Miedos y prejuicios
Tras una premonición, un joven intenta evitar una catástrofe.
Mencionemos, apenas, algunas virtudes de esta película de terror clásico. Su ritmo sostenido. Sus secuencias de altísimo impacto. Su (re)utilización de cierta paranoia estadounidense como fuente generadora de terror cinematográfico y, también, de críticas sociales, de un modo no tan evidente. Su estilo gore bien utilizado, a veces en ámbitos tan serenos como un spa.Su humor. Su mirada sarcástica sobre los vínculos humanos: en especial, los laborales.La película empieza con grupo de compañeros de trabajo (jefes, empleados y obreros) que emprende una suerte de retiro reflexivo, obligado por una empresa. Durante el viaje, al cruzar un puente, Sam (Nicholas D’Agosto) tiene una premonición o, en realidad, una visión, que el realizador Steven Quale muestra con enorme pericia para la catástrofe. Al volver del “trance”, el muchacho alerta a sus colegas, desesperado, y así logra salvar a varios.¿Es considerado, entonces, un héroe? Para nada: es sospechado de terrorista. Después, cuando quede en claro que se trató de un accidente con el puente (una construcción, fallida, que debería ser nexo y sustento), los investigadores dejarán de tenerlo bajo la lupa. Entonces entrará en escena nada más y nada menos que la muerte, así, a secas, queriendo completar la tarea que Sam dejó inconclusa.Ella, como en esos antiguos relatos breves en que resultaba ineludible, irá por los sobrevivientes. ¿Será posible evitar el fatalismo? La sucesión de accidentes, muy sofisticados (ocurrentes, si los juzgamos desde sus creadores), parecerán indicar que no. En esto consiste la película, que desde luego es menos pretenciosa que atrapante. La miserabilidad, el egoísmo, el sexismo y la xenofobia jugarán su papel a la hora de la búsqueda de la salvación individual.Alguien podrá argumentar que a los personajes les falta profundidad psicológica. O que la trama carece de mayores complejidades y justificaciones. No parece ser la finalidad de esta película que, en todo caso, propone un abordaje del terror clásico desde la constante tensión y la creatividad. Un objetivo que se agradece y que está cumplido.