Nicole Kidman: vengadora anónima y walking dead. Quizás el argumento de venta mas potente del filme sea ver como la belleza australiana se transforma en un guiñapo humano, un esqueleto consumido por el alcohol y la mala vida que cualquiera apostaría que está por morirse de cirrosis en cualquier momento. La Kidman es una agente encubierta que está en la mala por algo que pasó hace 15 años, detalle que la directora Karyn Kusama (Girlfight) se encarga de contar en lentos, interminables y poco excitantes flashbacks. Es en sí un policial negro con el género del protagonista cambiado; pero el problema es que la anécdota no amerita las dos horas de duración del largometraje, por lo cual Kusama se dedica a hacer trabajo de introspección y construcción dramática de caracteres que solo vale la pena ver por la perfomance de la australiana.
La Kidman es una gran actriz y lo suyo entra en ese nicho de trabajos a conciencia en donde los actores mutan físicamente para dar el physique du rol… aún cuando el proceso ponga en serio riesgo su propia salud. Sea Charlize Theron con Monster o Christian Bale con El Maquinista, acá la Kidman adelgaza que da calambre y le meten maquillaje para que se vea como un cadáver ambulante, un detalle logrado ya que llama la atención a cualquier lugar que va en las escenas del filme situadas en la época actual. Pero esta detective no siempre fue un zombie que arrastra las piernas y las palabras y está con el último aliento a flor de boca: hace años era una oficial de carrera destacada y la empardaron con un poli agradable (Sebastian “¿por qué le dieron el escudo del Cap a Falcon y no a mí?” Stan) para un trabajo encubierto en una pandilla que asaltaba bancos y movía armas ilegales. Lo que sabemos es que fue un trabajo de meses, que Stan y la Kidman se liaron mas allá de lo requerido por sus roles, y que todo se fue al joraca. Y ahora, como un fantasma del pasado, la presencia potencial de los villanos de aquella época reaviva la llama de la venganza en la consumida detective.
Que a Destroyer le sobra media hora es algo ultra obvio; una cosa es crear clima y otra es estirar las cosas hasta el punto de frenarlas casi del todo. La Kidman agotada recorre soplones, hace manuelas a cambio de data, se pelea con su hija quinceañera – que es rebelde y la odia – y lidia con su ex, el cual se sorprende que aún esté con vida. Porque no hay cosa que la Kidman no se haya metido en el cuerpo, sean polvos o licores y, para colmo, debe recomponerse de alguna manera para enfrentarse a la vieja pandilla que arruinó su trabajo encubierto y su vida. Hay que esperar al minuto 46 para ver que la consumida policía tiene fuego en las venas y puede llevarse puesto a tipos mas jóvenes y fuertes que ella, pero sólo es un destello fugaz. Salvo una lograda escena del atraco a un banco – en donde la Kidman se ve involucrada de casualidad, porque estaba siguiendo una pista y de pronto se topa con semejante sorpresa – el resto son palabras y palabras. Sí, Destroyer tiene un par de momentos dramáticos logrados – la confesión final de la Kidman frente a su hija por ejemplo -, pero los flashbacks no apasionan simplemente porque todo es muy vulgar y corriente. Figurando con 15 años menos la Kidman no se ve una nena y parece la mamá de Sebastian Stan; sigo sin entender por qué los productores están convencidos de que Toby Kebbell es un gran villano (lo han metido en todos lados, desde Warcraft hasta la fallida última versión de Los 4 Fantásticos), y lo que se supone que es un seudo clan Manson ultra violento y dedicado a robar bancos sólo es un montón de fanfarrones con mal carácter sobrepasados de polvo blanco. Ni siquiera Kebbell parece un líder brillante y rastrear su paradero demanda un montón de supuestos – de que a ninguno de los soplones que hablan con la Kidman se le pase siquiera por la cabeza la idea de mandarle un mensaje de texto a Kebbell para advertirle que van por él -, lo que hace que todo se vea traído de los pelos.
Hay un par de vueltas de tuerca finales que repuntan el filme pero… No pido que todas las cintas sean pura acción (acá es un thriller, así que los misterios y el suspenso deberían estar a la orden del día) pero sí que al menos lo que haya en el medio sea apasionante, atraiga, te despierte el interés. El derrotero de la Kidman agotada es largo y lento, no es todo lo implacable que debiera; y el flashback con la Kidman joven tampoco es muy interesante, sin mucha química con Stan, sin despertar fascinación por estar encerrada con un grupo que se supone que es el mal supremo. Es simplemente un policial pasable, largo y algo estático, al cual hay que tenerle paciencia y que sólo vale la pena ver por el tour de force de la australiana, la que sigue demostrando que es una de las mejores actrices de la actualidad.