El tiempo mejoró la saga “Destino final”
Parece que la saga «Destino final» funciona al revés que las de otras películas. En general la buena es la primera y luevo viene decayendo la calidad, pero aquí tenemos la sorpresa de que las primeras eran flojas, la cuarta ya era bastante buena, y esta quinta es la mejor lejos.
Será, tal vez, que los productores ya tienen bien masticada la premisa existencialista sobre un grupo de gente que se salva por una premonición de un brutal accidente colectivo, para luego ir muriendo uno a uno en extraños accidentes individuales bajo el lema de «no se puede engañar a la muerte».
En esta quinta parte, el accidente es el mejor de toda la saga: un grupo de empleados de una fábrica, algunos amigos entre sí, otros no tanto, están cruzando en micro un puente colgante, y mientras están detenidos por el tráfico, uno de ellos se pincha un dedo, y mientras ve brotar una gota de sangre, tiene una espantosa visión en la que el puente cae y todos mueren de una manera horrible. El tipo sale de su trance, y convence a casi todos de salir corriendo del puente ya mismo, por lo que los que lo escuchan, se salvan.
Accidente aterrador
El comienzo de «Destino Final 5» cambia el tipo de accidente y sobre todo la manera de filmarlo. Este puente colgante que va deshaciéndose y cayendo en fragmentos al vacío construye una de las más dementes y aterradoras escenas de cine catástrofe nunca vistas. Por eso la secuencia en cuestión- dividida en dos, la que forma parte de la visión y la real- vale por sí sola para justificar toda una película que como entretenimiento macabro es sumamente eficaz.
Luego, hay dos o tres detalles que sirven para seguir recomendando este film. Uno es la buena inclusión de Tony Todd -con el que no sabían bien qué hacer en el primer film, por ejemplo- como un empleado de la morgue que es el único que tiene alguna idea de cómo funciona eso de que cuando te toca, te toca (a lo que esta vez le agregan una nueva variante bastante astuta y coherente con la historia original). Pero, además, cada una de las muertes posterio-res está filmada con una imaginación y un gusto por el humor negro que vuelve imprevisible la resolución de cada escena, sorprendiendo y divirtiendo en cada detalle.
Lástima que hacia el final, cuando tiene que resolverse toda la acción entre los últimos sobrevivientes, el director pierde un poco de creatividad y arregla las cosas de una manera algo más standard. Por suerte, enseguida vienen dos escenas de exterminio de personajes que deberían estar fuera de la progresión mortal, y un gran final a manera de videoclip con lo mejor de todas las escenas gore de las cuatro películas anteriores. Más, no se puede pedir, parece decir Tony Todd cuando se despide con su sonrisa macabra antes de los créditos finales.