Lelio y el derecho a desobedecer
El cineasta chileno Sebastian Lelio, ganador del Oscar 2018 a mejor película de habla no inglesa con Una mujer fantástica, dirige la película inglesa Desobediencia.
La convocatoria para sumarse a esta obra partió de la misma productora y actriz Rachel Weisz. La elección de Lelio para dirigir esta película, que mantiene múltiples vasos comunicantes con sus obras anteriores, no es algo casual. La opresión familiar, sexual, religiosa, el lugar de la mujer, las convenciones y mandatos sociales, la hipocresía, son parte del universo que construye el cineasta, se ubique en Chile o en Inglaterra.
Desobediencia está basada en una novela de Naomi Alderman publicada en 2006. La escritora vivió en Hendon, la localidad cercana a Londres habitada por una comunidad judía ortodoxa que es el espacio de desarrollo de la historia. La película atraviesa el recorrido de sus personajes en medio de este extraño espacio. Una comunidad con aspectos y costumbres heredadas de siglos pasados al lado de una ciudad moderna y conectada al mundo.
Ronit (Rachel Weisz) es la hija de un importante rabino de Hendon; ella abandonó el pueblo hace años para vivir una vida libre y sin opresión religiosa en Nueva York. Tras la muerte de su padre vuelve para las ceremonias de despedida, y a partir del reencuentro con familiares y amigos se irán descubriendo múltiples capas. La trama central es la que surge del reencuentro con Esti (Rachel McAdams), una amiga que se quedó en el pueblo y soporta la vestimenta religiosa y sus costumbres que incluyen el uso de pelucas ocultando su pelo natural. A medida que avanza la interacción entre Ronit y Esti podemos descubrir el verdadero vínculo entre las amigas: un amor y atracción sexual que fue forzado a romperse en el pasado, y su reencuentro en el presente. El tercer protagonista de la historia es Dovid (Alessandro Nivola), amigo de la infancia de Ronit y Esti, discípulo del viejo rabino con un importante reconocimiento en la comunidad, y actual marido de Esti.
Los tres personajes serán seguidos por la cámara y ocuparán su lugar de la historia, con un crecimiento particular. En el desarrollo de las contradicciones de cada uno se podrán descubrir complejidades, sembradas de a poco y buscando detalles por fuera de los estereotipos. El personaje de Esti, el más oprimido de todos, es quien más apuesta a rebelarse y Dovid, religioso y conservador, tendrá a su vez momentos de comprensión que pondrán a la amistad por encima de las normas que él mismo profesa y representa. El plano de un abrazo entre los tres amigos registrará una sensación de libertad apoyada en la amistad y necesariamente opuesta a los mandatos de la comunidad religiosa.
Cada recorrida de las calles de Hendon y sus reuniones sociales expondrá rigidez, vigilancia, disciplina, papeles asignados en una forma de vida que parece repetirse rutinariamente durante siglos. Con un mundo exterior convertido en una cárcel será en espacios cerrados, lejanos y en soledad donde Esti y Ronit podrán encontrar la libertad necesaria para sus deseos. En su primer encuentro a solas, un beso entre ellas presenta quienes son, resguardadas de un mundo hostil escuchan “Love song” de The Cure, una banda de sonido mucho más acorde a sus vidas que los silencios impuestos.
Si en Una mujer fantástica Lelio expone las múltiples dificultades de la diversidad sexual ante la opresión de la institución familiar, con Desobediencia suma el ángulo de la opresión religiosa, en este caso de la comunidad judía ortodoxa, pero claramente similar a la iglesia católica y otras.
No es casualidad que la autora de la novela que inspira esta película es alentada y apoyada por Margaret Atwood. Pero a diferencia de El cuento de la criada, Desobediencia no es una distopía futura sino que se basa en la experiencia de vida actual de una comunidad real en un barrio del norte de Londres.