El regreso al país, el pasado del que huimos, y el intentar encontrarse con uno mismo son los ejes sobre los cuales se construye Paraíso, una película introspectiva que observa la crisis existencial de su personaje principal. Se estrena en Cine.Ar Play. Sofía vuelve a la Argentina luego de varios años de vivir en Europa y se encuentra perdida. Se rodea de ruido y gente para no sentir el aplastante silencio del paisaje de Traslasierras que la rodea por completo. Como parte de su proceso de reinserción, en este mundo que dejó atrás hace unos años, invita a Lautaro a pasar unos días con ella, ese ex novio a quien abandonó para irse afuera. Pero el reencuentro va a estar signado por los reclamos de un pasado que ella debe revisitar para poder seguir adelante. La mente de Sofía parece estar dividida en dos polos totalmente opuestos del espectro emocional. Por un lado busca evadirse con música fuerte, alcohol y drogas de la realidad que la circunda y por otro es ella misma quien invita a su ex, quien encarna, no muy sutilmente, toda la carga de un pasado del cual ella huyó sin tener muy en claro por qué. Así conocemos a Lautaro que acude a la cita sin mucha idea de qué esperar, pero con la clara expectativa de un reencuentro con la persona que vio partir años atrás. Se encuentra, sin embargo, con que ella pone en escena situaciones en las cuales la reconexión se vuelve compleja, mediada por amigos, peleas y reclamos que parecen tener más que ver con su propia frustración y no con situaciones relacionadas con él, presente incondicionalmente a su lado en cuanto ella lo llama. El film nos muestra esta dualidad con dos puestas en escena muy diferenciadas la una de la otra. Por un lado, la contemplación de los paisajes, las escenas relajadas entre Sofía y Lautaro y el silencio cómodo que a veces se da entre los dos, y por otro lado, la música fuerte, los planos cortos sobre el rostro del personaje y las discusiones provocadas sin mucho sentido más que el de la pelea en sí misma. Las charlas son muy explícitas y demasiado explicativas y el contraste que se da con la prolija y muy lograda fotografía, no sólo de los paisajes sino también de la casa y los personajes, le termina restando mucho potencial a esto último que hubiese sido más que suficiente para expresar las idas y vueltas de los protagonistas y toda la angustia y el enojo que llevan acumulados. Estos dos códigos, entre los cuales fluctúa Paraíso, no están orgánicamente yuxtapuestos en el film y pierden fuerza cuando son interrumpidos por su contraparte estética, sobre todo cuando los conflictos entre ellos dos son resueltos con charlas plagadas de palabras que se contraponen con la sutileza de los momentos contemplativos del film. Y si bien cumple con el cometido de reflejar el estado anímico cambiante de Sofía, no siempre logra transmitírselo al espectador que mira distanciado a ese personaje que no sabe lo que quiere, generándole más juicios que empatías hacia el personaje. Paraíso es un film que deambula entre lo contemplativo y lo explícito, sin tener un punto intermedio para el espectador y allí, seguramente, es donde falla al intentar reflejar las emociones que su personaje tiene arraigadas muy dentro de su personalidad, pero con las que el espectador nunca logra conectar del todo, volviéndose un poco redundante y carente de ritmo.
