Cálido retrato de Lina Wertmüller
Valerio Ruiz consagra este sensible y melancólico film documental a la realizadora de “Pasqualino Sette Bellezze”, “Amor y anarquía”, “Mimí metalúrgico” y otros éxitos del cine de los 70.
Los anteojos de marco blanco parecen reservados para personas de fuerte sentido estético, gran autoestima y firme carácter. Entre nosotros, Victoria Ocampo. En el resto del mundo, Lina Wertmüller. ¿Y qué hay detrás de los lentes de marco blanco de Lina Wertmüller? Una mirada aguda, enorme inteligencia, espíritu bravo y humor ácido, que en su juventud nos brindó tremendas películas altamente grotescas, y ahora nos ofrece historias algo melancólicas de gente animosa. La cabeza también se ha puesto blanca.
Valerio Ruiz le dedica este sensible documental que entremezcla paseos y testimonios. Nadie más indicado que él, que desde hace unos diez años es prácticamente su mano derecha en cine, televisión, teatro y clases para actores, y también ha sido el primer oyente de su libro de memorias, "Tutto a posto e niente in ordine" (Mondadori, 2012). Así es como vemos y escuchamos a Lina por los lugares de Roma, Puglia, Cerdeña, donde vivió y/o filmó, y por las habitaciones de la Palazzina, la casona de campo preciosamente ambientada de su esposo y colaborador Enrico Job, ya fallecido. Y atendemos los comentarios de Sofía Loren, Rita Pavone, Giancarlo Giannini (notable su revelación sobre el montaje del monólogo en "Pasqualino Sette Bellezze"), el maestro Martin Scorsese, el crítico John Simon, que le abrió las puertas de los Estados Unidos, la reticente productora Marina Cicogna, y hasta los hijos, alternando elogios y objeciones, cosa de no caer en la pura hagiografía. Faltaba más, la Wertmüller no es ninguna santa (por suerte).