La directora de Cielo azul, cielo negro, Cuando ella saltó y Eva y Lola incursiona en el documental con esta película sobre relaciones entre madres e hijas. En verdad, no se trata de un documental puro, sino de un híbrido que incluye elementos ficcionales con una suerte de road movie que registra el viaje que la propia directora emprende junto a su mamá, Leonor, y a sus hijas, Zoe y Joelle, rumbo a la ciudad de Paraná. Tres generaciones de una familia que intenta sanar ciertas heridas (léase rencores y reproches acumulados) en una experiencia casi catártica.
El film es muy descarnado y emotivo cuando apela a lo autobiográfico, pero pierde parte de su fuerza y frescura cuando apela a testimonios de otras mujeres que hablan de sus experiencias como madres e hijas. Es decir, la dimensión íntima (que incluye fragmentos de viejas home-movies) resulta más valiosa que cuando la realizadora apuesta por una veta intelectual o el ensayo sociológico.
"En este momento soy la madre de mi madre", dice una de las tantas mujeres que hablan a cámara. Es que Desmadre: fragmentos de una relación es, también, una reflexión sobre el paso del tiempo, sobre cómo van modificándose los lugares, las responsabilidades y hasta los mandatos familiares. Una película de una honestidad brutal a la hora de (re)pensar el lugar de la mujer y que sintoniza con estos tiempos de profundos cambios y replanteos.