La Tierra, otra vez en peligro
Día de la Independencia fue hace exactamente dos décadas un formidable éxito comercial y, con el tiempo, se convirtió incluso en una película de culto dentro del género catástrofe. Atacada por aspectos ideológicos (un patriotismo exacerbado), por su pirotecnia visual, narrativa y discursiva (se la definió como uno de los máximos exponentes del "cine chatarra") y por su banalidad e inocencia, el "tanque" del alemán Roland Emmerich resistió ése y otros cuestionamientos para transformarse con el tiempo en uno de los títulos con más repeticiones (y visualizaciones) en la televisión por cable y otras plataformas.
Veinte años han pasado y en un nuevo 4 de Julio el planeta estará otra vez en peligro ante un ataque extraterrestre. Ya no veremos a Will Smith (aunque aparece su hijo, interpretado por Jessie Usher), otros "históricos" de la saga reaparecen (Jeff Goldblum, Bill Pullman, Vivica A. Fox), se suman nuevos héroes (como el galán rebelde que hace Liam Hemsworth) y se incorporan intérpretes asiáticos (Angelababy, Chin Han), franceses (Charlotte Gainsbourg) y de otros orígenes para asegurar el mayor alcance internacional posible de la franquicia. El marketing ante todo.
Día de la Independencia: Contraataque cumple, para bien o para mal, con las expectativas: los cultores de este tipo de películas disfrutarán de un festival de secuencias espectaculares con un festival de efectos visuales diseñado por una decena de compañías, por ejemplo Weta y Digital Domain, así como de unos cuantos gags tan infantiles como eficaces; en cambio, sus detractores se indignarán frente a las inconsistencias, ridiculeces e inverosimilitudes de una trama siempre ampulosa, recargada y, si se quiere, efímera.
Emmerich aprendió de ciertos errores o excesos (hay menos discursos aleccionadores con exaltación de valores) y en líneas generales logra sostener el interés del relato con un correcto uso del montaje paralelo entre las distintas líneas narrativas. Como a Transformers u otras sagas de semejantes dimensiones, a esta segunda entrega de Día de la Independencia no se le puede exigir demasiada coherencia, sutilezas ni matices. Es un monstruo grande y pisa fuerte. Ya se sabe: tómelo o déjelo.