de Daniel, en el de él y el de ella. La gran precisión de Desierto particular (el título no alude solo al sertão próximo) en todos los aspectos revela la mano de un realizador experimentado. El relato es estrictamente material, Muritiba filma sólo acciones y cuerpos. El ancho torso de Daniel y la estrecha espalda de Sara, en una única escena en la que se quita su vestido y se va, ofendida por el rechazo del hombre del que se enamoró a la distancia. En Bahía hay 46° de sensación térmica, y la transpiración del torso del instructor de policía, cuando se saca de encima la ropa demasiado abrigada que trae para ese clima, es una protagonista más. Transpiración no solo física, ya que después de conocer a Sara Daniel se debate entre el rechazo y la atracción. Los cuerpos son importantes aquí: el cuerpo de agente del orden de Daniel, el de agente del desorden de Sara. El personaje de Sara, que por más que se atreva a la transgresión la sufre, no responde al estereotipo de mujer empoderada, que se lleva el mundo por delante. “¿No estamos todos enfermos?”, pregunta retóricamente al pastor que la quiere “curar”, y a quien su preocupada abuela lo envió. Los dos amantes por wa no podrían ser más opuestos. Daniel es una apuesta mole granítica, que parece no conocer la sonrisa ni la alegría. Sara está rota, dividida entre su quehacer diurno de carga y descarga en el puerto y la nocturna, cuando intenta ser quien ha elegido ser. Daniel no tiene amigos; Sara uno solo, el peluquero al que le dice “marica”. La cámara sigue con tanta obstinación a Daniel que en ciertos planos parece acosarlo, pegada a su rostro. Muritiba filma sobre todo en planos fijos, frecuentemente medios o americanos, lo cual le permite registrar los rostros de los protagonistas, pero también su cuerpo y el ambiente en el que están insertos. El relato es firme pero no rígido, y sostenido pero sin golpes bajos. La iluminación se luce tanto con luz natural como con el neón de las disco, y las actuaciones son esenciales. Sobre todo la del/la extraordinarie Pedro Fasanaro. Una presencia frágil, sensible y quebradiza, generadora de una enorme empatía.
Aly Muritiba logra captar la atención del espectador con el relato de un policía que ha caído en desgracia obsesionado con una mujer mientras debe lidiar con viejas estructuras machistas y homofóbicas en el Brasil más profundo.
Atención con esta película, hay que verla. Su director, Aly Muritiba y coguionista con Henrique dos Santos, ha decidió según sus declaraciones reflexionar sobre el afecto masculino, “como amamos los hombres y como expresamos esos sentimientos en una sociedad patriarcal y conservadora en su esencia”. Y lo hace con una profundidad conmovedora. Sigue a su protagonista primero presentado como un hombre muy dedicado a su padre, disminuido físicamente. Se demora especialmente en esa relación y luego se develara que hablamos de una familia de policías. Especialmente de un policía que castigo duramente a un recluta hasta dejarlo en estado de coma, y como no pudo evitar la difusión de un video brutal, debe enfrentar un juicio. De una conversación casual con su hermana nos enteramos de su homofobia. Ese hombre cercado por sus conflictos decide huir, atravesar todo el país en busca de la persona con la que mantiene una relación de amor virtual, que ha dejado de escribirle. De esa búsqueda, de ese encuentro inesperado, surgirá quizás la posibilidad de la redención. El resultado de permitirse la intensidad, la ternura, la conmovedora comunión de deseos y soledades. Grandes actuaciones en un film profundo, muy bien realizado, con climas logrados y sutiles pinceladas que abarcan a la sociedad toda. Lo mejor de la semana.
