Luego de ofrecer como ópera prima el documental Un día en Constitución, un retrato abarcativo sobre esa estación de trenes y su jungla urbana, en su primer film de ficción Juan Dickinson se anima a un mix entre el road movie, la pintura costumbrista y el thriller. Demasiados objetivos quizás, para un Destino anunciado que cuenta con un arranque auspicioso, momentos con buenos climas, una intriga lograda y un par de sorpresas, pero que en su último tramo prácticamente descalifica sus virtudes parciales. Ese buen desarrollo inicial, que además muestra un universo poco conocido -el de los choferes de micros de larga distancia-, cuenta con un suspenso que se va intensificando y promete un último segmento intenso. Allí deberían confluir las dos o tres líneas narrativas presentadas, que integran la trata de personas y la dictadura, pero un desenlace trunco y algo apresurado, que puede llegar a sorprender y nada más que eso, desaprovecha ese entramado correctamente presentado. Queda la sensación que en el guión de Enrique Cortes, sobre ideas de Dickinson, cae en un vacío narrativo y expresivo en el que se diluyen sus propuestas.
Una pena, pero estas falencias no hacen mella en el formidable protagónico de Luis Machín, que logra una caracterización impecable, muy bien acompañado por un Manuel Vicente con un personaje con dobleces. Y vale la pena disfrutar de las escenas en las que actúan juntos.