Pocas veces un director japonés tiene tanta participación en el mercado argentino como en el caso de Hirokazu Kore-eda. Este año vuelve a nuestras pantallas con el maravilloso film Después de la tormenta, nuevamente con la familia como tema central. Encuentros, desencuentros y muchos toques de humor, la receta perfecta para un film cautivante y emotivo.
El padre de Ryota falleció y él y su hermana sienten la necesidad de congregarse alrededor de la madre. Ella, por su parte, parece casi aliviada de haberse librado de ese hombre que no le permitió ser. Ryota se siente confuso en los sentimientos hacia su padre, por un lado recuerda al compañero que fue durante su niñez, pero por otro reniega del hombre que lo descuidó a causa de su adicción al juego.
El gran problema es que, sin darse cuenta, Ryota repite la historia y pierde a su mujer y la custodia de su hijo, en medio de deudas, adicción al juego y una carrera de escritor que se fue a pique por la falta de claridad del personaje. Es así que en plena temporada de tifones, la familia Shinoda tiene que reencontrarse para poder, entre todos, unir las distancias que los separan, para que padre e hijo puedan así establecer su vínculo, tan necesario en la formación emocional del chico.
Si bien las situaciones que nos muestra el director en Después de la tormenta están delineadas a la perfección, con un sólido guion plagado de momentos graciosos -particularmente a cargo del personaje de la madre viuda-, son los personajes los que vuelven muy querible a este film. Carismáticos, bien delineados y que no caen en lugares comunes, son humanos ante todo y se muestran así. Incluso la hermana de Ryota tiene participaciones a partir de las cuales, -funcionando casi como un antagonista del personaje-, nos ayuda, cada vez más, a delinear los conflictos de esa familia.
El personaje de Ryota existe en un mundo en el que parece no caber. Todo en él está fuera de lugar, hasta es tan alto que no pasa por las puertas. Devenido en detective privado, pasa sus días entre el trabajo, las apuestas y espiar a su ex esposa que está rehaciendo su vida. Hiroshi Abe, actor carismático poco visto en nuestro país, crea a este personaje que está lleno de “lo que pudo haber sido” pero que nunca fue nada.
Sus días fluyen con un único objetivo aparente: volver a estar presente en la vida de su hijo a quien sólo ve una vez por mes. Pero en medio de ese objetivo, sus intentos se mezclan con sus debilidades y lo que observamos es una lucha constante del personaje por ser quien no es, al mismo tiempo que encuentra en la mirada de su hijo la decepción que el propio Ryota siente por sí mismo.