Día de la Independencia: Contraataque

Crítica de Ayelén Turzi - La cuarta pared

Hay películas a las que el paso del tiempo les cambia completamente el sentido: si en 1996 Día de la Independencia había surgido como la renovación del cine catástrofe y el ascenso de la figura del director Roland Emmerich como nuevo mesías del género, con los años se volvió una película llena de guiños bizarros, con un patriotismo que causa gracia y un verosímil completamente vapuleado. En ese contexto, 20 años después, sale a la cancha Dia de la Independencia: Contraataque, y nuestra duda era de qué lado se iba a plantar: ¿sería una cinta casi paródica y autoreferencial a su predecesora, o realmente vendría a tomarse la invasión alienígena en serio?
Aprovechando que el reparto completo de la cinta original quería participar, menos Will Smith, abocado de lleno a Suicide Squad, los guionistas Nicolas Wright, James A. Woods, Dean Devlin, Roland Emmerich y James Vanderbilt ("muchas manos en un plato hacen garabato") decidieron hacer una historia a lo obrita teatral de jardín de infantes, donde todos tuvieran su aparición, independientemente o no de que cada personaje aporte a la estructura general de la cinta. Por ejemplo, sin repetir y sin spoilear, tenemos a Jasmine Hiller, interpretada por Vivica Fox, quien ya no es una bailarina exótica sino que trabaja en un hospital (no queda bien en claro si es médica, asistente, enfermera, pero lo importante es que su vida se encaminó). Luego, el doctor Braskin Okun (Brent Spiner), quien no solo despierta de un coma al acercarse los aliens a la Tierra y "conectar" con él de cierto modo, sino que además sale del clóset y grita a los cuatro vientos que se daban con el Dr. Isaacs (John Storey). Y así, todos los personajes. A lo Niño "Yo no fui", dan un paso al frente, hacen su gracia, y que la historia (llena de baches e inconexiones) avance.
Los personajes nuevos tampoco aportan mucho fuera de esta lógica. El único rescatable de todo el cast es Bill Pullman: el tipo nació para ser el presidente de los EE.UU. que da discursos motivadores. Incluso, emociona. Y ni hablar lo churro que se puso en estos veinte años.
Respecto a la trama general que se intenta esbozar, la película arranca contextualizando que, después de la primera invasión, la humanidad está unida y en paz. Y parte de esa unión se manifiesta en el avance de la tecnología, que incluye naves menemistas que permiten ir y volver de la luna en pocas horas. La idea es genial... lástima que nunca se explica nada y, ya de entrada, la cinta te desorienta: ¿dónde están ahora? ¿Y cómo ya llegaron? Pará, ¿pero cuánto tiempo tardan? Igual, ojo, quizás el problema de esta desorientación espacial sea pensarla. Claramente ésta es una película para dejar la neurona afuera de la sala.
Resulta, entonces, que la nave a la que se había vencido era solamente una exploradora, y la nave nodriza real llega ahora. Con una mezcla de pilotos adolescentes cancheros; acciones que avanzan mediante líneas de diálogo, principalmente a cargo de Jeff Goldblum advirtiéndole a todos que va a haber quilombo y que mejor no hagan tal o cual cosa, pero los tipos lo hacen igual; un micro lleno de escolares en peligro; una pseudo resistencia de negros; un contador judío y hasta un perrito que hay que salvar a último momento (¡de vuelta!), la película completa dos insulsas horas de duración.

VEREDICTO: 5.00 - TIBIA

Al comienzo nos preguntábamos si Día de la Independencia: Contraataque venía en serio o se tomaría en broma, y sucede lo peor: se queda a mitad de camino de ambas. Ojalá el paso del tiempo la desgaste y se convierta en una de esas cintas que, de tan mala, es buena. ¿Lo peor de todo? Abre la puerta para una trilogía. Sip, otra más.