Veinte años y nada.
Dos décadas después de que la Tierra fuera atacada por extraterrestres -con destrucción de la Casa Blanca incluida-, en los EE.UU. se preparan para honrar a sus héroes y rememorar aquella batalla. Muchos de los protagonistas de aquella historia aún están vivos y algunos de ellos quedaron "conectados" con aquella inteligencia foránea, al punto que ahora reciben una señal, una nada buena.
Obviamente el planeta es atacado por alienígenas y, obviamente, la humanidad cuenta con un grupo de hombres y mujeres dispuestos a dar todo para salvarla. Así de obvio todo.
La propuesta del director Rolan Emmerich no ofrece ni la más mínima dosis de suspenso, no genera expectativa alguna, todo es previsible por demás. Y algo peor: aburre.
El gran logro de Emmerich es conseguir un bodrio ejemplar aún cuando en la pantalla no dejan de aparecer disparos luminosos, sonidos apabullantes de todos los lugares que la sala permita y efectos digitales que colman la pantalla con sus colores estridentes y en 3D. Con todo eso, el tipo aburre.
Entonces cabe preguntarse para qué hacer una continuación de una película que, sin ser una obra maestra, al menos resultó en un entretenimiento efectivo. La respuesta está en el final de esta entrega. Y también es obvia.