De otro planeta Por Violeta Bruck Sobre la última película de Santiago Loza, Breve historia del planeta verde. Luego de un recorrido por distintos festivales, se estrenó el pasado jueves Breve historia del planeta verde, de Santiago Loza. Al recibir el premio Teddy, mejor película LGTTB, en la última edición de la Berlinae, el director comentó: … esta película habla de mi identidad y por eso es el premio más importante de mi carrera. Romina Escobar –la protagonista– recibió en Berlín un infinito amor como nunca lo tuvo en su vida. Son tiempos muy difíciles en Argentina y en Brasil para el colectivo trans. Por eso, más que nunca decimos que nadie le suelte la mano al otro. El film es sobre la amistad de gente que se siente diferente. Mis amigos me salvaron la vida, para ellos hice la película. Yo soy de su planeta. Los amo. El profundo sentir que expresan sus palabras recorre las imágenes y los diálogos de su película. En los primeros minutos la cámara recorre escenarios y descubre a los protagonistas de la historia. Tres jóvenes –que ya pasan las tres décadas–, amigos desde la escuela, que mantienen su lazo afectivo a pesar del paso de los años y, especialmente, como una estrategia para enfrentar y refugiarse de ese mundo hostil que se les presenta de diferentes formas. Comienza el día y podemos conocer a Tania, una chica trans que hace shows en las discos de Buenos Aires; Pedro, su amigo que la acompaña en los laberintos de la noche; y Daniela, con un trabajo precarizado, agotador, y la tristeza a flor de piel. De pronto Tania recibe la noticia de la muerte de su abuela y junto a Pedro y Daniela emprenden un viaje hacia el pasado. Parten hacia el sur, a la casa de la infancia donde ella compartió años felices con su abuela y allí descubren un extraño legado. En el sótano una criatura espacial descansa congelada. Por un flashback de fotos podemos ver que este alienígena fue una amistosa compañía de la anciana, quien antes de su muerte dejó las indicaciones para que se traslade al lugar donde fue encontrado. Con este objetivo, los tres amigos inician una aventura. Preparan sus mochilas, abrigo y una valija llena de hielo para mantener vivo al nuevo amigo, recorren bosques y se cruzan con viejos conocidos, gente distante y con prejuicios. Pocas son las voces amigas, y cuando las hay son también de seres desplazados. Loza expresa: Lo “extraterrestre” en la película es lo diferente, lo desplazado, lo marginal. Los tres personajes llevan un cuerpo que se relaciona al de ellos. Padece la misma extrañeza… Es esa presencia fantástica la que los tres personajes de la película viven con naturalidad. Lo asumen naturalmente porque también ellos, para el mundo, son seres raros, no asimilados. La película presenta un cruce de géneros entre la ciencia ficción, la comedia dramática, el viaje de aventuras y un toque de surrealismo; con referencias a la cultura de los ochenta. Una marca generacional del director, que en su infancia y adolescencia consumió todo el cine de la época: Cuenta conmigo, Los Goonies, Gremlins y, por supuesto, E.T. de Steven Spielberg, a la que considera “su película favorita”. Un poco de todo esto está presente en Breve historia…, que es también según su creador “una película sobre cómo sobrellevar un duelo. Las revanchas que ofrecen los caminos nunca transitados. La otredad, lo extraño, lo ajeno, lo sobrenatural narrado de manera cotidiana”. Las imágenes de esta historia acompañan la propuesta, con una cámara que por momentos flota aportando a la extrañeza y una cuidada composición en cada cuadro. Eduardo Crespo en la Dirección de fotografía, Fernanda Chali en la Dirección de arte y Victoria Luchino en Vestuario, logran con su trabajo aportar la atmósfera necesaria para este viaje. En los papeles de Tania (Romina Escobar), Daniela (Paula Grinszpan) y Pedro (Luis Soda), todos se destacan en la construcción de los personajes. Loza trabajó con ellos un vínculo que le permitió tomar en la película ciertos trazos de sus vidas, “del coraje con el que fueron enfrentando la adversidad”. Según sus propias palabras, “La película habla del poder de los débiles. La fuerza oculta de los eternos olvidados. Es un homenaje a todos los perdedores. Y un acto de justicia poética.” En tiempos donde los alienígenas o seres de otro planeta solo se presentan en grandes producciones pensadas en cada detalle para la conquista de la taquilla, donde los FX y el tratamiento digital de imágenes son la vara con la cual se mide las creaciones, la película de Loza se apropia de algunas claves del género para desarrollar una historia muy distinta, profunda y humana. La abuela demuestra en su recuerdo que no hay miedo a la extrañeza, ni de una nieta que busca su propia identidad de género, ni de un ser de otro planeta con quien a base de amistad y cariño es posible comunicarse. Lo verdaderamente extraño es el mundo hostil que regimenta las vidas y los sentimientos, y también la representación audiovisual que ese mismo mundo promueve. Los personajes, la historia y el cine de Loza, enfrentan juntos todo esto.
