Después de Sarmiento: educación y conflictos actuales
¿Cómo surge el proyecto Después de Sarmiento?
Francisco Márquez: Estaba trabajando en el Colegio Sarmiento, me habían convocado junto a otro grupo de jóvenes que no veníamos de la docencia tradicional y que nos dedicábamos a distintas disciplinas (cine, teatro, había físicos, sociólogos, diseñadores de videojuegos, etc…), la idea era que nos vinculáramos a docentes de la currícula tradicional para construir en conjunto recorridos pedagógicos novedosos. Al poco tiempo de entrar al colegio empecé a pensar que allí debía hacerse un documental. Ubicado en plena Recoleta y con un origen de Colegio tradicional y de elite, el Sarmiento hoy cuenta con un estudiantado que vincula a chicos de clases medias trabajadoras y habitantes de la villa 31 de Retiro. Allí, había una rectora que encabezaba un proyecto de transformación que buscaba hacer de la escuela un lugar significativo y que junto a un grupo de docentes buscaban darle las armas para que su cursada les dé herramientas para poder transformar la realidad.
Obviamente un proyecto así recibe muchas resistencias y de diversos actores. El Estado: en la película se ve como el gobierno de la Ciudad ni siquiera trata un proyecto que elaboran junto a otras escuelas con entusiasta participación estudiantil. Muchos docentes que se ven puestos en cuestión en sus propias prácticas y prefieren cuestionar a los chicos por su falta de disciplina que pensar que es lo que ocurre que sus clases no los convocan.
En este punto también habría que decir que el Estado tiene su responsabilidad, porque muchas veces ese derrotismo docente se debe a años de trabajo sobrecargado y en varias escuelas para poder llegar a fin de mes. Las direcciones sindicales que no se plantean el problema político de la cuestión como si los docentes solo fueran un salario y un estatuto y no personas que necesitan realizarse plenamente en sus trabajos, y eso también significa que su tarea tenga un sentido y poder salir del aula sin las frustraciones que muchas veces implica no poder conectar con los estudiantes. Es decir que era un colegio donde los conflictos y desafíos que vive la educación pública se podían manifestar abiertamente.
¿Qué transformaciones surgen a través de la experiencia de "observación"?
Nosotros elegimos un tipo de registro observacional, es decir que la cámara se introduce en el espacio como una mirada que no interviene en los sucesos que acontecen. No hay entrevista, no hay voz en off, no hay ficcionalización. Eso, obviamente, no quiere decir que no haya punto de vista, sino que apelamos a que el público tenga una experiencia activa durante el transcurso de la película y que el sentido total se termine de completar en el debate (en grupo idealmente o consigo mismo). Nosotros no nos impusimos esa forma de registro, sino que fue la que entendimos que podía transmitir de mejor manera, las sensaciones, que queríamos producir. No somos especialistas en educación y no podíamos hacer una película propositiva, tampoco nos interesaba abordarlo desde la lógica televisiva de algunos documentales educativos progresistas donde por la voluntad los conflictos que hay en la escuela son superados. Queríamos hacer una película que plantee interrogantes, que no cierre un sentido, que deje fisuras por donde el público pueda entrarle y generar debates que son muy enriquecedores.
Es interesante lo que me dijo una estudiante después de ver la película: “Entendí mucho sobre mi misma.” Eso, probablemente, no lo hubiésemos logrado con entrevistas tradicionales, porque allí, generalmente, se expresan los pensamientos procesados, digeridos, uno expone sus certezas. En la clave de registro de “Después de Sarmiento” en donde las personas se expresan a través de sus acciones, creo que pueden verse a las personas y sus contradicciones.
¿Cuál fue el papel de la "comunidad del Sarmiento" en la elaboración del documental?
En un primer momento hubo algún reparo en que hagamos el documental, es difícil que una cámara se meta en una Institución, sobre todo en espacios áulicos que son de cierta intimidad y de mucha exposición. Nosotros siempre dijimos que nuestra intención era hacer un documental que exponga los conflictos y los problemas, y no que los oculte y que haga un relato idílico de la escuela pública. Como había trabajado allí, tenían confianza en mí y finalmente me lo permitieron dejándonos trabajar con total libertad.
Los chicos primero se mostraron muy entusiasmados, pero luego las cámaras dentro de la escuela dejaron de ser la novedad y no nos prestaban más atención salvo para informarnos cuando había reuniones del Centro, estaban muy contentos con que registremos como se organizaban. Por el tipo de registro no hubo una participación activa en las decisiones estéticas o narrativas.
¿Qué elementos destacás de los debates registrados?
Hubo algo que fue muy revelador para mí en el debate de los chicos en la organización del Centro de Estudiantes. A medida que avanza la película podemos ver que el turno mañana, con mayoría de clase media y el turno tarde con mayor estudiantado de la Villa 31, no pueden ponerse de acuerdo en la organización de un centro que nuclee a los dos turnos. Los de la mañana querían que haya un presidente, un estatuto, etc… los de la tarde planteaban una organización más horizontal porque planteaban que no querían que nadie se erija como autoridad, desconfiaban de la idea de que alguien figure “como el que manda”. Creo que si podemos prestar a atención a esos debates más allá de la cuestión de forma, se puede vislumbrar los vínculos de cada clase social con esta democracia.
¿Cuáles son los interrogantes pendientes?
Creo que hay un interrogante que está por encima de todo y que la película no puede responder. ¿Qué sentido tiene la escuela hoy? Es algo que actualmente está en pugna. La inclusión escolar puede empezar con el aumento del porcentaje de PBI invertido allí y con la obligatoriedad de la educación secundaria, pero de ninguna manera termina allí. En primer lugar porque no puede pensarse la educación de manera autónoma a lo que ocurre en el conjunto de la sociedad. ¿Qué tiene para decirle la escuela a los chicos que vuelven a sus barrios y no tienen las necesidades mínimas satisfechas o la policía los persigue y además protege a los transas? Y digo que el sentido está en pugna porque hay docentes, como vemos algunos en la película, que luchan por una escuela transformadora que se convierta en algo significativo para poder transformar sus vidas, y otro sector que prefiere mantener un statu quo de, como dice otro docente en “Después de Sarmiento”, una escuela que hoy no sirve más.