La pregunta ¿cómo se construye una ciudad desde cero? es el punto de partida para El mundo entero, un documental sobre vida y obra de Francisco Piria, el utópico fundador de la ciudad uruguaya de Piriápolis. Se estrena en Cine.Ar TV y Cine.Ar Play. La premisa es clara: seguir la vida de Francisco Piria, un uruguayo con sangre europea que, sorteando escollos y nunca bajando los brazos, pasa de huérfano sin recursos a gobernador de su propio pueblo. En ese camino, el documental nos lleva a recorrer los distintos estadios que este curioso personaje atraviesa en pos de transformarse en una de las personas más exitosas de las que haya registro histórico. Aunque la pregunta que se plantea el film tiene que ver con la construcción de Piriápolis en sí, el recorrido por el que nos lleva el director va a ser diferente, no nos interesa la ciudad en sí misma, sino la construcción de una utopía, la vida de un hombre que parece no conocer lo imposible y que, por proeza, por alquimia o por una combinación de ambas, logra todo lo que se propone. El mundo entero nos lleva a recorrer la vida completa de Francisco Piria, adelantándonos desde un principio quién es y qué logró, pero proponiéndonos un viaje especular, entrevistando a historiadores que ahondan en lo fáctico de su obra, en los datos recabados sobre él como persona e incluso en todo lo referente al posible aprendizaje de la alquimia y cómo esa doctrina pudo haber sido responsable en parte de su éxito. Lo cierto es que mientras todas esas miradas no se contradicen, tampoco se tocan y cada historiador busca sostener su punto de vista como el preponderante, los logros en la vida de Piria se suceden uno tras otro y en contra de todas las adversidades que el destino pone en su camino. La visión del director Sebastián Martínez es hipnótica. Comparte con los historiadores la fascinación por la vida de Piria, pero sobre todo nos transporta como espectadores a una Piriápolis alejada del centro turístico que puede ser hoy, una ciudad soñada, un proyecto de ingeniería, arquitectura y planeamiento que parte de un descampado minero transformándolo en un pequeño pueblo que deviene en una ciudad, pero que en cada detalle arquitectónico denota una mirada transcendental de lo que para otros sería mundano, la personalidad de su fundador enmarcada en cada una de las piezas construidas. La música que impregna el film nos transporta a un universo de misterios y epopeyas que no tuvo precedente en la historia y que sólo sería repetido en el monumental proyecto que Walt Disney lleva a cabo en el estado de La Florida, EEUU, y que, tal como ocurre con este último, está tan teñido por la magia que cualquier intento de racionalización se muestra fallido. El mundo entero es un fascinante paseo estético y de descubrimiento, pero no del proceso de creación de una ciudad por parte de un particular, sino de la vida y el espíritu de ese personaje: Francisco Piria, un hombre que está rodeado de un halo místico que es tan intrigante y fascinante como para que, ni el director ni el espectador quieran descubrir toda la verdad que yace latente en cada centímetro de construcción de esa obra monumental que es Piriápolis.
Costa Rica, Italia y Japón no parecen tener mucho en común, pero en ¡Que vivas 100 años! el director Victor Cruz nos lleva a recorrer estos tres países en tres de sus ciudades para conocer a algunos de sus peculiares habitantes. Se estrena en Cont.Ar y en la TV Pública. En Costa Rica, una madre y abuela de 109 años recibe a sus hijos de casi 90, que la pasan a visitar, y charla con ellos con una lucidez asombrosa. En Cerdeña, Italia, un hombre de 93 años festeja su cumpleaños al mismo tiempo que sueña con volver a volar. En un pueblo de Okinawa, una casi centenaria anciana lamenta la muerte de su hijo, ocurrida hace 3 años, y da por finalizado el duelo para volver a participar junto con las otras abuelas del lugar en un grupo de música pop con coreografía y todo! Estos son sólo tres de los personajes que nos muestra este documental centrado en la vida de personas muy longevas, pero que también incluye atisbos de la vida de las comunidades en las que habitan. ¡Que vivas 100 años! nos lleva a recorrer la historia de los personajes sin centrarse en ningún acontecimiento en especial, no quiere retratarlos siendo entrevistados ni quiere experiencias que muestren lo excepcional de esas vidas longevas que los personajes llevan, sino que sólo pretende mostrar el simple devenir de la existencia que, aún a tan avanzada edad, transcurre con naturalidad para todos. Sin intentar aleccionarnos sobre la vida, el film nos muestra que en algunos casos la edad es no solamente un estado emocional, sino también una construcción social. Nadie parece sorprendido por la que tienen los personajes ni pretende menos de ellos por considerarlos demasiado viejos para algunas cosas. La mera observación de los personajes y de quienes los rodean, por momentos no alcanza para construir un relato muy fluido, pero de todas maneras la película logra que nos sintamos cerca de esos seres que, con más o menos dificultades motrices, no están todavía ni cerca de dejar de disfrutar la vida. ¡Que vivas 100 años! es una de esas películas que acarician un poco el espíritu en momentos donde todos lo necesitamos. A través de tres capítulos o episodios filmados en lugares y entornos totalmente diferentes, vemos personajes que superan obstáculos físicos y emocionales para poder disfrutar de la bendición de tener una larga y próspera vida por detrás, y un todavía gran futuro por delante.
