Un drama narrado con inteligencia y sensiblidad
Con atmósferas que cortan la respiración, este pequeño filme francés cautiva por su inteligencia emocional y su acertado elenco. Magistrales en sus roles, Bérénice Bejo y Cédric Kahn.
Algo inmediatamente abrumador en este drama doméstico es la capacidad de su director, Joachim Lafosse, para desplegar un conflicto de varias capas dentro de un pequeño departamento, sin incursionar por ello en códigos teatrales. Lafosse no les exige a sus actores que chillen para que la tensión crezca ni busca inesperados giros para reacomodar el tablero de relaciones. Todo es estrictamente cinematográfico: los valores de plano, el montaje, las elipsis, la austeridad sonora; cada decisión formal reinterpreta la narrativa, no existe una pretendida objetividad o una exhibición solemne y superadora de la condición humana.
Para acercarse al eje del filme, habría que empezar corrigiendo el absurdo título en español: Después de nosotros, cuando en su idioma original es La economía de la pareja (L’économie du couple). Esto ya delinea la potencialidad ensayística del filme, que aborda el divorcio de Marie y Boris, casados hace 15 años y con dos pequeñas hijas.
Bajo una premisa tan gastada como una separación, Lafosse trasciende ese subgénero melodramático que podría llamarse “canto a la vida”, narrativas didácticas para el corazón.
El director se aparta de cualquier sensiblería para observar las rendijas culturales de las emociones. Aquí ingresa la astucia del filme en conexión con su título original: Marie y Boris utilizan las cláusulas del inminente divorcio como transacciones emocionales, como si la incertidumbre afectiva disminuyera perjudicando a la otra parte.
Cada arreglo y porcentaje tiene poco que ver con lo económico, son valores simbólicos para recapitular una historia vencida, y también una forma de descifrar el fracaso amoroso.
Dentro de este caos sentimental encriptado como negocio, ingresan las hijas del matrimonio como otro bien en disputa. Pero Marie y Boris, encarnados magistralmente por Bérénice Bejo y Cédric Kahn, no son caricaturas desalmadas, y saben que las nenas no la pasarán bien si la situación se prolonga indefinidamente. Este amor compartido por los hijos colapsa con el revanchismo que ambos ven en el divorcio, y allí estará la médula espinal del conflicto: la angustia de monetizar los vínculos familiares.
Lafosse es un ensayista de abrumadora inteligencia emocional, y viene problematizando la institución familiar desde Propiedad privada (2006) hasta Perder la razón (2012).
En este filme da un paso más y expone cuán traumático es incorporar los afectos dentro de la lógica del capital.