Veo Gente Muerta…
A veces me pregunto que es lo que tanto nos entusiasmó hace más de diez años atrás del cine de M. Night Shyamalan.
O sea, ¿que cambió, que se perdió en el camino? O acaso, fue siempre así, un vendedor de humo y no nos dimos cuenta.
Desde que vimos Sexto Sentido, podíamos percibir que se trataba de un realizador atraído por el didacticismo, la moralina barata, los diálogos pretenciosos y situaciones al borde del absurdo y del ridículo. Pregunto nuevamente, ¿cambió el director o se aburrió el espectador?
Quisiera pensar que la culpa provino de Shyamalan, aunque no se puede negar que después de Sexto Sentido todos esperábamos la siguiente obra de suspenso con grandes expectativas, ansiando la escena final donde posiblemente, el director nos sorprendiera con alguna imprevista vuelta de tuerca.
Lo cierto es que sacando a La Aldea, nunca más hubo sorpresas en el cine de Shyamalan. Ni siquiera en sus mejores obras, como El Protegido o la subvalorada Señales.
Es que en esencia, esta tetralogía de films “interesantes” se caracterizaban por tener personajes de carne y hueso, con dudas, ambigüedades y actitudes austeras, climas bien logrados, un ritmo más lento que el habitual para los cánones de Hollywood y alguna que otra situación algo ridícula que el director no pretendía ocultar bajo un manto de pretenciosidad.
El problema vino a partir de La Dama en el Agua, film en el que siguieron las metáforas, pero esta vez en forma más explícita, y el ridículo traspasaba la barrera del humor para filtrarse en un tono absurdo que no provocaba gracias sino lástima. La pobre historia, los unilaterales personajes y el poco impacto visual tampoco acompañaba al film.
Con El Fin de los Tiempos, algo mejoró. Fue difícil salir del ridículo con una historia clase B que incluía plantas asesinas, pero al menos había climas interesantes y mejores interpretaciones. El resultado no era bueno, pero zafaba.
Todo se vino abajo con la paupérrima El Último Maestro del Aire. Fallida fue poco, aburrida también. La incoherencia e insulto cinematográfico de la adaptación del premiado animé no admite críticas benevolentes. Era mala y punto.
Con Después de la Tierra, las expectativas venían bajas. A partir de una historia del propio Will Smith, como vehículo para que su hijo Jaden demuestre sus cualidades interpretativas, Shyamalan realiza una obra de ciencia ficción cuyo prólogo es demasiado similar al de Oblivion, el Tiempo del Olvido de Joseph Kosinsky con Tommy Cruise. La Tierra devastada, los humanos en otro planeta, la lucha con seres extraterrestres y el regreso al planeta. Padre e hijo son los únicos protagonistas de una historia que amaga con tener un mensaje ecológico, pero no.
Como bien dice mi colega Tomás Maito, los protagonista podría haber caído en la Tierra o Pandora. Para la situación es lo mismo. Al igual que en Señales o El Protegido, el vínculo filial es el centro de la historia: un militar perfecto, herido que deposita su vida en la confianza de un hijo que demostró no tener las cualidades físicas que él pretendida. El hijo, por su parte, debe demostrar al padre que tiene coraje: madurar y poder sobrevivir en la selva, cuidándose de animales y salvajes, y postergando para el final, el enfrentamiento con un monstruo de otra galaxia. Papá Smith desde su nave, guía cual Yoda a su hijo a su destino final.
Si bien la premisa podría ser interesante, la sobrecarga del discurso, sumado a innecesarios flashbacks que incluyen a una hermanita muerta, terminan por convertir al film en un obvio discurso aleccionador. La lucha por la supervivencia carece de suspenso y tensión, las fieras no generan miedo, los peligros son demasiado ingenuos y las metáforas son demasiado explicadas. Entonces, tenemos dos personajes simples, estereotipados, caricaturescos sin un relato que sostenga el conflicto en acciones concretas.
Shyamalan ha perdido ese poder de concentrar la expectativa del espectador gracias al uso del fuera de campo. Solamente lo utiliza en dos escenas, donde el punto de vista del protagonista es esencial para conseguir un poco de misterio. El problema, es que a veces confunde dicho punto de vista, y no entiende que es innecesario mostrar tantas veces a Will Smith sufriendo en la nave.
Las interpretaciones tampoco ayudan. Smith padre debe poner cara seria todo el film, pero no resulta verosímil. De hecho parece aburrido. Smith Jr. en cambio está sobreactuado, exagerando cada gesto de miedo, para enfatizar su inseguridad. En esta perspectiva es que Shyamalan parece tomar el pelo al espectador. No necesitamos ver el sufrimiento constante de ambos personajes.
El resto es el joven Jaden corriendo por la selva sorteando peligros como si fuera un video juego o el protagonista de Apocalypto.
A pesar de todo – de que el film hace agua en todas partes, aburre, copia para mal una pelea de El Señor de los Anillos: Las Dos Torres – se nota una mejoría en Shyamalan, a comparación de sus últimas películas. No sé como explicarlo, pero pareciera que algo se está recuperando con respecto a la visión temática. Nuevamente vemos una relación padre-hijo distanciada, donde el conflicto está en que el padre reconozca a su hijo como adulto, y a la vez el menor se reconcilie con su padre. Por otro lado, el nivel de ridiculez ha disminuido. El absurdo queda escondido. Es como si el director pretendiera demostrar que está para cosas serias nuevamente.
Si bien este no es el caso, confío que en próximas obras, este director, de origen hindú, fascinado por el mundo espiritual, las relaciones intimistas y el suspenso dramático nos va a volver a confirmar porque en algún momento, lo consideramos un autor industrial para tomar en cuenta. Hay señales dispersadas en Después de la Tierra, que se escapan a una interpretación concreta. Digamos que es intuición… o llamémoslo sexto sentido.