En el abismo
Karyn Kusama es una realizadora que se ha preocupado por trabajar relatos que recuperen un espacio para la mujer en el que se la ha visto relegada a roles secundarios, sacándola de los márgenes para producciones asociadas a películas de acción, de ciencia ficción, de terror y hasta comedia.
Así, el cine pugilístico supo ver en GirlFight (2000) una esperanza en la construcción del héroe, en Aeon Flux (2005) la imaginación futurista se encargó de devolver una mirada apocalíptica del universo con una protagonista potente, y ahora en Destrucción (Destroyer, 2018), el policial negro le permite jugar con la decadencia de una investigadora que posee métodos particulares para aclarar un caso y ofrecerle a Nicole Kidman un rol clave para seguir confirmando sus capacidades actorales (y también estar presente en cada una de las ceremonias de la temporada de premios).
Es tal vez esa misma oportunidad, sumada a un increíble trabajo de maquillaje y caracterización (algo que pasó recientemente con Vincent Cassel en Sin dejar huellas), que resiente las posibilidades de Destrucción para consolidar su propuesta, la que, con una narración bucólica y lenta, no puede terminar de cerrar las premisas con las que inicia el relato, potenciar sus easter eggs, y mucho menos, con los giros que intentan sorprender hacia el final al espectador.
Kidman interpreta a Erin Bell, una mujer policía que tras haber estado en el mejor momento personal, físico y profesional de su carrera, en una misión secreta, el presente la encuentra en decadencia, con problemas asociados a drogas y alcohol y, principalmente, amenazada por un pasado al que no quiere regresar.
La realizadora busca la empatía con el personaje, una mujer distante, fría y calculadora, que entiende que los días de gloria ya han pasado, por lo que no busca forzar vínculos, ni mucho menos su estancada carrera policial, y sólo desea develar, a través de la pesquisa, quién se esconde tras la misteriosa muerte de un sujeto.
A través de flashbacks, el relato intenta ofrecer información al espectador, quien deberá atenta y activamente reconstruir el pasado pasado de Erin como un puzzle, pero también el pasado reciente, uno que posee mucha más información que la que se cree y que posibilitará la articulación entre las dos Erin que la película muestra.
Desgarbada, pesada, con manías y obsesiones, Kidman es un camaleón casi irreconocible, que presta su físico, logrando un phisique du rol único, hablando con voz áspera y grave, y fundado en su caracterización, que no sólo le agrega 20 años de diferencia a las temporalidades de Erin, sino que, principalmente, permite comprender la dureza de los hechos que la policía vivió entre una época y otra.
El guion de Phil Hay y Matt Manfredi (que ofician además de productores) desarrolla en una primera etapa las pistas para comprender la manera de actuar (o no) de Erin, para luego comenzar a desentrañar las misteriosas conexiones entre los personajes del pasado, la vida actual de la policía y algunas consecuencias aún vigentes de la misión secreta de la cual participó.
Allí, cuando Destrucción bucea en las entrañas de los personajes es cuando la propuesta toma más vuelo, desprendiéndose de la presentación de Kidman en decadencia, y ofreciendo una mirada separada del artificio que le ha ofrecido para que pueda lucirse como actriz, una interpretación potente, pero obvia, que termina afectando a la forma del relato sin poder olvidar que además de la presentación, el desarrollo de la historia es clave para que el policial funcione y mantenga en vilo a la audiencia.