El documental Perón y los judíos busca desandar la relación conflictiva que la colectividad judía tuvo con el peronismo desde sus comienzos y que, hasta el día de la fecha, los encuentra enfrentados con un fanatismo a veces imposible de comprender. Se estrena en Cine.Ar TV y Cine.Ar Play. Sergio Shlomo Slutzky dirige esta investigación sociológica partiendo del supuesto que, según sus amigos, su padre era el “típico judío gorila”. Con el surgimiento de la categoría de “gorilas” en la mirada sociopolítica del país, el director inmediatamente se encuentra con una realidad en la cual la mayoría de los judíos de la Argentina, pero también quienes viven alrededor del mundo, tienen una imagen muy negativa de Perón basada, en gran parte, en el supuesto antisemitismo del movimiento peronista en el país. Desde el comienzo del film, rápidamente se percibe que hay una especie de engaño en el título, ya que en realidad vamos a estar tratando de desandar la relación de los judíos con el peronismo y no al revés. Esto es muy interesante -particularmente en este momento del país y por qué no del mundo-, porque deja al descubierto uno de los mayores problemas estructurales de la posición de los pueblos sobre la política: la postura binaria. Vemos entonces cómo el hecho de que se considere a Perón como un héroe o un demonio, sin ningún tipo de matices, se traslada directamente a la sociedad en la cual o se es peronista o se es gorila, pero no hay un análisis más profundo de la situación. Así, desde el comienzo del film, el director nos muestra cómo el investigador Raanan Rein desmitifica mucho de los preconceptos que en nuestra historia se tomaron como hechos fácticos que demostraban el antisemitismo no sólo del movimiento peronista, sino del propio Perón. En el recorrido de Rein también hay detractores que tienen pruebas sobre la conflictiva relación del movimiento político con la comunidad judía del país y personas que avalan sus dichos. El recorrido es muy interesante y nos lleva a revisar unas cuantas de las situaciones que, con mucha incredulidad, vemos hoy día en nuestro país sobre cómo los rumores instalados en el centro del debate pueden más que los hechos fácticos que se presentan. También es interesante ver cómo el mismo Rein permite, en algunos momentos, que ciertas controversias lo superen en sus propias argumentaciones, dando un atisbo de cuál es en parte una de las trabas que impiden desandar este camino de odios y fanatismos. Perón y los judíos es una investigación que refleja, en su seno, un problema mucho más profundo y abarcativo que la relación de la comunidad judía argentina con el ex presidente, y que le permite al espectador tener una mirada mucho más profunda sobre cuáles son las batallas instaladas en la sociedad como parte de la agenda política de los medios y los partidos en pos de buscar hacerse de la mayor cantidad de votos con la menor cantidad de críticas posibles.
