Emotiva recordación de una hazaña en coherente narración entre dos épocas
Allí, imponente, con sus nieves eternas, se erige la séptima montaña más alta del mundo con sus 8167métros perteneciente al Himalaya y que forma parte de ser uno de los 14 ochomiles del planeta. No es la más popular de la región, pero, no por ello, es ignorada por los escaladores.
Hacer cumbre es muy difícil y exigente. Teniendo esa meta en sus cabezas partieron hacia Nepal, en abril de 2008, un grupo de cuatro amigos argentinos con la intención de filmar la ascensión y realizar un documental para su productora de audiovisuales.
Ellos no eran ningunos improvisados, tenían experiencia y madurez. Encararon el proyecto solos, si auspiciantes, excepto el proveedor de las carpas e indumentaria, y por fuera de algunas de las empresas que tienen guías, médicos, sherpas, etc. El desafío era doble, no implicaba solamente escalar hasta esa altura, sino, hacerlo sin ayuda externa ni oxígeno suplementario, únicamente con esfuerzo y sacrificio físico y mental.
La película co-dirigida por Guillermo Glass y Cristián Harbaruk está realizada en dos épocas, la actual y la del año 2008. La importancia de ir y venir en el tiempo radica en el hecho de que el año pasado se juntaron tres de los integrantes del grupo, que viven en distintas provincias, y concretar la ascensión al volcán Llullaillaco, ubicado en la provincia de Salta, a modo de homenaje al compañero Darío Bracali que no volvió del Himalaya. Es la manera que se le ocurrió a este grupo para cerrar una etapa y poder terminar definitivamente el documental.
Con unas imágenes espectaculares, filmado y narrado por ellos mismos, casi día por día desde la llegada a Nepal hasta el regreso, Nos transmiten las vivencias y las peripecias propias de esta actividad.
El montañismo tiene sus riesgos, cada escalador, siendo novato o veterano, sabe a lo que se enfrenta. Tener la sabiduría de retirarse a tiempo y no ser un necio y terco sino se puede continuar allá en la altura, es una virtud no una deshonra. Pero la pasión, que es una sensación inexplicable e intransferible, es más poderosa que la razón y la precaución, llevó a estos intrépidos compatriotas al techo del mundo para cumplir un sueño que no fue completo, porque no todos pudieron volver de esa expedición. Uno, porque dejó su vida allí, y los otros, porque parte de sus recuerdos y sentimientos quedaron también en la ladera del Dhaulagiri, junto a Darío.