De tal padre, tal hijo
Qué curioso proyecto de vanidad que es Después de la tierra (After Earth, 2013). Está basado en una historia de Will Smith, producido por el matrimonio Smith, y protagonizado por Smith; y su hijo Jaden Smith. Los Smiths ya habían interpretado a padre e hijo en En busca de la felicidad (The Pursuit of Happyness, 2008), pero aquella era una película tierna y sensible comparada a este opus del nepotismo, cuya trama trata del hijo de un famoso que es guiado por su propio padre para convertirse en alguien tan hábil, tan respetado y tan exitoso como él.
La historia se sitúa en un futuro en el que la humanidad, habiendo “arruinado” la Tierra, ha colonizado otras galaxias y frecuentemente guerrea contra unas criaturas llamadas Ursa. Son ciegas, pero su sentido del olfato es tan bueno que pueden, literalmente, oler el miedo. Los mejores guerreros “fantasmean”: simplemente, son capaces de suprimir el miedo, y con ello, las emisión de feromonas delatoras.
Uno de esos guerreros es el general Cypher Raige (Smith padre), cuya nave se estrella en la superficie terrícola, matando a todos los tripulantes y rompiéndole las piernas. Sólo su hijo Kitai (Smith hijo) sobrevive intacto. Llevaba el cinturón puesto. Su padre le da una misión: debe atravesar 100km de densa y peligrosa jungla para recuperar un faro que les permita mandar un SOS a casa. De lo contrario, Cypher morirá por pérdida de sangre, y Kitai probablemente muera de hipotermia de noche, o por falta de oxígeno, o engullido por alguno de los múltiples animales (horriblemente diseñados por computadora) que le dan caza.
No se deje engañar. La película será de ciencia ficción, pero en lo que ciencia refiere, sólo se interesa por lo cosmético, como naves espaciales y un bonito sable que está a algunos efectos sonoros de ser propiedad de George Lucas. No se entiende por qué la Tierra se congela de noche, o por qué hay falta de oxígeno cuando los árboles parecen ser la especie dominante del planeta. ¿No nos asegura el prólogo que la Tierra fue “arruinada”? Se la ve mejor que nunca: posee una sana biosfera, rica en diversidad de fauna y flora, y libre de contaminación humana.
El prólogo habla y expone y habla acerca de la colonización del espacio y la guerra contra los Ursa, pero nada de ello es relevante a la trama. Es sólo una excusa para introducir a una criatura maravillosa que refuerce la necesidad de “elegir no tener miedo” lo más literalmente posible. Este es el tipo de historia alegórica que podría ser contada en cualquier lugar, en cualquier momento, y de hecho una vez que Kitai se encuentra correteando por la selva, la película sufre de una notable falta de imaginación, como si pretendiera sostenerse sobre el magro esqueleto de la estructura narrativa más básica y predecible.
El director es M. Night Shyamalan, pero no sabrán eso por ver los tráileres. Su ego se ha abstraído casi totalmente de la película y de la millonaria campaña publicitaria que la precede. ¿Qué le habrá atraído del proyecto? Se parece un poco al tipo de fábula moral que suele contar. Es su trabajo más mercenario a la fecha, y posiblemente sea su mejor película desde Señales (Signs, 2002), lo cual no es mucho decir, pero ahí lo tienen.