Deja que entre el sol
Nuevamente el director de After Life examina una familia, en este caso, disgregada, centrándose en el padre.
“Me pregunto por qué los hombres no pueden amar el presente”, le dice la madre a Ryota. “O siguen persiguiendo lo que sea que perdieron, o sueñan más allá de lo que pueden alcanzar. ¿Cómo puedes disfrutar la vida si haces eso continuamente?”.
Es una síntesis perfecta y preciosa de Después de la tormenta. Son buenos momentos, espaciados, los que hacen que el filme de Hirokazu Kore-eda linkee ya no en el alma, al menos en algo parecido a la conciencia.
Kore-eda tuvo una gran época como cineasta (arrancando con After Life, premiada en el Bafici en 1999) y luego comenzó como a estandarizarse. Algo similar a otro director asiático que también empezó a perder rigurosidad y a dedicarse a fábulas (el surcoreano Kim Ki-duk).
Ryota (Hiroshi Abe, el George Clooney del cine japonés) acaba de perder a su padre, con quien no se llevaba bien. Recién separado, ve poco y nada a su hijo, no puede ganarse la vida de lo que quiere (escribió una novela que fue éxito hace años... y ahora es investigador privado, siguiendo infidelidades), su ex no lo quiere ver, se gasta lo que gana en apuestas, y su madre... Su madre es la que tiene las cosas más claras.
“Más amigos a mi edad sólo significa más funerales”, le tira al comienzo. Hay personajes que maduran bien, y otros que llegan a la adultez y siguen siendo adolescentes.
Bueno, no sólo personajes en el cine.
Pero Kore-eda no pinta a Ryota como un perdedor, un looser. Lo pincela con bastante humor, a veces lo deja como un egoísta, otras como un oportunista, pero -siempre- muestra el lado tierno de su buen corazón. Como todos en esa familia disgregada.
“No puedes encontrar la felicidad hasta que dejas ir algo”, sentencia la madre, que ve en una mariposa azul que viene a visitarla a su marido muerto. La línea entre lo naif y lo poético, entre lo real y la fábula es la que Kore-eda cruza una y otra vez.
Será como dice la ex de Ryota -Kore-eda sabe de lo que habla, y deja que hablen las mujeres, las que siempre tienen razón-: “Los adultos no sólo viven de amor”.