Dentro del universo del policial, más específicamente en el policial negro, las premisas de construcción del argumento siguen siendo básicamente las mismas, por ejemplo un crimen inicial en circunstancias violentas, misteriosas y crueles; un enigma que luego se descubre como la punta de un iceberg que involucra a más gente de la que aparentaba al principio, y un detective con pasado pesado que afecta su presente y lo vuelve oscuro. Por supuesto no puede faltar la sordidez interna y externa del personaje central. Ya no se hacen como antes, pero de vez en cuando algún productor nostálgico se acuerda y apuesta de nuevo.
“Destrucción” comienza de la manera tradicional. Erin (Nicole Kidman) baja del auto y se dirige a la zona donde se ha encontrado el cadáver de un hombre. “¿Quién es?”, preguntará, y en esas dos palabras entre signos de interrogación comenzará el engaño (no la mentira) al espectador para que éste quiera y necesite saber más. También desde ese minuto en adelante veremos un estupendo trabajo actoral de difícil composición que incluso sortea los clichés del guión con la suficiente solvencia como para minimizarlos. Su mirada está vacía, cansina, mortuori, y su andar no es muy superior al de un zombie. Una muerta en vida. Se tambalea al caminar, como si estuviese borracha, o le doliese algo, su voz ya casi no tiene vida. Está enterrada en litros de alcohol, cigarrillos y mucho dolor. Merced a flashbacks cuidadosamente instalados se cuenta la previa a todo éste presente: años atrás, trabajando de encubierto junto a su pareja y novio Chris (Sebastian Stan), ambos se infiltran en la banda de Silas (Toby Kebbell) a los efectos de conseguir las pruebas incriminatorias que lo saquen del circuito de ladrones de bancos. Algo sale espantosamente mal. Chris muere en ese trabajo y la vida de Erin se desmorona hasta perder sentido, incluyendo el casi completo abandono de su única hija, hoy adolescente, con quien casi no se habla. El crimen que vemos al principio es el disparador para que ella pueda cerrar el único capítulo que la mantiene viva.
Más allá de la forma de rompecabezas con la cual está estructurada la historia y cierta manipulación del personaje por parte de la directora Karyn Kusama, “Destrucción” avanza como hacia adelante con la investigación, pero sin dejar de lado el eje principal. Ese descenso a los infernos que el espíritu autodestructivo de Erin hace funcionar como motor impulsor para hacer progresar el relato. Para colaborar con este estilo narrativo la realizadora maneja un tinte trágico que remite a la fantástica “Incendies” (Denis Villenueve, 2012).
Nicole Kidman hace una demostración de versatilidad en la composición de su Erin. Le entrega todo y es gracias a eso que “Destrucción” se alza con un valor agregado. Sin un trabajo de estas características sería muy difícil llevarla adelante. Además, el asiduo concurrente a la sala podrá comprobar la enrome paleta de colores que la actriz australiana tiene si ya la vio como la reina Atlanna en “Aquamán”, todavía en cartel.
Un buen policial en el inicio de una temporada cargada de variantes y previo a las nominaciones al Oscar.