En dos momentos clave de Desierto particular suena “Eclipse total de corazón”, de Bonnie Tyler, y aquello de “cada tanto me derrumbo y ahora te necesito más que nunca”. Así se siente Daniel (Antonio Saboia) por Sara, una mujer a la que no conoce personalmente, pero de la que está genuinamente enamorado. Ella a la vez es un cable a tierra en el peor momento de su vida: la fuerza policial -a la que pertenece- lo tiene suspendido y bajo investigación por un caso de brutalidad, tema que lo preocupa a la par que la deteriorada salud mental de su padre, que además vive con él. Ante la falta de respuesta a sus mensajes, Daniel decide cruzar el país para dar con Sara y averiguar a qué se debe el silencio. El descubrimiento luego de ese primer encuentro será para ambos mucho más profundo y movilizante. La película del brasileño Aly Muritiba es una poderosa historia de amor, que en su interior se concentra en derrumbar pilares de machismo, mandato familiar y homofobia. El camino del protagonista es de deconstrucción de su propio ser, a la vez que de libertad con lo que verdaderamente siente. Asimismo, las contradicciones emocionales y la construcción de un nuevo paradigma personal afectan también a Sara, quien tiene que lidiar con su entorno, también poblado de prejuicios. De a ratos angustiante, pero con un desenlace conmovedor, la trama de Desierto particular no se centra en etiquetas, sino que acierta en subrayar la búsqueda de la felicidad. Como toda buena película de amor.
Desierto Particular está marcada por la intriga que genera saber cuando se dará el encuentro entre ambos y como será la reacción de Daniel cuando descubra la verdad sobre Sara. En el epílogo, el rechazo inicial dará paso a la reflexión y la deconstrucción de Daniel, lo que desembocará en un final emotivo, sensual y apasionado, endulcorado por la dulce voz de Bonnie Tyler cantando Total Eclipse of the Heart.
En búsqueda de la libertad. Daniel Moreira (Antonio Saboia) es un policía de licencia por uso de violencia extrema en el entrenamiento a un cadete, que lidia con un sentimiento de agobio y frustración, el cual sólo se alivia cuando conversa con Sara, a quien conoció de manera virtual y debido a la lejana distancia que los separa, jamás se han visto personalmente. Además de esto, Daniel lucha con la impotencia de ver a su padre, un oficial de alto rango ya retirado, luchando contra el Alzheimer y las consecuencias de notarlo desgastado día a día y tener que ocuparse de él. Sin dudas, su padre es su modelo a seguir, él tiene una idolatría hacia esa figura paterna, pero lo sofoca el deterioro en que su padre se encuentra. La historia se divide en dos tramos: la presentación de los personajes, principalmente Daniel, su padre, su hermana y la misteriosa Sara. La segunda parte de la historia se da cuando, abruptamente, el protagonista decide emprender un viaje, sin avisar a nadie para encontrar a su enamorada. Pero más bien es una huida de sus propios problemas, tanto con su trabajo, como su vida cotidiana que ya se han convertido en un gran pesar. Luego de un largo viaje de más de tres mil kilómetros, ese mundo idílico que esperaba Daniel no va a ser tal, y esa magia que tenían con Sara tampoco se reflejará como ambos esperaban. Será más bien un viaje hacía la introspección y la búsqueda de dejar salir a flote los sentimientos, dejar de lado prejuicios entre ellos y ver que pesa más para cada quien. Desierto particular, es una producción brasileña dirigida y guionada por Aly Muritiba, que plantea mucho más que un contexto de enamoramiento en un país tan homofóbico como Brasil. El verdadero punto de quiebre es la identidad, tanto de Daniel como de Sara, quienes viven dos vidas completamente insatisfactorias y su máximo deseo es abandonar el lugar que habitan. Necesitan dejarse ser, dejar florecer a la persona que tienen dentro, Sara, principalmente, cuyo alias oculta a un chico gay de nombre Robson, que tiene que trasvestirse para enmascarar su homosexualidad de la comunidad en la que habita, ya que esta jamás lo aceptará tal como es. Y Daniel, porque más allá de haberse enamorado de un hombre, se enamoró de una ideal, pero ese ideal va más allá del género de la persona, sino de la profunda necesidad de romper con la estructura del legado familiar, de cargar, aunque sea por unos días, de tener que cuidar al padre y correrse de sus frustraciones. Sin dudas es una buena película para plantearse qué es lo que a uno lo hace feliz en la vida, más allá de una persona, de un género o de una profesión. Ayuda a romper lo impuesto por las estructuras, la iglesia, el patriarcado y la educación familiar. Si bien la historia por momentos se vuelve chiclosa y un poco larga, la moraleja y el desenvolvimiento del tramo final valen las dos horas frente a la pantalla.