La lucha de clases como “género” del cine francés por Violeta Bruck Con el reciente estreno de la película La guerra silenciosa (En guerre), de Stephan Brizé, vuelve a la pantalla grande un clásico del cine francés: la lucha de clases. Quizá pueda sorprender a algunos estar en una sala y ver escenas de tomas de fábrica, manifestaciones, debates en asambleas y acciones directas contra la patronal, pero en un recorrido por el amplio camino de la cinematografía francesa podemos encontrar un verdadero "género" que ha puesto el foco en este terreno en distintos momentos de la historia. La guerra silenciosa, de Stephan Brizé. La película de Brizé comienza con una frase de Bertolt Brecht "Quien lucha puede perder, pero quien no lucha ya ha perdido", y se sumerge entonces en una batalla dura, difícil, como todas las recientes experiencias de las que se nutre la historia. El cierre de la fábrica Perrin, de la industria automovilística y afiliada a un importante grupo alemán, pretende dejar en la calle a 1.100 trabajadores; la lucha contra este ataque y los debates que genera entre las distintas posturas sindicales será el eje de la película. Vicent Lindon interpreta al personaje de Laurent Amédéo, un sindicalista combativo que peleará hasta las últimas consecuencias. Estrenada en Francia antes del surgimiento del movimiento de los chalecos amarillos, la película se referencia en las luchas de los Conti (Continental), la de Goodyear o la de PSA Aulnay (Peugeot Citroën). Estos mismos conflictos fueron registrados en diversos documentales, como Goodyear, la mort en bout de chaine (Good Year 2009), La saga des Conti (Continental 2009), Au prix du gaz (ocupación New Fabris 2009), Liquidation (Good Year Amiens 2009), Grand puits et petits victories (Refinería Total en 2010), On a Grèvé (trabajadoras grupo hotelero 2013). A comienzos de 2016 se estrenó Comme des lions, de Françoise Davisse, sobre el conflicto en PSA Alunay de 2013. Otra producción que tuvo una difusión más amplia en 2016 fue Merci Patrón de François Ruffin, un documental de denuncia, con elementos de comedia y thriller, sobre las consecuencias de la deslocalización fabril. A su vez en los últimos años se realizaron films sobre el movimiento La nuit debout como Paris est une fête - Un film en 18 vagues, de Sylvain George, destacado documentalista que también ha realizado diversos trabajos sobre la temática de los inmigrantes. A comienzos de este año se estrenó Les Petites Mains Invisibles, realizada por el sitio Révolution Permanente, que sigue la lucha de las trabajadoras y trabajadores de limpieza de la empresa Onet, subcontratista del ferrocarril. Con este panorama se puede ver una importante representación audiovisual de las luchas de trabajadores y trabajadoras que lamentablemente no tienen amplia difusión. La guerra silenciosa, al ser un film de ficción realizado por Stephan Brizé, un director que ya tiene un previo reconocimiento (El precio de un hombre, 2015), logra una distribución internacional que aporta a poner en agenda este cine de la lucha de clases. En una reciente presentación en Argentina, Brizé comentó que hay un vínculo fuerte entre el movimiento de los chalecos amarillos y lo que se ve en La guerra silenciosa , que es ese sentimiento de ira profunda y también de no soportar más el desdén del que son objeto. Lo que planteó como diferencia es que su película se enmarca dentro del mundo sindical mientras que el movimiento actual no se referencia con ningún sindicato o partido político. A su vez reflexionó sobre el papel de las imágenes de la violencia, en el sentido de cómo lo tratan los medios para desprestigiar un movimiento y cómo él se propuso partir de una imagen de fuerte enfrentamiento para demostrar la historia que hay detrás. “Lo que sucede con esas imágenes de violencia que se ven una y otra vez en todos los canales de televisión, es que justamente son imágenes donde no hay ninguna historia, y ningún pasado, es una imagen totalmente fuera de contexto y eso permite al poder político estigmatizar a los trabajadores diciéndoles con ustedes no se puede negociar, son violentos, hacen disturbios, etc.”. Este tratamiento que dan los medios se vio en distintos conflictos obreros y se repite con los chalecos amarillos es puesto en cuestión en la película: “Lo que hice fue usar la ficción para poder explicar un momento así de exceso que sucede, porque cuando veo esas imágenes que no explican nada pienso ¿qué pasó? ¿Qué sucedió?… Hay todo una historia, algo que se inscribió en un tiempo largo que no lo están contando, y quiero usar la ficción para poder explicar todo ese tiempo”. Imágenes que vuelven Esta tradición del cine francés encuentra sus antecedentes en distintos momentos históricos. Acompañando cada ascenso en la lucha de clases la producción audiovisual se vio transformada y renovada. Desde los primeros pasos del cine que se dieron en Francia, los hermanos Lumière filmaron a las trabajadoras saliendo de la fábrica, esta unión del cine con la clase obrera seguirá hasta los tiempos actuales. En los años ´30, cuando las huelgas generales se extendían, se desarrollaba un ascenso del movimiento obrero y surgía el Frente Popular, surgen una serie de producciones realizadas por la cooperativa Ciné-Liberté que registran este momento desde la óptica del Partido Comunista y la CGT. Ficciones, documentales, noticias que acompañan la reconocida La vie est a nous, trabajo colectivo coordinado por Jean Renoir para las elecciones parlamentarias de 1936. Son producciones anónimas y colectivas que rescatan distintos momentos de este período. En los años siguientes continúan las producciones ligadas a las organizaciones sindicales, La gran lucha de los mineros, de 1948, es una realización colectiva que registra las condiciones de vida, la importante lucha y la represión. El cineasta René Vautier, militante en la resistencia, realiza en 1950 su primera película, Afrique 50, un encargo de la Liga de la Enseñanza para promover la educación en las colonias, que en el proceso de rodaje se convirtió en una profunda denuncia y en la primer película anticolonialista francesa, por la que el Vautier fue condenado y encarcelado hasta junio de 1952. En la misma época se desarrollaba un movimiento que renovaría el cine y tendría una influencia mundial, la Nouvelle Vague, con sus obras y su crítica a través de Cahiers du Cinema. Esta experiencia que surge del cuestionamiento de las reglas de la cinematografía tradicional será también el semillero de una nueva generación de cineastas que al calor del Mayo del 68 se sumarán a un cine fusionado a la movilización. La experiencia mundial del 68 cinematográfico que vio surgir una oleada de cine militante alrededor de todo el mundo tiene en Francia uno de los epicentros. Uno de sus principales referentes, Jean Luc Godard, planteó en esos años: “Los obreros hablan mucho entre sí, pero ¿dónde están sus palabras? Ni en los diarios, ni en las películas, están las palabras de las gentes que constituyen el 80 % de la humanidad… Por eso no quiero pertenecer a la minoría que habla, y habla todo el tiempo, o a la que hace cine, sino que quiero que mi lenguaje exprese ese 80 %. Y es por eso que no quiero hacer cine con gente del cine, sino con gentes que componen la gran mayoría”. La enorme producción que tuvo lugar en esos años se vio beneficiada por el advenimiento de nuevas tecnologías más livianas que permitieron un extenso registro directo de los acontecimientos. Se realizaron noticieros en forma colectiva como los Cinetracts, documentales de las luchas obreras y estudiantiles, cortos y películas de ficción. Se destacaron también la creación de colectivos como el grupo Dziga