Los amantes regulares
Con una vasta carrera como cortometrajistas Marques y su colaboradora Hughes Guerreiro debutan en el largo con un film que combina -en general con buenos resultados- el ensayo político y el drama romántico juvenil. En efecto, se trata de una mirada impiadosa al Brasil de los años ’80 (y también de hoy) combinada con un relato de iniciación en el marco de la escuela secundaria.
Estamos en 1984 y las imágenes de archivo (y Caminhando, la mítica canción de Geraldo Vandré) nos recordarán que en Brasil se luchaba en las calles por Diretas Já, elecciones libres para salir de una dictadura militar tenebrosa. El movimiento no consiguió su objetivo (el voto fue indirecto), pero terminaría pocos meses después con la elección de Tancredo Neves, quien murió antes de asumir por lo que la presidencia recayó en José Sarney.
En ese contexto y en el ámbito de una escuela secundaria bahiana, aparece el protagonista del film, Caio (Pedro Maia), un muchacho de 16 años que vive con su madre (su padre ausente sólo les pasa dinero y lo llama ocasionalmente) y profesa sus ideas anarquistas, mientras experimenta sus primeras relaciones afectivas y cultiva sus gustos musicales. La aparición de Fernanda (Sophia Corral), una simpática chica con la que rápidamente conectará, y la posibilidad de participar en las elecciones del centro de estudiante aparecen como formas de canalizar su frustración, su descontento, su enojo, su bronca, su furia.
En sus mejores momentos, Después de la lluvia remite al cine de Olivier Assayas y al Philippe Garrel de Los amantes regulares; en otros, a situaciones más alegóricas y pintoresquistas del Bernardo Bertolucci de Los soñadores y a la autóctona Tango feroz. Más allá de sus desniveles, se trata de un film inteligente, sincero y bastante provocador. Las heridas de Brasil todavía siguen sangrando.