Desierto Privado es romántica por naturaleza, dramática por el tono y social por los ambientes que recorre. El director Aly Muritiba muestra un Brasil popular saturado de prejuicios para colocar en el centro del relato a dos cuerpos que se buscan y rechazan en un juego lleno de histeria, dudas y apariencias. Una película que trabaja la relación entre la masculinidad y la homosexualidad en el encuentro de dos vidas atrapadas en entornos distintos pero igualmente represivos, ligados por un hilo invisible a las pulsiones ideológicas del patriarcado.
HACIA LA LIBERACIÓN PERSONAL Antonio Saboia interpreta a Daniel, un policía brasilero que se encuentra suspendido por un presunto caso de agresión contra un aprendiz. Este inconveniente laboral, sumado a la progresiva enfermedad de su padre, son motivo suficiente para que Daniel decida viajar hacia la otra punta del país en busca de Sara, una mujer a la que conoció por internet pero que nunca ha visto personalmente. La decisión de ubicar la secuencia de títulos a la media hora de la película -momento en que Daniel emprende su viaje- habla de que el director Aly Muritiba está convencido de su determinación autoral. Este punto, que simbólicamente marca un nuevo comienzo del relato, acarrea consigo una serie de cambios significativos tanto desde lo visual como desde lo emocional. En primera instancia, el film vira hacia una estética mucho más refinada dejando atrás esa paleta de colores fríos para pasar a una más cálida y colorida; en alusión al estallido de las emociones reprimidas que experimenta el protagonista en su nuevo destino. Asimismo, si previamente veíamos la acción a través de los ojos de Daniel, a partir de este momento se compartirá el punto de vista entre él y Sara -luego de revelado su secreto-, en una pertinente búsqueda por aproximarnos a esta y sus demonios. Sin embargo, la mayor virtud de Desierto particular radica en el abordaje del concepto de “libertad” a través un inteligente juego simbólico entre recorrido -literal- y recorrido -figurativo, en términos de crecimiento personal-, que le permite concatenar con una sutileza esporádica cuestiones referentes a la libertad sexual como pocas veces ocurre en el cine contemporáneo.
