Con el pie izquierdo
Jim Sheridan, en su incursión perpetua por el cine estadounidense, entrega con Detrás de las Paredes (Dream House, 2011) un thriller psicológico prescindible. Naomi Watts, quien brilló en una perla del género como El camino de los sueños (Mulholland Drive, 2001) acompaña con decencia a una trama fastidiosa.
Will Atenton (Daniel Craig) decide abandonar su puesto como editor en un prestigioso medio gráfico para asentarse con su familia en las afueras de Nueva York y dedicarse al desarrollo de una novela. Poco tiempo pasa hasta que la familia descubre que su hogar oculta un pasado siniestro. Cuatro años antes un padre de familia había perdido el juicio y asesinado a sangre fría a toda su familia.
Hace tiempo que Jim Sheridan se alejó del cine que otrora le brindó reconocimiento. Hoy, en retrospectiva analítica, se puede observar una bisagra entre dos concepciones artísticas. La película Tierra de sueños (In america, 2002) marcó su distanciamiento de las problemáticas pertinentes a su lugar de origen y la ruptura con aquel universo costumbrista nutrido por la experiencia personal. A partir de allí el director abandonaría al trasfondo irlandés y situaría sus obras en los Estados Unidos.
Los productos resultantes de esa migración compartirían dos características; la aproximación a un cine comercialmente redituable y su calidad, quizá por abordar con recurrencia temáticas ajenas, de menesteroso. Este cambio quizá sea sincero e involuntario, propio de quien replantea inconscientemente los cimientos de su operar, o quizá sea deliberado. Steven Soderbergh admitió haber ideado la saga de “Oceans Eleven” con el objetivo de recaudar dinero para financiar sus siguientes proyectos (Che, el argentino y Che: Guerrilla) mucho más personales y socialmente comprometidos. ¿Será esa la intención de Sheridan? ¿Estará el espectador en presencia de una antesala insulsa hacia proyectos más interesantes?
Con películas como Golpe a la vida (The Boxer, 1997) el director irlandés logró conturbar la sensibilidad adormecida por el monocromático sinfín de films destinados al esparcimiento fútil, a veces plausible y necesario pero nunca trascendente, de la industria hollywoodense. En el presente, alejado de esa realidad, contribuye a la cinematografía con películas más bien olvidables.
Detrás de las Paredes se presenta como una oportunidad para acercarse a la industria de cine nacional y regodearse en un maravilloso contraste; mientras Hollywood ofrece, en el rubro de los thrillers psicológicos, piezas trilladas e insoportablemente símiles, realizadores argentinos como Carlos Sorín, con películas como El gato desaparece (2011), ofrecen alternativas cargadas de austeridad y contundencia estética. Mientras Hollywood designa a protagonistas idílicamente cincelados, con semblantes cuya cursi seducción no se altera ni ante el peor de los horrores, los realizadores argentinos se deciden por personajes genuinos, que no temen evidenciar su consternación hasta en el último músculo facial.
El nuevo filme de Jim Sheridan es simplemente mediocre. Las vueltas de tuerca narrativas se incluyen de manera vaga y a destiempo. Otra más del montón.