El penar de un chofer de larga distancia
La idea parece buena. Un hombre solitario, de vida módica, chofer de ómnibus de larga distancia, sin mayores pasiones ni aflicciones, salvo algún sueño recurrente, llegado a su retiro se obsesiona por saber qué pasó con la empleada de un parador de la ruta, que un día desapareció de buenas a primeras.
Dicho así, podría pensarse en el melancólico "Viaje a los senos de Duilia", hermoso cuento de Aníbal Machado que Carlos Hugo Christensen llevó al cine hace como 50 años. Pero acá no hay melancolía, hermosura, senos, ni tampoco cosenos o hipotenusas.
Lo que hay es una básica y morosa descripción de personajes (el chofer, su compañero de dudosa catadura, ciertas rutinas), seguida por una intriga de creciente inquietud cuando nuestro personaje se mete donde nadie lo llama, para culminar confusamente en un fácil hallazgo y una fuga de mediano éxito con remate inesperado
Según gacetillas, la historia refiere el intento de redención de un hombre que no ayudó a una mujer perseguida bajo el gobierno militar y ahora se juega por ayudar a una víctima de la trata de blancas. Lo cual explica la figura de una joven huyendo en la noche, revólver en mano, y las actitudes disuasorias con que los lugareños tratan a un tipo preguntón que llega al pueblo diciendo que viene a pescar pero no trae aparejos. Suerte que existen las gacetillas, porque también podría pensarse que la referida joven es una delincuente común y los del pueblo en vez de trata de blancas habrán hecho algún ritual diabólico, quién sabe.
En fin. Luis Machin y Manuel Vicente salvan sus partes. Del resto, cabe apreciar fugazmente alguna vista del tricentenario pueblo de Cobos, en Salta, que en la película figura con otro nombre. Autor, Juan Dickinson sobre guión de Enrique Cortés (la dupla de "Un día en Constitución").