El cine japonés no sólo nos ha dado samuráis y grandes exponentes de la animación, sino que también brindó un sendo repertorio de títulos introspectivos, intimistas incluso.
Sólo una lloviznita:
Ryota no se encuentra en su mejor momento. Si bien debutó con una novela exitosa, la segunda languidece en una eterna etapa de desarrollo. Mientras tanto, trabaja como detective privado para pagar las cuentas, un sueldo que pierde apostando en las carreras. Esto es lo que le impide pagarle pensión alimenticia a su mujer y, por ende, no puede ver a su hijo tanto como quisiera.
La llegada de una tormenta que obliga a toda la familia a quedarte encerrada en el departamento de su madre, puede ser lo que necesita para reencausar su vida y fortalecer aquellos lazos que descuidó.
En materia guión, Después de la Tormenta se toma demasiado tiempo para describir sus personajes y su día a día, y se toma todavía más tiempo para abarcar una acción en concreto, cosa que puede parecer un poco desafiante para la paciencia del espectador. No obstante, cuando la película profundiza en la crisis familiar del protagonista es donde se suscita una razonable cuota de interés.
De simbolismos y sutilezas:
Cabe aclarar que la película está poblada de esos simbolismos tan frecuentes como sutiles en el cine japonés, que apuntan a retratar la falla de carácter que debe superar el protagonista; simbolismos que se presentan, casi siempre, en las conversaciones que este tiene con su madre.
Por otro lado, tengo que reconocerle una gran cuota de originalidad, ya que esta es la primera vez que veo una historia de un detective privado que no está inscripta en el policial o la comedia. El mostrar este trabajo como uno más, sin meterse en las convenciones genéricas, es algo que debe destacarse, aunque sea por querer ofrecerle al espectador la opción de caminar por el sendero menos transitado.
Por el costado de la técnica, Después de la Tormenta cuenta con una fotografía bastante naturalista, una dirección de arte que evade los preciosismos estéticos, y un montaje (cortesía del propio director) que responde con buen pulso a los aportes del apartado interpretativo.
Respecto a este último, la gran mayoría del plantel de actores entrega trabajos prolijos, ilustrando con suficiente credibilidad el pasado de familia que existe entre los personajes que pueblan la historia. Dicho esto, es Hiroshi Abe quien destaca por encima de la media, entregando suficiente carisma para ganarse al espectador con la humanidad que dota al protagonista. Kirin Kiki, que da vida a la madre de este último, tampoco se queda atrás.
Conclusión:
Después de la Tormenta es una obra intimista y mayoritariamente contemplativa, pero con suficientes pizcas dramáticas que sirven para cortar el tedio. Cabe destacar que no es para cualquier paladar, y quienes han visto similares propuestas japonesas sabrán sacarle mejor provecho.