Lava, de Ayar Blasco, es cine de animación argentino, con una estética propia, un buen guion y algo interesante para contar. Se estrena en Cine.Ar TV y Cine.Ar Play. Debi es una tatuadora que está comenzando a hacer sus primeros pasos como artista independiente. Vive con su amiga Nadia con quien parece llevarse muy bien. Pero todo cambia esa noche cuando, reunidos con el novio de Nadia y un amigo, a punto de ver un capítulo de una serie muy popular, la señal es interrumpida por una imagen extraña que se va moviendo mientras varios diseños se ven en pantalla. Nadia entonces entra en una especie de trance del cual los otros tres no la pueden despertar. Y cuando la imagen se detiene y todo vuelve a la normalidad, ellos se asoman por la ventana para encontrar un caos por todos los accidentes que se produjeron durante la transmisión de las imágenes. Guiados por un libro de comics llamado Lava, Debi y los chicos se embarcan en la carrera no sólo por la supervivencia, sino por derrotar a los invasores lacrimales, una banda de alienígenas que tomaron el control de los medios de comunicación masivos en la tierra. Aquellos espectadores que se decidan por ver este film se encontrarán con varias gratas sorpresas. Por un lado, el relato fluye con mucho ritmo y no tiene tiempos muertos, lo cual lo hace muy disfrutable para las nuevas generaciones, para las cuales la inmediatez es parte de su vida cotidiana. Además, la historia que cuenta no refiere solamente a un mundo al borde del apocalipsis, sino que invita a una reflexión sobre la relación de la sociedad con los medios de comunicación y las nuevas tecnologías. Lava escapa, con una estética propia, a la comparación obligada del cine de animación con la industria, particularmente con las películas de Disney. No busca ser perfecta, sino nutrirse de su propia estética. Tiene autoconciencia y se burla, cada tanto, con comentarios ácidos respecto a sus dibujos y eso es algo mucho más disfrutable que algunos otros intentos de equiparar un film de animación argentino con el producido en el seno de una industria cinematográfica multimillonaria, comparación que siempre sale mal. Aunque el diseño de sonido puede no apreciarse del todo fuera del contexto de una sala de cine, se percibe el trabajo que hay detrás del mismo. Los diferentes tratamientos de los efectos sonoros, pero también de las voces, ayudan a generar el clima que el film necesita para lograr un mayor verosímil. En ese sentido, otro punto donde se destaca es en el doblaje de voces que logra, sin ser algo extraordinario, con pequeñas modificaciones a lo largo de la película, acompañar las diferentes situaciones y el cambio de código que las mismas proponen. Lava es un producto muy interesante, que podría conformarse con reproducir lugares comunes pero que elige sabiamente un camino más intrincado al decidirse por contar una historia que no es sencilla, sino que busca generar una reflexión en el espectador, presentándose al mismo tiempo como un film con una estética propia y particular, y un código estético atrayente para las nuevas generaciones de espectadores ávidos de ver retratadas en la pantalla sus propias angustias e intereses.
Con un poco de comedia y algo de nostalgia, La maldición del guapo cuenta una poco original historia de reconciliación entre un hijo y su padre. Se estrena en Cine.Ar TV y Cine.Ar Play. Humberto vive su vida en España, luego de haber cumplido una condena por una estafa millonaria en Argentina. Ahí también vive su hijo Jorge, con quién no puede recomponer la relación que se rompió luego de que, tras años de ser un pésimo padre, se viese forzado por su condena a abandonarlo a él y a su esposa, dejándolos sin plata y con una pésima reputación, y forzándolos a emigrar a Europa. En la actualidad Jorge vive su vida alejado de su padre, pero un hecho fortuito lo hará sentir que sólo él puede ayudarlo, con lo cual se verá obligado a aceptar retomar el vínculo padre-hijo en pos de obtener la ayuda monetaria que lo apremia conseguir. Hemos visto ya muchas historias de padres ausentes que buscan recomponer la relación con sus hijos y, en líneas generales, suelen ser efectivas cuando se sostienen desde dos aspectos esenciales: los buenos diálogos y las actuaciones. Pero ninguno de estos dos aspectos aparecen en La maldición del guapo. Desde la primera escena se puede vislumbrar que el personaje de Humberto está construido, únicamente, desde un cliché de lo que se espera de “el chanta” argentino. Mujeriego, mentiroso y buscando todo el tiempo enredar a todos con sus palabras, cosa que se vuelve casi imposible de creer cuando los diálogos están tan mal escritos. El conflicto del film es inverosímil y predecible, y la forma en la que Jorge va cayendo ante los avances de su padre no se condicen con el odio que le destila en cada una de las charlas que tienen, las cuales son, nuevamente, poco creíbles y muy forzadas. Técnicamente el film tiene una agradable pero televisiva fotografía y, aunque en líneas generales es un producto prolijo, la falta de credibilidad de la historia que se cuenta hace que el producto no sea eficaz para el espectador. Aunque se nota en La maldición del guapo el intento de recuperar la impronta de los films de estafadores del estilo El golpe (The Sting, George Roy Hill, 1973) la falta de creatividad, los diálogos forzados y actuaciones poco convincentes hacen que el film no llegue a ser un buen producto.
