Para los cinéfilos empedernidos, esos que coleccionan fotos, biografías, programas de cine, etc, “Detrás de los anteojos blancos” será objeto de culto al abordar cronológica y minuciosamente la vida y obra de la gran Lina Wertmüller.
Más allá de la estructura convencional y esquemática del guión de Valerio Ruiz, la gema, como en otros documentales, sigue siendo la presencia inestimable de la propia Lina Wertmüller contando en primera persona su historia. Desde sus comienzos como asistente de Federico Fellini, a su prolífica carrera como directora empezando por su debut detrás de las cámaras en 1963.
Mechados con una entrevista, y recorrida interesante por su propia casa, están los testimonios de quienes han trabajado con ella en distintos rubros. Ese aporte, valioso también para conocerla como artista y creadora, va armando la leyenda.
Algunos hallazgos, como ir a las locaciones donde filmó y tener una relación lúdica con el montaje entre el pasado y el presente, son algunas de las disfrutables ideas de “Detrás de los anteojos blancos”.
Es cierto que se han hecho otras obras alrededor de la gran directora, pero aquí vemos tal vez lo más abarcador que se puede ser con este retrato. Algunas anécdotas son de colección, pero tal vez se pueda entender que la creadora de “Mimí metalúrgico” (1972), “Pascualino siete bellezas” (1975) y “Camorra” (1985) ha tenido en Federico Fellini la inspiración y apoyo necesarios para confiar en su arte.
Como muestra nos quedan sus propias palabras citadas por Lina: “Se te van a acercar y decir un montón de cosas sobre los planos y la ubicación de la cámara y otro montón de técnica. No los escuches. Vos contá tu historia. Como si se la contases a tus amigos. Si tenes talento como narradora te va a ir bien. Si no lo tenés, no existe técnica en el mundo que pueda salvarte” Tomá. Dos lecciones de cine en una sola película.