Alimenta tus placeres culposos
Placeres culposos. Hay una cierta gama de películas que pertenecen al grupo que engloban estas dos palabras. Son esas obras que de tan malas o mediocres, o que a veces tienen tramas irrisorias o inentendibles, con el tiempo terminan de alguna manera “gustándonos”. Esos filmes que nos encontramos en el cable años después y no podemos dejar de mirarlos y nos sacan una sonrisa. Quedan en nuestros corazones y pasan a la categoría de clásicos. Un poco de eso pasó con “Día de la Independencia” (Independence Day, 1996) porque, digamos la verdad, ganar la batalla contra una civilización alienígena avanzada usando un diskette con un virus pide mucho de nosotros los espectadores. Pero, por supuesto, el plus que tiene esa gran obra –placeres culposos dijimos– es que el director alemán Roland Emmerich había vuelto a poner sobre el tapete un género que había tenido su momento de gloria décadas atrás: el cine catástrofe. El largometraje se convirtió en el mejor exponente de ese cine en esa década y el realizador, en un experto en la materia. Siguió por esta senda regalándonos cosas como “Godzilla” (1998), “El día después de mañana” (The Day After Tomorrow, 2004) o 2012 (2009). No sorprende entonces que llegue esta secuela llamada “Día de la Independencia: Contraataque” (Independence Day: Resurgence, 2006) porque, por un lado, reivindica a su antecesora (hoy convertida en un clásico cumpliendo dos décadas), sigue haciendo cine catástrofe (unos de los muy pocos; a nivel mainstream seguramente el único) y también porque le dieron casi el triple de presupuesto que en la primera (200 millones de dólares contra 75, claro que la original fue la que más recaudó en 1996: $817.400.000).
Después de la terrible batalla contra los extraterrestres, los humanos han tenido veinte años para llorar a sus muertos, pero también para prepararse ante un posible nuevo ataque. Los países dejaron sus diferencias de lado y han logrado trabajar en conjunto para elaborar un programa de defensa utilizando tecnología alienígena que quedó en la Tierra. Con esto pudieron desarrollar nuevas armas, aviones, armamento e instalar fortificaciones militares de avanzada en la Luna, en otros planetas y en el Aérea 51. Pero parece que nada de esto puede llegar a servirles cuando, nuevamente en un nuevo 4 de julio, una fuerza alienígena sin precedentes llegue a terminar el trabajo inconcluso. ¿Podrán repelerlos esta vez?
Jeff Goldblum (David Levinson), Bill Pullman (Thomas J. Whitmore), Judd Hirsch (Julius Levinson), Vivica A. Fox (Jasmine Dubrow-Hiller) y Brent Spiner (Dr. Brackish Okun) son los únicos sobrevivientes del elenco anterior (por si se lo preguntan, Will Smith pidió demasiado dinero y le bajaron el pulgar). Y con la incorporación de Liam Hemsworth, Maika Monroe y Jessie T. Usher es más que suficiente para esta primera secuela en la carrera de Roland Emmerich. Es que acá lo más importante y lo que destaca es la mano del realizador para hacer la película: conoce perfectamente el género, sabe lo que quiere contar, cómo hacerlo, con qué actores cuenta (incluso hace que Hemsworth parezca un buen actor) y no quiere vender algo que no es. Eso hace que maneje con maestría todo el largometraje y moldee esta obra pochoclera a su antojo. Roland sabe que no va a ganar el Oscar ni tampoco pretende que nosotros lo creamos. Es honesto con lo que nos brinda y eso ya lo destaca entre tanto pretencioso que anda dando vueltas.
Lo único que podemos decir de una obra tan difícil de clasificar es que hay que ir a verla sólo por un motivo: “placeres culposos”. Ya lo dijimos...