Que parezca un accidente
Todo comenzó hace 11 años con lo que hubiese sido un episodio de la serie de culto Los expedientes x, que por esas cosas de la vida se terminó convirtiendo en un proyecto cinematográfico con todas las intenciones de transformarse con el correr de los años en una franquicia. Así llegó Destino final, de la mano del director James Wong, una anécdota slasher prácticamente que tenía como principal atractivo la batería de muertes espeluznantes en primer plano, con cierta cuota de solemnidad y respeto, la cual a lo largo de las sagas posteriores se fue perdiendo y virando hacia el humor y el absurdo.
Lo cierto es que más allá de la espectacularidad y la sofisticación en la puesta en escena, las siguientes entregas decrecieron considerablemente en expectativas una vez superada la novedad de la primera película y pese a algunos esfuerzos por parte de los guionistas por complejizar la trama ninguna logró superar a la original.
Por ese motivo, puede anticiparse que Destino final 5 es sustancialmente mejor que su antecesora y se encuentra al mismo nivel que la primera con la cual guarda una estrecha relación no sólo en la historia sino en el desarrollo de un argumento que se reserva la cuota de humor para los personajes secundarios y el terror para la acción, con una búsqueda intencional de alcanzar rasgos de verosimilitud en las sucesivas muertes, nuevamente las vedettes de turno, incluido claro está el mega accidente catastrófico del inicio, el cual gracias al 3d incrementa la adrenalina en el espectador.
Esta vez el grupo de jóvenes sobrevivientes que deberán sortear los obstáculos mortales -o encontrar un sustituto para que la Muerte compense la balanza- está constituido por unos compañeros de oficina de una empresa llamada Presage (primer chiste implícito) que deben realizar un viaje en un micro con motivo de unas jornadas empresariales. Pasan por un puente colgante, el cual colapsa.
La premonición de la tragedia colectiva la tiene Sam Lawton (Nicholas D''Agosto), aspirante a chef y novio de la blonda Molly Harper (Emma Bell), quien le plantea tomar distancia en la relación pero que luego de sobrevivir junto con sus compañeros terminará más unida a su pareja. El resto del grupo lo completan Peter Friedkin (Miles Fisher), Candice Hooper (Ellen Wroe), Olivia Castle (Jacqueline MacInnes Wood), Isaac (P.J. Byrne) y el jefe Dennis (David Koechner).
Detrás de los pasos del protagonista, además de la Muerte, estará el detective Jim Block (Courtney B. Vance), quien intentará encontrar una explicación causal a los atroces accidentes que irán ocurriendo a medida que cada personaje reciba su escarmiento como consecuencia de haber burlado el destino.
Hay un recurso interesante que a lo largo de las diferentes secuelas se fue solidificando y es aquel que tiene que ver con el cúmulo de falsas situaciones que pueden terminar en tragedia para que así aumente el elemento sorpresa en el instante menos esperado. Esta idea de anticipar el desastre para luego dilatarlo logra efectividad y permite el lucimiento de una puesta en escena meticulosa e integral a cada secuencia, donde juegan un rol fundamental distintos elementos que en su singularidad resultan casi insignificantes -por ejemplo un clavo en una viga de gimnasia- pero que en el conjunto cobran otro sentido al transformarse en detonantes del mecanismo del horror.
En esta oportunidad los guionistas Eric Heisserer y Jeffrey Reddick privilegiaron el proceso y el antes más que el resultado y el después para entregar un sólido entretenimiento que gracias a la correcta dirección del debutante Steven Quale puede despedirse del público con pulgares hacia arriba porque los síntomas del desgaste por más 3d que se agregue no se pueden eliminar.