Fábula del tiempo presente
El maestro japonés Hirokazu Kore-eda es uno de los pocos directores actuales que puede resumir la belleza en su solo plano fijo de, por ejemplo, una alacena atiborrada de cacharros o de una mesa pequeña en el que una reciente viuda y su hija toman el té, mientras recuerdan, como al pasar, al difunto. En la pequeña charla también hay un resumen de otro tipo: el de la actitud de los adultos de mediana edad frente al presente, subsumidos en una dinámica en el que el tiempo es mucho más intangible porque no hay una conciencia del pasado ni tampoco de un futuro lejano, “no es el aquí y ahora” sino “el aquí, dentro de un rato”. La anciana también es madre de Ryota (Hiroshi Abe, el más “occidental” de los actores japoneses), un detective privado de medio tiempo que vive de la gloria pasada de haber escrito una novela premiada, la cual no pudo aprovechar como envión para construir una carrera. Su lucha entre su moderada ludopatía y las ofertas para escribir el guión de un manga lo dejan en una encrucijada, consecuencia de su intento por cumplir con la cuota alimentaria, pero en definitiva tratar de ser un mejor padre. En este vaivén de alma perdida discurre la vida de Ryota, quien no es retratado bajo la forma del costumbrismo del perdedor de buen corazón que Hollywood supo configurar sino que Kore-eda, dentro de lo que es el shomin-geki (películas sobre la clase trabajadora japonesa) adosa cuotas de humor, una suerte de infusión de flexibilidad con el protagonista.
Algo lejos de la destreza dramática de sus opus magistrales, como After Life (Wandafuru raifu, 1998) y Nadie Sabe (Dare mo shiranai, 2004), Kore-eda realiza una pequeña fábula económica en recursos retóricos pero profunda en su tesis sobre la mirada actual acerca del presente como variable temporal, perfectamente identificable en los personajes, aunque no como estereotipos sino como arquetipos de un momento en la apreciación y conciencia del tiempo, que no está en el radar general, como se pregunta la anciana en el prólogo: “¿Por qué los hombres no pueden amar el presente?”. Hacia el final, el tifón que amenaza durante gran parte de la historia se presenta para sintetizar las ideas (del film y de los personajes), pero también la sensibilidad y lo poesía que atraviesa como esa mariposa azul que la anciana asegura que es la reencarnación de su marido. Kore-eda prolonga su cine de historias cruzadas por la fábula, la poesía y la cotidianeidad social en el interior de Japón pero más cerca del convencionalismo narrativo que, en sus últimas realizaciones, parece aducir cierta comodidad.