Daniel (Antonio Saboia), es un policía brasileño de 40 años que ha sido suspendido por una investigación interna tras un incidente con un nuevo recluta de la fuerza. El hecho trasciende en los medios y las redes sociales, por lo que Daniel aun no sabe qué pasará con su trabajo…Mientrastanto, pasa sus noches trabajando en la seguridad en un boliche. Daniel cuida de su padre enfermo, un anciano que no puede valerse por sí mismo y necesita cuidados intensivos. Comparte el cuidado de su padre con su hermana, quien en uno de sus encuentros, le cuenta que está en pareja con una mujer. Daniel expresa que piensa que eso es una aberración. La homofobia se hace presente y Daniel se mostrará en conflicto…
Daniel es un policía sancionado por un hecho violento. Siendo instructor le produjo una lesión severa a un cadete, que permanece en estado de coma. Está suspendido sin goce de sueldo a la espera de un juicio, en el que seguramente será condenado. Su accionar fue grabado y ese video se viralizó. Vive con su padre, ex policía, que ya adulto padece de trastornos cognitivos y motrices. Daniel lo atiende con dedicación y cariño. En ese contexto de dificultades económicas y marginación de la fuerza, mantiene una relación amorosa virtual con Sara, a quien solo conoce a través del contacto por Whatsapp. La película de Muritiba está estructurada en cuatro momentos claramente definidos. A este escenario inicial, primer acto de la historia, le sucede el viaje que Daniel decide hacer para encontrar a Sara, atravesando Brasil de sur a norte. Luego vendrá el tiempo de la búsqueda en un pueblo donde nadie parece conocerla, el encuentro y lo que deviene de esa instancia de conocimiento. Esto será trascendental para Daniel, un hombre que, como él mismo dice, tiene un trabajo que consiste en cumplir órdenes y que un día se hartó de sostener ese régimen. El título, Desierto particular, refiere a la geografía concreta de Brasil, no siempre mostrado así, tanto como al escenario íntimo de Daniel. En los momentos en que hay un encuentro entre ambos paisajes se juega lo mejor de la película. Una vez situado en el pueblo de Sara, la película adopta muchos convencionalismos propios de los dramas románticos. En esa instancia los personajes –especialmente Daniel- se ajustan más a lo que se anticipa como desenlace, que a las propias historias y lo construido con mucho cuidado previamente. Se suspende el pasado, el posible pedido de detención, el juicio futuro y el padre enfermo, los dolores de Sara, sus prevenciones para con él. Todo en ellos parece ajustarse para contar el conflicto amoroso con Bonnie Tyler cantando “Total Eclipse Of The Heart” como telón de fondo. DESIERTO PARTICULAR Deserto Particular. Brasil 2021. Dirección: Aly Muritiba. Guión: Aly Muritiba, Henrique dos Santos. Intérpretes: Antonio Saboia, Pedro Fasanaro, Luthero Almeida, Thomas Aquino, Laila Garin, Sandro Guerra, Otavio Linhares, Zezita Matos, Cynthia Senek. Edición: Patricia Saramago. Diseño de Arte: Marco Pedroso, Fabíola Bonofiglio. Duración: 121 minutos. Reseña publicada en oportunidad de la cobertura de la 23 edición del Bafici.
Lo mejor que tiene para ofrecer Desierto particular es usar no una, sino dos veces, Total Eclipse of the Heart interpretado por Bonnie Tyler. No es de extrañar que ganara el premio del público en algún festival cerrando con una de las grandes canciones de la década de los ochenta. Pero se necesita algo más que pagar derechos de canciones para hacer buen cine. Y Desierto particular es una obvia acumulación de clichés del siglo XXI con una fuerte carga de culpa progresista. La clase de película ideal para los tiempos que corren, la favorita de cualquiera que sienta que experimente la culpa mencionada. Una exploración con poca gracia de la masculinidad en la actualidad. La historia es la de un policía acusado, con razón, de violencia dentro de la fuerza y suspendido de servicio. En la vida cotidiana es generoso con su padre militar, anciano y senil, a quien cuida con todo el afecto posible. Daniel (Antonio Sabola) vive en silencio la angustia de todo esto y su único alivio es una mujer, Sara, con la que se escribe por teléfono. Cuando finalmente decide salir de la ciudad e ir a buscarla, descubre que Sara (Pedro Fasanaro) no es una mujer y Daniel deberá decidir si mantiene su decisión y busca allí la felicidad o si retrocede y vuelve a la ciudad que ha dejado atrás. La tesis de la película, a pesar de sus arrebatos de modernidad formal, es bastante obvia y la estructura completamente clásica. Tiene oficio más allá de sus reflexiones tardías y elementales el director se las ingenia para narrar con la cámara más que con los diálogos, aunque también recurre a ellos si algo le queda sin mostrar. Desierto particular es la película menos arriesgada que se puede hacer hoy, aunque esto no la vuelve ni taquillera ni popular. Su demagogia es para círculos cerrados, no para todo el público.