La reapertura de un cine en Villa Cañás se vuelve la excusa para que el documental Cine de pueblo, una historia itinerante nos acerque un poco a José Martínez Suárez, entrañable figura del cine argentino, a un año de su partida. Se ve en Cine.Ar Play. La figura de José Martínez Suárez es emblemática para todos los cineastas, cinéfilos y artistas de la Argentina. Su amor por el cine y el arte en general lo posicionó siempre como un referente para todos nosotros. Pero ¿cómo abarcar una figura de semejante magnitud en un film sin volverlo un frío recorrido por los hechos que marcaron su vida y su carrera? Sebastián Hermida, alumno de Joselo pero también su amigo, encuentra en la cobertura de la reinauguración de un cine en la ciudad natal de su maestro la ocasión ideal para retratarlo desde la intimidad de la relación con sus amigos, su cine y su pueblo. Cine de pueblo, una historia itinerante es un emotivo recorrido por un pequeño momento en la vida de José Martínez Suárez, pero que se encarga de brindar al espectador un más que acertado panorama de la vida y obra del cineasta que, aunque es escueto, no se siente en ningún momento como un relato a medias gracias a la emotividad con la que el maestro y quienes lo rodean hablan del pueblo, del cine y de los afectos. Desde sus vivencias en la infancia, las anécdotas familiares y las vividas junto a sus amigos, hasta su experiencia como director de cine, cada momento que se revive en el film está embebido por la emotividad y la poética que hacía de José Martínez Suárez esa persona tan especial para quienes lo conocieron y eso es el principal mérito del film y su director: poder transmitir la calidez de un personaje muy querido en el ambiente cinematográfico pero no tan conocido para el público medio, eclipsado usualmente por la presencia constante en pantalla de su hermana Mirtha. Cine de pueblo, una historia itinerante es un documental que apenas esboza un pequeño aspecto de la vida del cineasta José Martínez Suárez, pero que lo hace con un cariño y una dedicación que deja al espectador con ganas de meterse de lleno no sólo en la filmografía del director, sino también en averiguar más sobre la vida y obra del autor, recordado con tanto cariño por sus amigos, colegas y familiares.
¿Qué tienen en común las superpobladas ciudades de la Argentina y sus habitantes con los desérticos páramos en donde los pobladores viven a enormes distancias los unos de los otros? La conquista de las ruinas es un documental que se propone unir estas y otras dicotomías, observando la vida de varios trabajadores de ambos lugares, al mismo tiempo que reflexiona sobre la transformación de las cosas y el devenir de los tiempos. Se estrena en Cine.Ar TV y Cine.Ar Play. Partiendo desde las canteras donde se originan los materiales para la construcción, La conquista de las ruinas nos propone un recorrido casi esotérico por los procesos de destrucción y reconstrucción que implican el avance de la civilización. En el trayecto, de forma caótica, el film recorre diferentes aspectos que circundan las excavaciones y los sitios de construcción, relacionados con la vida de sus trabajadores, los sitios arqueológicos donde las huellas del pasado esperan a ser descubiertas y los asentamientos profanos que la sociedad que se autodenomina civilizada llama “barrios privados”. El recorrido es errático, pero el hilo conductor se va armando, tiene un sentido intrínseco que se va develando a medida que transcurren los distintos testimonios. Desde los trabajadores de las canteras que arriesgan sus vidas diariamente, hasta los orgullosos albañiles que trabajan en Buenos Aires en la construcción de los gigantescos edificios que la pueblan, la transformación de los materiales sirve como espacio de unión entre el más desértico de los paisajes hasta la superpoblada urbe y, en ambos casos, los trabajadores que las habitan y que tienen un solo objetivo, subsistir. El relato lo complementa la faceta antropológica de ambos procesos. Por un lado, la paleontología sumergida en esos paisajes inhóspitos y despoblados, desenterrando los restos fósiles de animales que nos preexistieron hace millones de años, y por otro lado el desamparo de los últimos habitantes autóctonos de la zona del delta del Tigre que, sin ayuda ni apoyo de las instituciones, ven sus cementerios tapados por barrios privados, sus lugares de adoración profanados y destruidos por quienes los quieren correr de la zona en pos del progreso y la evolución y sus ocupaciones de antaño eliminadas, no dejándoles más opciones que una semiasimilación a la sociedad, para no morir de hambre. La tierra se vuelve entonces en el vínculo entre estos seres humanos alejados en su etnia, formación, religiosidad y hasta nacionalidad, y el director Eduardo Gómez está consciente de eso. El gran protagonista de este film son sus paisajes encuadrados