En 1996 todo era nuevo. A diferencia de Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (1977), los extraterrestres de Día de la Independencia (1996) eran hostiles. Venían a invadir y no sólo eso: nos venían a exterminar. En Encuentros Cercanos del Tercer Tipo les tocamos una melodía con un teclado y ellos nos respondían con otra que la complementaba. Todo era alegría y felicidad. Ninguna ciudad era destruida ni nadie moría en vano. Pero llegó Roland Emmerich y eso cambió: naves gigantes destrozaron el planeta, aniquilaron pueblos, ciudades y culturas, pero dos patriotas (?) apuntaron su pequeña nave a la nodriza y la derribaron con un virus de computadora. Veinte años después las cosas son diferentes. El director de Godzilla, El Día Después de Mañana, 2012, Stargate, Soldado Universal, etc. vuelve a la carga con Día de la Independencia: Contraataque (2016). Claro que el “contraataque” no es de parte nuestra sino de ellos. Luego de ganar la batalla en 1996, Estados Unidos toma la tecnología (porque los otros países no la poseen) adquirida tras la victoria ante los alienígenas para usarla como propia. De esta manera los norteamericanos pudieron construir una base militar en la Luna, ante posibles nuevas amenazas. Obviamente, la nueva amenaza llega y no es como la primera: vienen dispuestos a no perder de nuevo. Atacan con violencia y con una nave mucho más grande que la anterior. Llegan dispuestos a quedarse definitivamente con el planeta. Para enfrentarlos, el hijo del personaje que encarnó Will Smith se une a una elite militar y, junto al -ahora ex- presidente Whitmore (Bill Pullman) y al científico David Levinson (Jeff Goldblum), vuelven a enfrentar a esta raza de aliens exterminadores.
Las escenas de destrucción son tan reales que impresionan. Pero son en Asia y en Europa, no en Estados Unidos. Algo cambió en el paradigma de las películas que contienen catástrofes. En Batman vs. Superman: El Origen de la Justicia (2016) las peleas, a diferencia de su antecesora El Hombre de Acero (2013), transcurren en lugares donde no hay ciudadanos inocentes que matar ni edificios que romper; y en Capitán América: Civil War (2016) este cambio de escenario está blanqueado en el mismo guión (demasiados civiles muertos y ciudades devastadas a causa de las batallas libradas en pos de salvar al mundo). Hoy Día de la Independencia: Contraataque hace lo mismo. Así como en 1996 vimos partirse la Estatua de la Libertad y vimos cómo la nave destrozaba la Casa Blanca, en 2016 la batalla se lleva a cabo en el desierto. Ni un militar muerto. Ni una gota de sangre humana en pantalla. Ni un edificio derribado. Lo dicho: algo cambió.
Y sí, en 1996 todo era nuevo, pero en 2016 ya no. La película no sorprende. Por momentos los discursos de los personajes, sobre todo los del ex presidente Whitmore, parecen sacados de manuales baratos de autoayuda. Al igual que en 1996, los invasores deciden atacar el planeta Tierra un cuatro de julio, día de la independencia de Estados Unidos. Veinte años después hacen lo mismo el mismo día y ya cansa. La idea de que la independencia del mundo entero coincida con la norteamericana molesta.
Otras invasiones alienígenas han tenido los mismos altibajos en el cine. Podemos pensar en la versión de Steven Spielberg de La Guerra de los Mundos (2005): aunque allí no se contaba nada nuevo, al menos el film tenía algunas escenas de suspenso memorables. Pero claro, era Spielberg. Incluso en Día de la Independencia, la escena de la autopsia al extraterrestre es recordada por quien escribe como uno de los sustos más grandes dentro de un cine; la versión de 2016 no tiene ni siquiera eso. Todo lo que se supone que tiene que ocurrir, ocurre. Todo lo que se supone que los personajes deben decir, lo dicen. Todo lo que “el chico” (Liam Hemsworth) debe hacer, lo hace. Nada sorprende. Nada es nuevo. Por suerte, el género “extraterrestres” ofrece otras cosas. El sólo pensar en la excelente, oscura y por sobre todas las cosas perturbadora Los Elegidos (Dark Skies, 2013), hace que se pongan de punta los pelitos de la nuca y un frío desagradable recorra la espalda. Nada de eso sucede en Día de la Independencia: Contraataque, más bien todo lo contrario.