Vertov coordinado por Godard y los grupos Medvedkine impulsados por Chris Marker. El conjunto de la profesión cinematográfica, técnicos, directores, estudiantes, se organizó en los Estados Generales del Cine para pensar un programa de transformación de la industria en un sentido contrario a las leyes del mercado. En esos tiempos, el cine de la lucha de clases fue el centro, y luego del desvío de este movimiento, continuó la producción en esta sintonía por algún tiempo. En 1973 Jean Luc Godard estrena Tout va bien, una ficción realizada en una fábrica ocupada, los grupos Medvekine siguen produciendo y en 1974 se estrena Con la sangre de los otros, una profunda denuncia a la explotación capitalista expresada centralmente en los ritmos agobiantes de trabajo; en esos años también Agnès Varda suma sus producciones desde un punto de vista feminista con Respuesta de mujeres, 1975, y Una canta, la otra no, 1977; en este mismo año Chris Marker presenta su primer versión de El fondo del aire es rojo, con un panorama mundial de estos años revolucionarios. Durante los años siguientes, con las derrotas en las luchas y la caída del muro de Berlín, el advenimiento de las ideas del posmodernismo influyeron también en el mundo del cine, que de todos modos mantuvo una producción crítica. Como señala Perry Anderson en su texto “El pensamiento tibio: una mirada sobre la cultura francesa”, hablando de las distintas consecuencias del empobrecimiento cultural e intelectual: “Si el cine francés no ha caído a estos mismos niveles, se debe principalmente al continuo flujo de obras por parte de sus transformadores originales: Godard, Rohmer y Chabrol, están tan activos como cuando comenzaron”. En estos años se destaca Sin techo ni ley, 1985, de Agnés Varda, que pone su mirada en personajes marginales víctimas de este sistema. Como ella misma definió: "Nunca he hecho películas políticas, sencillamente me he mantenido en el lado de los trabajadores y de las mujeres". En este sentido se mantuvieron también otros realizadores que a pesar del bombardeo ideológico del “fin de las ideologías” lograron la continuidad de una producción crítica y cuestionadora. Para 1992 Chris Marker estrena El último bolchevique, un documental sobre Medvedkine en donde relata la experiencia del cineasta en los años revolucionarios y la persecución del stalinismo, en medio de un espectáculo superficial y posmoderno, la película rescata las experiencias para las nuevas generaciones. La huelga de 1995 que paralizó Francia contra el Plan Juppé fue registrada por decenas de cámaras hogareñas en manos de los propios trabajadores y realizadores independientes dando lugar a diversos documentales. A su vez generó un nuevo posicionamiento de intelectuales en apoyo al movimiento encabezados por el sociólogo Pierre Bourdieu. El mundo del cine también dio cuenta de este impacto. Ya en 1993 con el estreno de Germinal de Claude Berri algunos medios hablaron del retorno del cine social francés. Para 1995 se estrenan La Ceremonia, de Chabrol, un thriller de clase contra clase, y El odio, de Mathieu Kassovitz, que pone en pantalla la realidad de los jóvenes inmigrantes de las banlieus. En 1997 Robert Guedeguian estrena Marius et Jeannette, una muestra de su cine enfocado en personajes de las clases populares, y en 1999 Laurent Cantet logra un amplio reconocimiento internacional con Recursos Humanos. Junto con Bertrand Tavernier en los años siguientes estos directores seguirán produciendo películas que cuestionan diferentes aspectos de este sistema.
La Feliz, fachos de ayer y hoy Un plano aéreo presenta la reconocida costa marplatense. Las mismas playas y turistas que cada verano colman las pantallas de TV serán observadas en este caso desde otra perspectiva. Detrás de “la ciudad feliz” se descubre una historia de represión, torturas, persecuciones y xenofobia. Elementos que recorren la historia, con distintos protagonistas y continuidades en sus actos e ideas. La feliz. Continuidades de la violencia de Valentin Javier Diment establece lazos y puntos de contacto entre dos momentos poco difundidos, la actuación de la CNU (Concentración Nacional Universitaria) en los años 70 y las intervenciones de grupos neofascistas en los últimos años. Los primeros minutos de la película establecen su punto de vista desde el presente. Distintos entrevistados coinciden en que la composición social de la ciudad abarca un importante sector de fachos, conservadores y gente de derecha. Desde jubilados de fuerzas de seguridad o gente resentida porque la ciudad balnearia top de la "belle epoque" se transformó históricamente en un espacio popular. A su vez las voces destacan a Mar del Plata como una de las ciudades con más desocupación del país. Las imágenes acompañan un recorrido con decenas de pintadas con esvásticas y consignas fascistas y xenófobas en distintos puntos de la ciudad. El archivo muestra los comienzos del reciente juicio a 8 jóvenes de organizaciones neo-nazis y algunas de sus víctimas dan testimonio. En los últimos años se sucedieron agresiones a distintas personas, de grupos anarquistas, militantes de organizaciones por la diversidad sexual, inmigrantes, ataques a monumentos por la "Memoria, verdad y justicia", entre otros. Así, un imaginario que construye la idea de "ciudad feliz" es desmentido por la realidad. Desde los primeros minutos el documental presenta a los entrevistados, que no serán solo quienes comparten el punto de vista del realizador, es decir militantes, abogados, integrantes de organismos de derechos humanos, amigos y familiares de las víctimas, sino también quienes se paran del otro lado. Al igual que en su anterior documental Parapolicial negro que recorre los orígenes de la triple A, Valentín Javier Diment se desplaza con audacia para entrevistar y poner en escena a diversos fachos convencidos y militantes. Así Carlos Pampillón, referente de la derecha marplatense, y algunos abogados de neo nazis de ayer y hoy, entran en escena con una retórica convencida y sin matices que deja a las claras el pensamiento de derecha sin necesidad de dar más explicaciones. Sus críticos destacan el hecho que en la situación actual, con el intendente Arroyo, hay un ámbito propicio para el fortalecimiento de estos grupos. La historia de la violencia para-estatal se va hilvanando entonces con el presente para descubrir tanto antecedentes como continuidades. En diciembre de 1971 la CNU realiza su primer asesinato, una patota irrumpe en una asamblea de la Universidad de Mar del Plata y dispara, la víctima fatal es la estudiante Silvia Filler. Con este hecho se comienza a repasar la historia de esta organización con base en La Plata, Mar del Plata y Bahía Blanca principalmente. Se relata la historia e ideas de uno de sus fundadores e ideólogo Carlos Disandro y se descubre así como se transforma en la "pata universitaria" de la Triple A. En Mar del Plata se suceden asesinatos y persecuciones, y al igual que la banda de López Rega, la CNU tiene claro apoyo del estado, sus miembros ocupan cargos públicos y mantienen vínculos con la burocracia sindical. A partir de este primer hecho de 1971 la violencia crece y se recrudece hacia los años 74 y 75, para luego durante la dictadura, los mismos personajes de la CNU sumarse a los grupos de tareas y seguir activos. La situación particular de Mar del Plata es parte de un ataque general en donde se apunta especialmente a los sectores del peronismo combativo y la izquierda, siendo el PST uno de los blancos con múltiples atentados a locales y asesinatos. Los relatos crudos de los representantes de la derecha actual dejan claro su identificación con este pasado. Los abogados de los jóvenes neo-nazis