con una dedicación asombrosa, convirtiendo muchos de sus planos en una fotografía digna de conservar pero, al mismo tiempo, despojándolos de los colores característicos de las zonas de las sierras y los cañones que tantas postales han generado a lo largo del tiempo. Porque no es su belleza lo que prevalece, es su impronta, esa misma que la civilización va destruyendo para así poder continuar con la creación del paisaje monótono y repetitivo que en las grandes urbes se multiplica hasta el infinito. La conquista de las ruinas es un potente documental que se nutre de la contemplación tanto como de los testimonios y que, con una belleza muy particular, logra articular la literalidad de la destrucción de la materia prima para la construcción del producto final, con lo metafórico de los ciclos de la vida. Es una gran pena que el film, por las circunstancias actuales, pierda gran parte de su potencial al no poder ser proyectado en las inmensas pantallas cinematográficas. Aun así, no deja de ser un bello relato que todos podrán disfrutar.
Una película que no fue trata de reinventarse en un ensayo experimental que deviene en falso documental en Ecosistemas de la Costanera Sur, un film que en otras circunstancias seguramente hubiese tenido un lugar en el BAFICI pero que en este 2020 se estrena en Cine.Ar TV y Cine.Ar Play. “En el cine no hay excusas, el cine ES la excusa” reza un cartel sobre fondo negro cuando comienza el film. Inmediatamente después, inicia un monólogo a cargo de Fabián Arenillas en el cual hace una especie de recuento de la historia de la Costanera Sur. De a poco, y mientras Arenillas continúa su relato, cosas incómodas se ven en pantalla. No hay forma de definirlo muy claramente, pero algo está mal. Eso, sumado a lo caprichoso de los hechos narrados por el actor, va generando una especie de distanciamiento que se afianza con la historia del Reservito, una especie de mito sobre un monstruoso ser que habitaría en la reserva ecológica que hoy allí se emplaza. Entra la música, comienzan los títulos y la voz en off del director nos cuenta que la película que estamos viendo no era la que él iba a hacer pero que abandonó el proyecto original porque no le parecía ya relevante. Y a partir de ahí comienza el film propiamente dicho, o no. Porque lo que vemos durante los 70 minutos de película son una serie de backstages, un par de cortos y hasta un mediometraje, unidos apenas por algunas ideas y una locación, pero nada más. Se vuelve muy difícil atravesar Ecosistemas de la Costanera Sur con una única mirada, ya que lo que vemos a lo largo de su hora y diez minutos de duración no es una película sino varios fragmentos de diferentes cosas que, por separado, no llegarían al formato largometraje. Desprovisto de un objetivo claro en su relato, el director decide hacer un film sobre el cine en sí mismo y así arranca con el primero de los mini fragmentos de la película, dedicado al cine contemplativo, en el cual, desde una definición que pretende ser académica pero que es más perceptiva que otra cosa, aborda fragmentos de sus rodajes que ya no tienen un objetivo narrativo dentro del film. Aunque ya en este momento cualquier perspectiva de relato desaparece, el director aborda el concepto del cine experimental y lo hace a través de la filmación del backstage de un cortometraje de Paulo Pécora, que carece de interés pero gana un poco de relevancia cuando vemos parte del producto terminado que, lamentablemente, no verá la luz del sol, por ahora, porque el comienzo de la pandemia también marca un cambio radical en los objetivos de Pécora y su cortometraje. El encierro forzoso lleva entonces a la manipulación del material filmado, momento en el cual extrañamente el director recurre a una fuente externa, volviendo nuevamente al cine experimental, aunque sea de forma involuntaria. Y finalmente llega el que, sin dudas, es el más interesante de los fragmentos del film. Un falso documental sobre la filmación de un cortometraje de terror con el Reservito como foco. El gran mérito de este fragmento es la genial creación de Franco Sintoff interpretando al director, un personaje nefasto pero muy verosímil de esos que dan vergüenza ajena. El mediometraje es efectivo, divertido y, sobre todo, tiene una idea para contar, lo cual lo diferencia de todo lo que lo precedió, que solamente sostiene la atención del espectador por lo corto de los fragmentos. Ecosistemas de la Costanera Sur promete en su título algo que no entrega al espectador, y en esa transformación se vuelve poco efectivo, sobre todo por la incongruencia en el rejunte de fragmentos que podrían haber sido pequeños cortos por separado, manteniendo una impronta propia en cada uno, pero que en conjunto desarman una idea que, ya de por sí, era muy forzada. Nuevamente, el fragmento final está muy bien logrado, pero no vale lo ya transcurrido.
