La Reina de Salta
Hay una película de John Huston de la década del 80’ que se llama Bajo el volcán (Under the Volcano, 1984) que comparte, junto a la nueva presentación de John Dickinson, sus mejores y peores características.
Primero, sólidas interpretaciones por parte de sus protagonistas: Albert Finney hace de un diplomático británico radicado en México con una debilidad pronunciada por la bebida y la incapacidad de conciliar su pasado involuntariamente belicista y su presente de apariencias y burocracia. La guerra, la civil española, lo tortura y entumece en regresiones regulares. Luis Machín es un chofer de micro argentino, nada que ver. Pero Machín también es un ser humano al borde del abismo, sumergiéndose en un submundo sórdido que intenta repelerlo con cada recurso y artilugio que posee. Machín también se mortifica por resabios de su pasado. Ambos subliman un deseo suicida con la alienación de una rutina, ya sea perfectamente estipulada o caótica y arbitraria, aunque también, y por si fuera poco, en los dos se asoma una prerrogativa de redención. De purificación a través del sufrimiento. Ambos, Machín y Finney, Luis y Albert, clausuran su debacle de forma idéntica. Pero primero una coincidencia positiva: La mano del director.
John Huston no es John Dickinson, aunque sí es verdad que comparten primer nombre y terminación de apellido, una coincidencia para nada relevante. Los dos incursionaron en el documental durante sus primeros años de carrera, lo cual no carece del todo de significado siendo que el documentalista quizá goce de una aproximación más genuina a la gente y sus idiosincrasias. Dickinson conoce y ejecuta con mucha gracia y coherencia estética todas las herramientas visuales a su disposición y compone con más y menos éxito, un panorama bucólico siniestro no completamente desprovisto de inquietud y misterio. Eso es un logro.
En Bajo el volcán el criterio reverenciable de Huston también está presente pero de alguna manera resulta relegado de la historia del cine por la redundancia de su propia genialidad. Aquella era una adaptación de una novela de Malcolm Lowry, Destino anunciado es un guión original de Enrique Cortes, sobre una idea del director. La premisa sobreexplotada lo limita en sus puntos de acceso; se cae en repeticiones y encuentra recovecos acertados.
Lo que pasaba con el guión de Huston era que empezaba con fuerza e iba languideciendo hacia el final. Acá pasa todo lo contrario, la apertura es un tanto genérica y el desarrollo lo enriquece con detalles y momentos de inflexión.