e integrantes de la CNU se ubican desde este ángulo, y Carlos Pampillón expone en cámara que "los desaparecidos son una mentira", "los 30 mil un invento y está comprobado", expresa además "toda la solidaridad con los miembros de la CNU que fueron condenados", en relación a Demarchi responsable de la CNU en Mar del Plata y condenado a cadena perpetua, y afirma que "por lo poco que leo si yo hubiese vivido en esa época hubiese estado en ese bando seguramente". Las continuidades están expuestas por los propios protagonistas. Desde el lado opuesto, otro testimonio se destaca por su fuerza y contundencia. Son las palabras de Marta García de Candeloro, sobreviviente de "la noche de las corbatas", un operativo en julio de 1977 donde secuestraron en Mar del Plata a siete abogados y sus familiares, once personas en total, fue realizado por los militares y con participación de miembros de la CNU. En su recuerdo se repasa el sufrimiento de todas las víctimas y el accionar atroz de los asesinos y torturadores. Sus palabras resuenan desde hace tiempo en juicios y actos condenando a todos los responsables. Las primeras condenas a la CNU fueron en Mar del Plata, con la sentencia a Demarchi y otros responsables. En los últimos años varios miembros de la CNU fueron condenados en el juicio realizado en La Plata, entre ellos Carlos "el indio" Castillo, y por otro lado Juan José “Pipi” Pomares, otro responsable probado y funcionario del gobierno del intendente peronista Alak fue absuelto. La película combina los valiosos testimonios con un detallado trabajo de archivo y escenas de reconstrucción al estilo de "clima de época", así dos intérpretes de la patota apuntan sus pistolas a cámara y disparan a distintos rincones. La feliz. Continuidades de la violencia , es parte también de la escasa producción audiovisual sobre el período. Así como se han realizado decenas de trabajos sobre el accionar de la dictadura militar a partir de 1976 existen muy pocos que aborden la violencia para-policial apoyada desde el estado de los años previos.
Memoria del pasado, impresiones del futuro Un importante grupo de trabajadores se concentra frente una fábrica cerrada por la patronal. Debate, organización, lucha. Las puertas de esta gráfica, ex Donelley, hoy Madygraf, son abiertas y comienza un nuevo camino. Con este material de archivo del año 2014 comienza el documental Impresiones Obreras, presentando a sus protagonistas. Desde el interior de esta gran imprenta bajo gestión obrera surge la iniciativa de recuperar la propia historia de la clase trabajadora. Una proyección de fotos de principios de siglo XX impulsa un primer diálogo, una especie de presentación de distintas generaciones que comienzan a construir el relato. Miradas de ferroviarios, tabacaleros, modistas, niños, banderas y distintos tipos de volantes y periódicos se proyectan en la pared de una oficina de la fábrica. Un grupo de trabajadoras y trabajadores descubre atento los detalles de cada imagen. "Están felices" comenta alguien, "sí, están en huelga, es por eso", contestan otros. Desde un presente de lucha, asambleas y movilizaciones también relatado por los protagonistas, se viaja en el tiempo a través de distintos archivos, se descubre en el pasado múltiples lazos con el presente, hilos de continuidad de miles de protagonistas en la historia. En un viaje por bibliotecas se descubren periódicos, revistas y folletos, que revelan una historia olvidada del periodismo obrero en la Argentina. Ante cada vuelta de página se descubren nuevos lazos. El montaje del documental hilvana cada momento, la experiencia histórica encuentra de alguna manera distintos ecos en la actualidad. La importancia de la solidaridad y la organización democrática es una clave de todo momento, ayer y hoy. La fuerza de la huelga general y el temor ante ella de las clases dominantes es leída en un relato que, aunque escrito hace cien años, suena con transparente actualidad. Los textos acerca de la tiranía de los capataces encontrados en viejos periódicos pueden ser contrastados con el trabajo en colaboración y solidario que se registra entre las grandes rotativas, tintas y papeles de Madygraf. Las antiguas Cajas de solidaridad se identifican con los actuales Fondos de Lucha. La feroz represión de la policía registrada en distintos testimonios se conecta también con momentos vividos en los últimos años. Las matanzas en la Patagonia de los años ´20 se miran en un espejo con el reclamo por la aparición con vida de Santiago Maldonado. Un apartado especial lo construyen la historia de las mujeres. Luli y Laura, de la Comisión de mujeres de Madygraf, leen un fragmento de La voz de la mujer, periódico "comunista-anárquico" de 1896: … lucharemos sin descanso contra la actual sociedad burguesa, combatiremos sin tregua todos los prejuicios y preocupaciones que en la niñez nos inculcaron; hombres estúpidos, mujeres fanáticas y otros miserables que ponen su pluma a disposición de la canalla por un puñado de degradante oro que depositan en sus manos. Compañeros y compañeras la propaganda entre las mujeres está haciendo rápidos progresos [...] ¡Viva el amor libre!, ¡Viva la revolución social!, ¡Viva la anarquía! Se suman a estas palabras otros fragmentos. Vani rescata de otros periódicos el reclamo de "Igual trabajo, igual salario" y un recuadro que cuestiona los "homicidios por amor". La semejanza con la actualidad plantea nuevas reflexiones. Jorge "el loco" Medina se sorprende y descubre que ya en 1920 los trabajadores hablaban de control obrero. Esta experiencia que hoy viven en la imprenta y que junto a Eduardo Ayala y otros compañeros van relatando a lo largo del documental, ya estaba puesta en debate en la Argentina de casi cien años atrás. Los avances y contradicciones de hoy, los nuevos valores conquistados que expresan una solidaridad de clase opuesta a la práctica de la burocracia sindical encuentran múltiples antecedentes. Los trabajadores de Madygraf se cargan en sus espaldas la historia. Los obreros tipógrafos que realizaron las primeras huelgas encuentran sus continuidades. En los momentos actuales, de crisis económica, cierre de fábricas, preventivos de crisis, esta experiencia de control obrero se transforma en un ejemplo para miles y en sus pasos llevan la huella de las generaciones precedentes. El documental es también una muestra de la enorme inspiración que generan las experiencias de lucha. Más de una decena de películas y documentales se realizaron sobre la cerámica Zanon de Neuquén, que ha reunido el apoyo de cientos de artistas en todos estos años. El concierto de Artistas con el FIT, con un repertorio de ópera y música popular y la reciente Jornada Cultural realizada en Madygraf son ejemplos también de esta mutua colaboración. Como relata la película, la lucha obrera ha sido motor de grandes producciones culturales que tienen hilos de continuidad en la actualidad. En las primeras décadas del siglo XX tuvo lugar una lucha de clases muy intensa desconocida por las nuevas generaciones. Hermosos relatos, ilustraciones e investigaciones dan cuenta de esta en decenas de periódicos y folletos que son rescatados en este documental. El dispositivo propuesto por el realizador Hugo Colombini (Preguntas a un obrero que lee) logra sumar a los trabajadores a descubrir su propia historia, acercarse, emocionarse frente a cada anécdota, y recuperar la experiencia del periodismo obrero. Así el proceso de rodaje fue también un proceso de aprendizaje y descubrimiento. La investigación realizada se plasma en nuevas producciones audiovisuales y gráficas para que esta historia se expanda. Su presente encuentra en la memoria del pasado impresiones que apuntan al futuro.
