En una galaxia muy lejana
Un padre (Will Smith) y un hijo, encarnado por Jaden Smith, hijo del actor en la vida real, viajan a una Tierra destruida por una catástrofe y se enfrentan a peligros varios.
Diez películas ya tiene M. Night Shyamalan, la mayoría estrenada en nuestro país con importante suceso, especialmente Sexto sentido (1999). Pero el cineasta de la India hace tiempo que no tiene a su lado a Bruce Willis y a un guión de buena factura. Más aun, luego de El protegido vendrían los puntos muertos de su filmografía: la horrible Señales, la presuntuosa La aldea, la extrañeza camp de La dama del agua y el desatino fílmico de El último maestro del aire. Ya sumergido en las grandes ligas del mainstream, Después de la Tierra es el ejemplo perfecto que sirve para llegar a un par de conclusiones. Por un lado, afirmar que Sexto sentido es su mejor película; por el otro, y aunque resulte paradójico, plantear ciertas dudas sobre aquel film con el niño protagonista que veía muertos. Ocurre que Shyamalan es un ilusionista del cine, con aspectos visuales que merecen rescatarse, pero también, un gran farsante que trata a la imagen como un mago decadente al que se le escapó el público por la ventana. Aquel cine de ideas que mostraban Sexto sentido y algunas zonas de El protegido, cuesta reencontrarlo en Después de la Tierra, una cinta caníbal sin culpa alguna y una especie de grandes éxitos de los últimos años cocinada por un cineasta que dejó de ser original. Cypher Raige (Will Smith) junto a su hijo Kitai (el vástago de Smith) viajan a la Tierra, un planeta destruido luego de la catástrofe. Un accidente impide que el padre comande la misión de encontrar el objeto de rescate (una especie de baliza), por lo que el adolescente cumplirá el mandato de convertirse en un auténtico soldado como su progenitor. Esa es la historia: dos personajes, un planeta destruido, una serie de peligros y amenazas, animales buenos o malos con los que cruza el chico, un par de monstruitos (los "Ursa") que meten algo de miedo. Todo esto piloteado por el padre desde la nave destruida, con una pierna rota, mientras su hijo corre de acá para allá a la búsqueda del objeto salvador. Sí, como si se tratara de un videojuego de 100 millones de dólares al servicio de un par de sustos. Más allá de que soportar a Smith amplificado resulta una tarea titánica, esta cruza de Una aventura extraordinaria (el film de Ang Lee de este año) pero en espacios abiertos y algún momento que recuerda a Apocalypto de Mel Gibson (ahí estarían los pocos aciertos de Después de la tierra), sorprende por la incapacidad de Shyamalan por construir algo fuera de norma, como fueron sus dos únicos films de interés. En esos momentos, se confirma el escaso vuelo de un director al que una década atrás se lo consideraba un genio innovador dentro del Planeta Hollywood.