Clasificada en su versión original como comedia dramática, Despedida de soltera significa el debut como directora y guionista de Leslye Headland, con producción del también actor Will Ferrell.
Cuenta acerca de la víspera de casamiento de Becky (Rebel Wilson), la cuarta de un grupo de amigas neoyorquinas, compañeras inseparables de colegio, que no se ven desde ya no saben cuántos años, tan frívolas como las mujeres de Sex an the city, aunque mucho más hipócritas respecto de sus sentimientos.
Es que Becky es la gordita y looser del grupo, pero se destapó con la noticia de su inminente matrimonio con Dale (Hayes McArthur), el más codiciado de sus ex compañeros.
A instancias de la perfecta Regan (Kirsten Dunst) --quien fuera elegida reina del baile de egresados--, regresan a la Gran Manzana Lena (Lizzy Caplan) y Katie (Isla Fisher), para sumarse al séquito de damas de honor (el título original).
Una adicta al sexo, la otra cocainómana, son advertidas por Becky acerca de la necesidad de bajar los decibeles. Ella será, en breve, la protagonista de una boda perfecta que no desea ver manchada por algunos eternizados pecados de juventud.
Lejos de los pedidos, Regan --recelosa por no haber sido la primera del grupo en casarse-- y las descontroladas Becky y Katie deciden hacer una despedida de soltera sin novia, donde el sexo, la droga y el rockanrol lucen a gusto y placer, máxime cuando las chicas se cruzan en su itinerario con la despedida secreta del novio, donde aparecen algunos amores del pasado y, por qué no, con posible futuro.
Comedia al fin, Despedida de soltera intenta reírse del rito de las damiselas que cortejan el paso de una novia de apariencia virginal; ironiza sobre los límites entre la amistad y la conveniencia y procura rescatar valores y resarcir a los protagonistas.
El asunto es que banaliza temas tan complejos como el consumo de drogas duras o el aborto, y llega a situaciones que, por procurarse el absurdo, caen en lo grosero.
Muy lejos se encuentra esta película de títulos que explotan temas similares, como las amistades adolescentes que persisten tanto como las costumbres non sanctas, las encrucijadas hacia la madurez o su postergación, y una ristra de etcéteras que vienen de la mano, con la serie de American Pie o la más reciente ¿Qué pasó ayer?
Avalada por un comediante que se toma o aborrece con idéntica definición, la directora tampoco logra hacer un buen uso del elenco que tiene en sus manos, un grueso de actores de mediana edad de primer cartel.
Pochoclera y escasamente inteligente en contenido y forma, tiene muy poco o nada para ofrecer.