La apostasía en comunidades judías ortodoxas mereció en los últimos años dos grandes películas: Félix y Meira (2014), drama sobre una judía de la comunidad de Montreal que se enamora de un gentil, y One of Us (2017), documental de Netflix que muestra la vida de tres ex judíos jasídicos de Brooklyn. La fascinante mecánica de estos grupos cerrados, que funcionan según sus propias reglas aun dentro de grandes ciudades, es el marco en el que se desarrolla Desobediencia, una historia de amor intensa, pero sin la emotividad ni el brillo de aquellos títulos.
Este es el debut de Sebastián Lelio como director de una película hablada en inglés. Incluso antes de que la sobrevalorada Una mujer fantástica ganara el Oscar a mejor película en idioma extranjero, al chileno ya se le habían abierto las puertas para desarrollar una carrera internacional. En su rol de productora, Rachel Weisz vio Gloria (2013) y, atraída por la sensibilidad de Lelio para retratar el alma femenina, decidió convocarlo para escribir y filmar un guión basado en la novela de Naomi Alderman.
La propia Weisz entrega una notable interpretación de Ronit, una fotógrafa que vuelve después de muchos años a su hogar en el norte de Londres para la shiva, el período de siete días de duelo por la muerte de su padre, un eminente rabino, líder de la colectividad. Su regreso reactiva forzosamente las relaciones que habían quedado en suspenso tras su abrupta partida, sobre todo con sus mejores amigos de toda la vida, Esti (Rachel McAdams) y Dovid, que están integrados a la vida social y religiosa de la comunidad.
Lo mejor de la película es el extrañamiento de Ronit por estar en un lugar familiar al que ya no pertenece y en el que ya no tiene cabida; su trato con gente cercana y lejana a la vez. Pero el foco no está puesto ahí, sino en el romance tabú, que funciona tanto como un alegato a favor de la diversidad sexual como de la liberación femenina (y de una masculinidad sensible que la acompañe).
Más allá de su tufillo a corrección política y a falta de riesgo, el mayor problema de Desobediencia es que a medida que transcurre va teniendo un tratamiento cada vez más melodramático. Hasta el punto de echar mano de recursos lacrimógenos que no son efectivos y, además, terminan embarrando la historia.