Leónidas, las huellas del Teatro del Pueblo Como se plantea en el texto de presentación "El documental surge de un particular legado que recibe su realizador: un día cualquiera su madrina María Angélica, ya anciana, lo llama para entregarle algo antes de morir. Cuando él va a su encuentro ella le entrega todas las cartas y libros que recibió de su hermano mayor, Leónidas Barletta, entre los años ’50 y ’70." Con este valioso material como base Colombo construye una historia que permite descubrir a un Leónidas íntimo, en confianza, en donde las palabras y cuidados dibujos y collages que suma a sus cartas permiten un acercamiento transparente y sin la formalidad de una clásica reseña biográfica. Este acercamiento personal se suma al relato de destacados colegas del mundo del teatro que ubican en un mapa el importante lugar del Teatro del Pueblo como primer teatro independiente de América Latina, su influencia, reconocimiento, como también su censura por parte de distintos gobiernos. Los distintos ángulos, el familiar y el profesional, junto a los numerosos artículos periodísticos y fragmentos de libros que traen al presente la palabras de Barletta se suman para construir un personaje con diferentes matices. Un agudo polemista, audaz, inquebrantable, junto a un tierno hermano e hijo que cuida de los suyos. El proceso de construcción documental que lleva adelante el director es también registrado. Desde la entrega de las cartas hasta la realización del proyecto hay un tiempo de reflexión y búsqueda que será también relatado. "El documentalista se pregunta entonces qué hacer con ese material, cuál es el sentido de este extraño legado de su madrina y qué queda de Leónidas Barletta, un hombre a quien ya pocos recuerdan." La búsqueda poética que atraviesa lo político y lo teatral, muy pronto se revela más compleja, una obra perdida, actores del presente que evocan a Leónidas y se cruzan con su fantasma, teatros que guardan secretos, un pasado que pervive en la memoria y se rencuentra en la actividad creativa. Con una cuidada puesta en escena, las cartas salen del silencio, dejan cajones oscuros y se convierten en objetos estéticos, el archivo histórico transforma el presente y así las palabras de Barletta pueden al fin flotar en el aire que respiramos, sus ideas siguen buscando influenciarnos.
Atenas, para fugarse del sótano del mundo A modo de respuesta activa frente al ajuste creciente hacia el cine independiente de ficción y documental emergen nuevas películas que crean y recrean la producción audiovisual. Como un "cross a la mandíbula" a los tanques de Hollywood y las carreras al Oscar que por estos días ocupan las páginas de los suplementos de espectáculos, Atenas, de César Gonzalez, aparece en las pantallas con un cine propio, rabioso, urgente y a la vez pensado en todos sus elementos de lenguaje. Una joven, Perséfones (Débora González), sale de la cárcel pero su camino no la conduce a la libertad. Salir a la calle, buscar vivienda, laburo, comida, son laberintos cerrados en una sociedad en donde la explotación de una clase sobre otra rige todos los aspectos, y si dentro de esa situación se nace mujer, la opresión se duplica. La solidaridad y la esperanza vienen desde abajo, en quienes viven las mimas experiencias. Juana será quien marque este camino junto a otros personajes que están en la misma y dejan claro que nada se puede esperar de los sectores del poder, su Estado y sus representantes. La película destaca un gran trabajo en la caracterización de los personajes. Los pibes y pibas del barrio conocen de las experiencias de encierro, violencia policial, desocupación y maltrato, la interpretación es fresca, transparente alejada de todos los estereotipos y exageraciones que se ven a diario en series de tv o películas “con contenido social”. Los personajes que ocupan alguna posición de poder, sea en el Estado, como pequeños o grandes patrones, y hasta quizá con alguna idea “progre”, se demuestran también en forma transparente y así se descubren sus miserias. El trato humano marca esta opresión de clase, “vos te victimizás” le dice una psicóloga del Patronato a quien es justamente una víctima; “¡ustedes no saben trabajar!”, acusa un patrón a los pintores mientras se toma un trago junto a su amigo proxeneta; “¿podés calmar este bebé?”, pide una madre a la niñera mientras sigue con sus ejercicios de meditación en el jardín, y así… En esta sociedad está claro quién da las órdenes. César reflexiona que construyeron estos personajes “Un poco por el cansancio de la hegemonía de la representación en el perdón que se le brinda siempre a la caracterización de los burgueses en el cine… se amaga a ridiculizarlos pero se los termina complejizando, y para mí esa supuesta complejización es una muestra de complicidad”; por otro lado, en relación a las clases populares y las minorías, “allí se ridiculiza más que de lo que se complejiza, toda minoría es representada con una uniformidad de sentimientos muy obscena”. Por eso Perse, de pocas palabras, trasmite con sus gestos, su mirada y sus silencios; pequeños diálogos cotidianos cuentan mejor que extensos parlamentos. Como una forma de destacar gestos y rostros, en distintos momentos se incorpora un recurso narrativo en donde se rompe el raccord, es decir, durante un diálogo la imagen corta a planos cortos de rostros en silencio y así se produce un extrañamiento, una forma de develar la poesía en la realidad. El recorrido de la película, como lo sugiere el título y el nombre de su protagonista que remite a la mitología, es el de una tragedia griega. También hay otra relación, la civilización antigua donde se desarrolló la filosofía y el arte, la ciencia y la democracia, creció a costa del trabajo esclavo, con seres humanos considerados como bestias. Y en este sentido César se pregunta "¿Cuán lejos estamos hoy de eso?". La acción y las imágenes que construye Atenas interpelan el presente, la esclavitud moderna como continuación de una historia de siglos. En el texto que difunde la película se abren una serie de interrogantes. “¿Es posible fugarse del sótano del mundo? ¿Deja el hombre a la mujer soñar? ¿No es una pesadilla si además de mujer naciste pobre y recién salís de la cárcel?”