El viaje hacia alguna parte
Un viaje, dos viajes, muchos viajes. El chofer de micro de larga distancia que interpreta Luis Machín está acostumbrado a la travesía sin sorpresa, presentada en la primera parte del film, donde la rutina y las manías de Pocho cobran protagonismo. Su compañero es casi siempre el mismo –el eficiente Manuel Vicente– y hasta el sueño entrecortado parece el habitual.
Pero algunas imágenes rondan por su cabeza, que Destino anunciado se dedica a registrar en un obvio blanco y negro, y que la película presenta con cierta ambigüedad: no se sabe si son flashbacks o futuros flashforwards. Pero en los descansos entre viaje y viaje, Pocho muestra su costado tierno al encontrarse con una joven mesera salteña que, repentinamente, desaparece de un día para el otro. Y allí empieza la trama policial del film, sanguínea, turbia, confusa en su exposición visual.
Destino anunciado está dividida en dos partes: la primera, descriptiva, excedida en minutos, pero transparente en la concepción de un personaje central, habituado a una vida mediocre, y que padece una zona oscura del pasado. La otra mitad, donde las máscaras se derrumban y adquiere protagonismo la corrupción policial y el silencio temeroso de un pueblo, intenta con poca suerte volar alto, acumular temas, invadir otras áreas que se relacionan con el pasado cruento de la dictadura. Allí confluyen los dos segmentos, donde de manera borrosa se aclaran el pasado y el presente de Pocho (atendible performance de Machín, mejor en los tiempos muertos que en los instantes catárticos) y la búsqueda infructuosa de la joven desaparecida.
Viaje interior dirigido a la redención de un personaje con conflictos sin resolver, Destino anunciado obtiene sus mejores instantes cuando Pocho conoce a los pocos habitantes de un pueblo y pretende hospedarse en una pensión con la excusa de que se dirige a pescar a una laguna. Allí la tensión se transmite al espectador de manera eficaz, sin tanto alarde temático y mostrando que el mundo es un lugar inseguro, agresivo, de permanente desconfianza hacia el otro.