El poder de la mente
Will Atenton es un prestigioso editor de libros de New York. Tras renunciar a su trabajo para pasar más tiempo con su familia, él y los suyos se instalan en un barrio apartado de las grandes urbes. En pleno proceso de acondicionamiento de la nueva casa, se entera que en ese mismo sitio se cometió un horrible asesinato múltiple, y el responsable posiblemente este merodeando de nuevo el lugar.
Hasta ahí es lo que se debe contar del film para no arruinárselo a nadie, si es que aún no se vio un tráiler que destripa y quita toda sorpresa que podría generar la película.
De todas formas estamos ante un género que a esta altura ya difícilmente logre sorprender. La rama del “suspenso psicológico” parece totalmente estancada, siendo pocos los guionistas y realizadores que se atreven a producir algo nuevo. Cuando esto sucede, se encuentran films muy fallidos o sobresalientes. Por desgracia, este no es el caso, ya que estamos ante una propuesta poco atrevida a la hora de romper moldes.
Con un guión que claramente es el punto más flojo del film, vamos pasando por cada uno de los clichés del subgénero (susto con subidón de música incluido). Y no solo eso: también hay situaciones bastante forzadas que rozan lo ridículo, teniendo el personaje del desaprovechado Elias Koteas. Otro ejemplo del mediocre guión es el amague que se hace en profundizar determinadas historias, pero que luego nunca más se tocan y dejan al espectador bastante descolocado mientras ve el film, como el tanteo de romance entre Watts y Craig.
Si la película se mantiene a flote es principalmente por los actores; si bien ninguno ganara algún premio por esta película, al ser tan versátiles y sólidos en lo que hacen dejan bien parados a sus personajes, sobre todo la siempre bella y rendidora Rachel Weisz, logrando transmitir bastante aire onírico a su alter ego filmico.
Otro punto a favor del film es el trabajo de iluminación a cargo de Caleb Deschanel. Sinceramente no es ninguna maravilla, pero logra transmitir el clima opresivo y hasta claustrofóbico en la residencia de los Atenton, el gélido clima de invierno en el que transcurre toda la película, y sobre todo cuando la historia se centra en el estado mental del personaje de Daniel Craig.
Un film de suspenso bastante fallido, que en ningún momento arriesga a pesar de tener material para hacerlo, pero que no sólo se queda cojo desde el guión, sino que el propio director (recordemos que tuvo 3 nominaciones a los Oscars) tampoco le pone mucha personalidad al film.
Quienes sólo quieran ver una película más sobre “suspenso psicológico”, no se desepecionaran, pero aquellos que busquen algo nuevo o bueno, recordaran a este film como “esa en donde Craig y Weisz se pusieron en pareja”.