. Porque hay un sistema que conspira contra cualquier gesto, contra cualquier voluntad, y esto está presente en cada escena. La propia realización de la película se transforma entonces en un desafío a esta realidad. César Gonzalez, que nació en 1989 en la Villa Carlos Gardel y estuvo 5 años en prisión, se hizo cineasta y construyó un equipo con muchos de sus amigos y vecinos. Los actores de Atenas vienen trabajando en las películas anteriores, junto a Diagnóstico Esperanza y Qué puede un cuerpo completan su “trilogía villera”, y su formación aporta nuevas formas creativas. La experiencia artística colectiva que construyen cuestiona también el mundo del arte y su propio sistema, forma, contenido y proceso creativo se conjugan para dar la pelea. En los títulos finales se agradece especialmente a una serie de directores, desde Eisenstein, Rossellini, Godard, Vardá, Gleyzer, Birri, Rouch, Rocha, Mizoguchi, entre otros; cada uno a su manera y en distintos momentos históricos aportaron con su cine a cuestionar la imagen dominante y su ideología, a construir nuevos lenguajes, nuevos mundos imaginarios. El cine nace con el surgimiento del capitalismo que rápidamente lo convierte en un negocio, pero también nace con el surgimiento de la revolución social, que desde los primeros años entusiasma a miles de artistas y está en la base de una tradición crítica que encuentra ecos y se renueva constantemente. Aunque cada año se inviertan más millones en productos envasados para el consumo masivo, no partimos de cero y películas como Atenas se suman para engrosar la crítica a las ideas dominantes y su construcción de la imagen.
La historia en rojo Los años 70 y la dictadura genocida de 1976 han sido retratados por el cine nacional en múltiples oportunidades. Ficción, documental, series televisivas, personajes, organizaciones, sucesos particulares, porque más allá de la cantidad, las posibles miradas son inagotables. Es cierto que esta vasta producción también cuenta con repeticiones temáticas y formales, compromisos vacíos o miradas superficiales, pero este no es el caso de Rojo, la tercera película de Benjamin Naishtat (Historia del miedo, El movimiento), que se destaca con una mirada innovadora para abordar un tema poco visitado: la complicidad de un sector de la sociedad civil con el advenimiento del golpe. La película La historia transcurre en un pueblo de alguna provincia argentina, durante 1975. Allí parece habitar una comunidad que aspira a “trabajar y vivir en paz”, pero poco a poco, bajo la aparente calma, se descubre una realidad crecientemente represiva. Los personajes centrales: Claudio, un reconocido abogado interpretado por Darío Grandinetti, su esposa Susana (Andrea Frigerio) y Paula, su joven hija (Laura Grandinetti), configuran un modelo familiar respetado por la comunidad; pero tras su imagen exitosa, se descubrirán oscuros secretos. Un incidente con un desconocido (Diego Cremonesi) en un restaurante llevará al respetado abogado a recorrer oscuros caminos. Humillación, violencia, muerte, abandono, engaños, negocios sucios, mentiras y silencios. Una cadena de hechos que desnudarán la hipocresía de una sociedad. La película sigue códigos del género policial como también algunas pinceladas de western y humor negro. Crimen, huida, secretos, mentiras y, por supuesto, un particular detective, estrella de TV y ex policía chileno, Sinclair. Este personaje, interpretado por el chileno Alfredo Castro, irrumpe en la historia para quebrar toda tranquilidad y a la vez sacrificar sus destrezas en pos de mantener el "status quo". Son destacables el trabajo actoral de Castro, junto a Darío Grandinetti y Frigerio. Como lo han demostrado distintas obras literarias y audiovisuales, el policial negro tiene en las situaciones represivas y dictaduras latinoamericanas un adecuado escenario donde desarrollarse. La imagen y construcción formal de Rojo viaja en el tiempo y adopta los códigos del cine de la época que retrata. Desde el detallado trabajo de ambientación y arte, la paleta cromática y hasta los planos elegidos, con zooms y lentes de la época. La construcción sonora y musical, los detalles del lenguaje, todo aporta a sumergir al espectador en esos años. El año en que transcurre la película sucede uno de los puntos más altos del conflicto social, el Rodrigazo, con trabajadores organizados en coordinadoras interfabriles que tiran abajo un plan económico y al odiado ministro López Rega. La historia de Rojo transcurre pocos meses luego de estos hechos, cuando la clase dirigente y la burguesía aterradas por la fuerza social que se puso en movimiento aceleran cada una de las medidas represivas. Se intensifican los ataques de la triple A, se suceden intervenciones a localidades y provincias y se firman los decretos de aniquilamiento, todos antecedentes y preparativos de lo que vendrá a partir de marzo de 1976. Ante esta avanzada un importante sector de las clases medias o la "gente común" mantiene un silencio cómplice que está retratado en Rojo desde la primer escena. Una casa abandonada, de militantes atrapados o en huída, es el botín de saqueo de los respetables vecinos; sobre las ausencias o desapariciones se aplica el conocido "de eso no se habla" mientras la educación promueve el "no te metás". Cuando la persecución y la muerte ganan terreno, son la visita de unos cowboys norteamericanos, o la escapada para ver un eclipse, los puntos de atención de la vida cotidiana. El trabajo de inmersión en la época fue realizado por Naishtat y su equipo a partir de un intenso recorrido por material de archivo audiovisual y gráfico, como también apoyado en historias familiares y publicaciones recientes como Los años setenta de la gente común de Sebastián Carassai o 73/76 de Alicia Servetto. Desde esa búsqueda un archivo documental se inserta en la ficción para completar la cuidadosa caracterización del momento. No es un noticiero ni declaraciones de un político; en esta ocasión el género publicitario mostrará su capacidad de amoldarse a un momento y al mismo tiempo trasmitir los valores del mercado para todas las cuestiones de la vida. Conexiones Como todo relato histórico, este es construido desde un presente en particular, y en este caso son los mismos creadores de la obra quienes establecen algunos lazos. En distintas entrevistas tanto Naishdat como Grandinetti han planteado algunos puntos de contacto de la historia que desarrolla la película con situaciones actuales de fortalecimiento de sectores conservadores y las derechas en Latinoamérica y el mundo. La película, dijo el director, es un llamamiento a estar "muy activamente conscientes de la historia". El trabajo de fotografía estuvo a cargo del brasileño Pedro Sotero, quien trabajó en las producciones Sonidos vecinos y Aquarius, ambas críticas de la situación actual. En el reciente Festival de San Sebastián, Rojo obtuvo el premio al mejor director, mejor actor y fotografía, y al recibirlo Naishtat cuestionó las políticas culturales del actual gobierno con un discurso que tuvo amplia repercusión. La película comparte elementos de la temática con otras recientes realizaciones como La larga noche de Francisco Sanctis; sus realizadores, al igual que Naishdat, son parte del Colectivo de Cineastas, una nueva asociación que viene renovando la producción nacional desde la defensa del cine independiente y cuestionando las políticas de ajuste.
