Una de misterio
En su ambición de alcanzar a cualquier precio la meta soñada de que nada sea lo que parece ser, el thriller contemporáneo halló, en el truquito del narrador que resulta ser uno distinto del que él mismo cree ser, una suerte de llave dorada. Todo empezó con Sexto sentido y su morto chi parla y siguió con La isla siniestra, de Scorsese, y su piantado que se ignora a sí mismo. Ahora llega, como descarada sucedánea de esta última, Detrás de las paredes, una de esas películas tan sostenidas en su propia sorpresita que casi no se puede decir nada de ellas, a riesgo de develarla. ¿Será un nuevo artilugio para cerrarles la boca a críticos molestos? Si es así, vayan sabiendo que no nos rendiremos tan fácilmente.
Will Atenton (Daniel Craig) es un escritor que decide renunciar a su puesto de editor, para dedicarse enteramente a la novela que tiene entre manos. En su nueva casa, donde Will y su familia acaban de mudarse, lo esperan su encantadora esposa (Rachel Weisz) y sus hijas. Pero un vecino de feo aspecto lo mira definitivamente mal, sin que ni Will ni el espectador tengan la más remota idea de por qué. ¿Y a qué se deberá la extraña conducta de la esposa del vecino (Naomi Watts), que parecería conocer a Will de antes, pero tiende a huirle? Lo cierto es que en esa casa donde ahora viven los Atenton, el anterior propietario un día enloqueció y asesinó a toda la familia, casi como si se tratara de Jack Torrance y los suyos. ¿Pero por qué unos chicos de la zona, cuando ven a Will, se ponen a gritar como si hubieran visto al cuco?
Con una película llamada De médico y de loco todos tenemos un poco por antecedente más lustroso, el guionista David Loucka se mete en un berenjenal, del que parece haberse propuesto salir a como dé lugar. Metiendo a un personaje que se develará clave (Elias Koteas) en la escena más intrascendente del mundo, nada más que para después poder argumentar ante alguna comisión juzgadora de guionistas tramposos que no hizo trampa, que ya lo había hecho aparecer. No dándole al espectador la más mínima posibilidad de intervenir en el misterio, como si se tratara del alumno que tapa la prueba con una mano, para que los compañeros no se copien. Poniendo y sacando fantasmas de la imaginación, como si fueran... los de La isla siniestra, sin ir más lejos. Explicando todo lo que no se entendía (y sigue sin entenderse) en la escena final, cuestión de poder llegar a tiempo para dejar todo abrochado antes de que vengan los títulos. Director alguna vez de películas consideradas “políticas” (En el nombre del padre, The Boxer), el irlandés Jim Sheridan dirige con tan poco sentido del misterio, que si uno no supiera que Detrás de las paredes es una de misterio, jamás diría que es una de misterio.