El relato de una expedición fallida se transforma en cine catártico y poderoso en “Dhaulagiri”, documental que retrata el ascenso de uno de los picos del Himalaya por parte de un cuarteto de argentinos.
Los protagonistas decidieron retratar con sus cámaras aquella escalada en 2008, pero cuando el líder de la expedición, Darío Bracali, desapareció en el tramo entre el último campamento, el proyecto quedó guardado en un cajón hasta que ocho años más tarde, los sobrevivientes decidieron regresar al metraje para sanar las heridas.
Esta personalísima conexión con el material queda reflejada en la construcción del documental, que evita golpes bajos o declamaciones y decide que retratar la pasión, la mística y la camaradería del alpinismo es honrar suficientemente a Bracali y reflejar del modo más visceral, menos discursivo, qué moviliza a los montañistas a la persecución de sus hazañas.
A su vez, la historia de Bracali brinda un anclaje emocional particularmente poderoso a la película, una narrativa que aporta gravedad, de corazón, a un género, el del cine de montaña, que siempre provee de imágenes de devastadora belleza (que abundan en la cinta de Glass y Harbaruk) y pero que pocas veces consigue retratar a la cofradía alpinista más allá de las hazañas.