Lelio y el derecho a desobedecer El cineasta chileno Sebastian Lelio, ganador del Oscar 2018 a mejor película de habla no inglesa con Una mujer fantástica, dirige la película inglesa Desobediencia. La convocatoria para sumarse a esta obra partió de la misma productora y actriz Rachel Weisz. La elección de Lelio para dirigir esta película, que mantiene múltiples vasos comunicantes con sus obras anteriores, no es algo casual. La opresión familiar, sexual, religiosa, el lugar de la mujer, las convenciones y mandatos sociales, la hipocresía, son parte del universo que construye el cineasta, se ubique en Chile o en Inglaterra. Desobediencia está basada en una novela de Naomi Alderman publicada en 2006. La escritora vivió en Hendon, la localidad cercana a Londres habitada por una comunidad judía ortodoxa que es el espacio de desarrollo de la historia. La película atraviesa el recorrido de sus personajes en medio de este extraño espacio. Una comunidad con aspectos y costumbres heredadas de siglos pasados al lado de una ciudad moderna y conectada al mundo. Ronit (Rachel Weisz) es la hija de un importante rabino de Hendon; ella abandonó el pueblo hace años para vivir una vida libre y sin opresión religiosa en Nueva York. Tras la muerte de su padre vuelve para las ceremonias de despedida, y a partir del reencuentro con familiares y amigos se irán descubriendo múltiples capas. La trama central es la que surge del reencuentro con Esti (Rachel McAdams), una amiga que se quedó en el pueblo y soporta la vestimenta religiosa y sus costumbres que incluyen el uso de pelucas ocultando su pelo natural. A medida que avanza la interacción entre Ronit y Esti podemos descubrir el verdadero vínculo entre las amigas: un amor y atracción sexual que fue forzado a romperse en el pasado, y su reencuentro en el presente. El tercer protagonista de la historia es Dovid (Alessandro Nivola), amigo de la infancia de Ronit y Esti, discípulo del viejo rabino con un importante reconocimiento en la comunidad, y actual marido de Esti. Los tres personajes serán seguidos por la cámara y ocuparán su lugar de la historia, con un crecimiento particular. En el desarrollo de las contradicciones de cada uno se podrán descubrir complejidades, sembradas de a poco y buscando detalles por fuera de los estereotipos. El personaje de Esti, el más oprimido de todos, es quien más apuesta a rebelarse y Dovid, religioso y conservador, tendrá a su vez momentos de comprensión que pondrán a la amistad por encima de las normas que él mismo profesa y representa. El plano de un abrazo entre los tres amigos registrará una sensación de libertad apoyada en la amistad y necesariamente opuesta a los mandatos de la comunidad religiosa. Cada recorrida de las calles de Hendon y sus reuniones sociales expondrá rigidez, vigilancia, disciplina, papeles asignados en una forma de vida que parece repetirse rutinariamente durante siglos. Con un mundo exterior convertido en una cárcel será en espacios cerrados, lejanos y en soledad donde Esti y Ronit podrán encontrar la libertad necesaria para sus deseos. En su primer encuentro a solas, un beso entre ellas presenta quienes son, resguardadas de un mundo hostil escuchan “Love song” de The Cure, una banda de sonido mucho más acorde a sus vidas que los silencios impuestos. Si en Una mujer fantástica Lelio expone las múltiples dificultades de la diversidad sexual ante la opresión de la institución familiar, con Desobediencia suma el ángulo de la opresión religiosa, en este caso de la comunidad judía ortodoxa, pero claramente similar a la iglesia católica y otras. No es casualidad que la autora de la novela que inspira esta película es alentada y apoyada por Margaret Atwood. Pero a diferencia de El cuento de la criada, Desobediencia no es una distopía futura sino que se basa en la experiencia de vida actual de una comunidad real en un barrio del norte de Londres.