Este jueves llega a Cine.Ar Estrenos Un sueño en París, un documental que recorre las vivencias de varios de los fundadores de Trottoirs de Buenos Aires, una tanguería que sirvió como centro de reunión para los argentinos en París. Surgido a principio de los 80, Trottoirs de Buenos Aires se consolidó en París como el lugar por excelencia para el reencuentro de los argentinos, pero también para todos aquellos parisinos y turistas que querían escuchar tango del mejor nivel. El documental acompaña a Jean Pierre Noher mientras visita lugares y entrevista a algunos de los actores que fueron parte de la fundación del mítico lugar. Mezclado con historias de exilio, añoranza y amistad, Un sueño en París recorre el camino del emblemático bar desde su concepción hasta su cierre, incluyendo la influencia que el mismo tuvo en revivir la pasión del tango en nuestro país. Francés de nacimiento pero radicado en la Argentina cuando todavía era muy pequeño, Jean Pierre Noher siente en primera persona la unión que entre ambas ciudades existe. Sin necesidad de proclamarse como un amante del tango, abre el documental entonando uno, con el sentimiento y la pasión que lo da a entender sin necesidad de mediar palabras. Las entrevistas parten desde un apacible bar en un barrio porteño donde la ubicación y el nombre se transforman en los primeros eslabones de esta historia que parece, igualmente, entramada y sencilla al mismo tiempo, la de realizar un emprendimiento titánico, pero hecho por mucha gente con un objetivo en común: crear un lugar de pertenencia en París donde los argentinos puedan reunirse y escuchar la música que nos define ante el mundo, aunque en ese momento no nos representase dentro de nuestro territorio. Hay dos elementos que vuelven a Un sueño en París un documental hermoso de ver. Por un lado, todos los entrevistados están apasionadamente ligados a la historia. Los recuerdos que tienen son revividos con emoción y alegría, y aunque seguramente hubo anécdotas que preferirían no recordar, las mismas no tienen espacio en este film donde la búsqueda está apuntada a rememorar los felices momentos vividos antaño en esa maravillosa ciudad. Por otro lado, la presencia de Jean Pierre Noher como entrevistador le agrega un extra al relato. La cordialidad y naturalidad en el vínculo con los entrevistados hace que uno se olvide que está viendo una película y se sienta como observando una conversación entre amigos, transformando incluso las constantes interrupciones de Noher a sus entrevistados en algo simpático, en lugar de ser algo con carga negativa como podría sentirse en cualquier otro documental. El film tiene algunas poco creíbles reconstrucciones, pero eso no afecta el relato. Donde se podría haber mejorado el producto es en algunos aspectos técnicos que, por lo menos en la copia que pude ver yo, empobrecen el material. Los focos de la cámara en muchos planos están poco precisos y hay varios momentos donde, de manera extremadamente notoria, se produce un desfasaje entre lo que está diciendo el personaje y lo que se ve en cámara. Un sueño en París es un emotivo documental que emociona desde las vivencias de sus personajes, protagonistas de la hermosa historia de Trottoirs de Buenos Aires, que aunó a los argentinos en el exilio, que unió a los que extrañaban su país y que llevó el tango, y a gran parte de sus más notorios artistas, a una ciudad vibrante de cultura que les abrió los brazos, dándoles no sólo un lugar de encuentro, sino también una vereda a turistas de todo el mundo.