Los sicarios del agropower Las imágenes de un entierro dan inicio a Toda esta sangre en el monte. El sonido trae un llanto profundo y un grito por la injusticia que se continuará en otros a lo largo del documental. Voces de mujeres que con su dolor, testimonio y lucha no dejarán dudas de quienes son los culpables. Es que en menos de un año fueron asesinados dos jóvenes del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase Vía Campesina). Cristian Ferreyra tenía 23 años cuando le dispararon el 16 de noviembre de 2011 y once meses después asesinaron a Miguel Galván. Estas muertes suceden junto a cotidianas persecuciones realizadas por patotas y sicarios a sueldo contratados por terratenientes y empresarios que buscan avanzar sobre las tierras de las comunidades para acrecentar sus ganancias. La película intercala el seguimiento del juicio por el asesinato de Cristian Ferreyra y la movilización del Mocase VC para exigir justicia, junto a un registro de la vida en la comunidad que va descubriendo en el presente las mismas causas que crean y recrean "toda esta sangre en el monte". La cámara acompaña la experiencia campesina al interior del monte santiagueño. El trabajo humano que transforma la naturaleza está retratado en distintos planos que descubren el lugar y acercan al público a esta realidad. La producción cotidiana de alimentos, el trabajo y la vida en comunidad están en amenaza constante por quienes buscan apropiarse de las tierras para avanzar con sus agro-negocios. El registro directo observa, acompaña y está en confianza con los protagonistas. La cámara se sube a un tractor, se va de caza, observa cuando matan animales, está allí, es parte. Los relatos surgen en medio de caminatas y trabajo, sin entrevistas directas, ni voz en off. El realizador Martín Céspedes trabajó desde el 2012 con las comunidades del monte santiagueño y en ese sentido la película puede aportar una mirada desde adentro. En un momento dos personas caminan de espaldas y comentan sobre las superficiales experiencias de algunos becarios universitarios, “los que vienen hacen su tesis y se van sin entender nada”, y “hasta algunos se vuelven vegetarianos al volver porque les dio impresión ver como se mata un cabrito”. La realización de la película rompe con esta distancia. Un cielo despejado es cubierto por nubes hasta volverse plomizo. De la calma a la tormenta, una misma idea que a lo largo de la historia se repite en amenazas constantes contra las comunidades campesinas. El avance del juicio por el asesinato de Cristian encuentra al Mocase VC organizado, realizando acampes y actos para lograr la condena tanto al autor material, el sicario Javier Juárez, y el resto de los integrantes de la patota para-policial, como al autor y responsable intelectual, el terrateniente Jorge Ciccioli, que fue quien lo contrató. La lucha colectiva por justicia se expresa en la imagen de cada rostro atento a los testimonios, a las reflexiones en el acampe junto a las organizaciones solidarias, en otro retrato de Nora Cortiñas, como siempre en el álbum de todas las justas luchas. La defensa de los asesinos miente y difama al movimiento campesino. Afuera los terratenientes siguen marcando la tierra con postes, muestran títulos de propiedad truchos y amenazan, otros sicarios serán convocados nuevamente. El sonido del dolor vuelve. “Me lo ha muerto a mi hijo” grita en el juicio entre llantos la madre de Cristian Ferreyra y son las mujeres nuevamente las que denuncian las verdades, familiares y compañeras, desde el dolor y para continuar la lucha. Pero la justicia solo escucha patrones, y en diciembre de 2014 el sicario es condenado tan solo a 10 años de prisión y quien lo contrató, el autor intelectual, es absuelto. Un resultado acorde a la política agropecuaria de los distintos gobiernos que hace años dan impulso a un modelo empresarial sojero responsable de los desalojos, la muerte y la contaminación. La injusta sentencia no paraliza, las imágenes de la lucha colectiva y las voces contra la impunidad crecen y se multiplican en la pantalla.
La intimidad y sus huellas En La intimidad la cámara observa y reflexiona junto a quienes registra. Se detiene en detalles, siente presencias, habita un lugar familiar, espía y también acompaña. La mirada descubre entonces lo que sucede luego de la muerte de una mujer de 96 años. La abuela Irene, habitante de Germania, un pequeño pueblo de 1500 habitantes, tranquilo, en la provincia de Buenos Aires. Su familia se reúne para desarmar la casa y decidir qué hacer con las ropas, muebles, objetos y recuerdos de toda su vida. Andrés Perugini filmó a su abuela durante varios años y considera el registro “un material sensible, cargado de intimidad”. Cuando ella murió y sus hijos se reunieron para desarmar la casa y ponerla en venta, pensó que sería interesante filmar —en su ausencia— el proceso de deshabitar el espacio, la relación que allí se establece entre los herederos y lo material, lo que queda. En cada objeto se puede identificar a la abuela Irene y en ella a muchas más. Empapelado en la pared, muebles antiguos y todo tipo de vajilla, que a través de los años y reuniones familiares ha sido acumulada en sus diversos diseños y funciones, y como deja claro la cantidad, nunca descartada. Ropa guardada y sin usar, papeles de todo tipo, se deja ver el cuidado por cada elemento que registra el paso de un tiempo no descartable, donde todo se puede guardar para algún nieto, algún amigo, para algún futuro. Entonces el futuro llegó y los espacios se vacían. El realizador observa el proceso desde adentro, descubre y escucha. La intimidad se construye en un ámbito de confianza familiar y así las palabras son claras, fluyen, permiten conocer. En una reciente entrevista Perugini cita a una frase de un escritor que le resultó inspiradora “transformar el dolor en aventura”. Entonces el documental se transforma en la aventura de descubrir y conocer, un trabajo que apunta a registrar “las huellas que dejan las personas en el tiempo y cómo el espacio puede ser testigo de esto”. La intimidad de Irene es descubierta en el registro de Andrés que da inicio a la película, como también en el proceso de deshabitar su casa registrado años después. Las personas dan una identidad a su entorno, en sus objetos, sus plantas, el comportamiento de sus gatos vecinos están las huellas de una vida que al momento de retirar los objetos se transforma. Así la casa vacía recibe a nuevos habitantes que hacen propio el espacio y le otorgan una nueva identidad, entonces surge la pregunta ¿Es posible borrar las huellas del pasado? El proceso de observación tranquilo y atento, la escucha paciente y clara, un registro que contempla y reflexiona aportan un material sensible que será organizado en función de encontrar algunas respuestas. Andrés Perugini realiza su primer documental como un verdadero “director de orquesta”, su experiencia como sonidista se valora en una toma directa de calidad que no pierde detalles, su cámara solitaria conquista la confianza para ser parte sin molestar, capturar sin forzar poses, encontrar los encuadres en un lugar que es parte de su historia. Para Perugini “La casa es el primer mundo del ser humano y allí se hace más profunda la relación de intimidad. El desarme de la casa de mi abuela me permitió pensar que, por más que se intente, hay huellas imposibles de borrar. Algo intangible que remite a ella quedó impregnado en esas paredes, en esos espacios, en la energía de los gatos sin dueño que recorren el jardín donde, aun sin riego y entre la maleza, siguen floreciendo las rosas y flores en cada estación”.