No se que opinará la mayoría, pero todos tenemos recuerdos de Independence Day. El mío era verla cada vez que la pasaban por Canal 11 y quedarme embobado mientras una flota alienígena se preparaba para atacar a la Tierra en ciertos puntos específicos del globo terráqueo, que de coincidencia enfocaba toda su fuerza en una Estados Unidos celebrando su 4 de Julio. Y todos ya sabemos cómo son los norteamericanos: no le toquen su fecha patria. Para nosotros y para los personajes de Independence Day: Resurgence han pasado veinte años, pero para la raza de otro mundo ha pasado relativamente poco tiempo y vuelve a la carga para terminar lo que sus compañeros empezaron. ¿Suena interesante, no? Pues eso es lo que ni más ni menos representa esta entretenida secuela que se tomó su tiempo en llegar, pero que ofrece balde tras balde de palomitas cinematográficas para aquél bravo espectador que sepa a lo que le está haciendo frente.
Tanto como hace Michael Bay, el destructor de mundos Roland Emmerich trabaja en otra frecuencia, la justa para aquellos que disfrutamos de ver cómo el futuro se va al garete, pasmados por cómo han avanzado los efectos técnicos con cada nueva generación. Atrás quedaron el recuerdo de un Will Smith en su juvenil gloria y los efectos prácticos que tan bien se han conservado, contando las dos décadas que ya se carga en sus hombros. Ahora la mayoría de la pantalla está ocupada por efectos digitales y un trío joven de protagonistas que cargan el peso de la trama de acá a una futura, y muy posible, tercera parte. ¿Hay que buscarle la quinta pata al gato, si la trama nos presenta al personaje de Vivica A. Fox, la esposa stripper de Smith en la primera parte, convertida ahora en una enfermera/médica? La verdad es que no y es el tipo de detalles que marcan el tono irreverente y lúdico de una película que tiene su propia percepción del mundo. Es puro entretenimiento de los '90, trasladado al del nuevo siglo.
Y como los tiempos nuevos que corren tienen una particular noción del tiempo y el foco de atención del público es cada vez menor, Resurgence se siente recortada, tocando suelo en la vida de los personajes que ya todos conocemos y amamos para arrojarlos al medio del fuego casi inmediatamente. Independence Day era larga, duraba dos horas y media, y el suspenso crecía a medida que las naves se posicionaban en todo el mundo y quedaban latentes, sin vida, hasta activarse. La secuela no tiene tiempo para crear suspense. Después de todo ya sabemos por qué están acá y se arroja a la acción casi de inmediato, aunque tiene la información justa y necesaria, cortesía del científico David del invaluable Jeff Goldblum y la doctora Marceaux de Charlotte Gainsbourg, que genera curiosidad al estar frente a un blockbuster siendo tan abonada a películas menos comerciales. El lado joven lo cubren Dylan (Jessie Usher), el hijo del personaje de Will Smith en la primera parte, la hija del ex-presidente Whitmore -la ascendente Maika Monroe- y uno de los hermanos Hemsworth, Liam, porque el apellido es sinónimo de cine estruendoso acá y en la China. ¿Quieren más? No podía faltar Bill Pullman, ahora más libre de responsabilidades pero aún con ansias de salvar al planeta de nuevo, y el regreso del doctor Okun de Brent Spiner, que se presumía muerto pero sólo estaba en un coma prolongado.
Con el plato servido, resta disfrutar de casi dos horas de efectos especiales variados. Quizás hay alguna que otra incomodidad con la avanzada tecnología extraterrestre en la Tierra, lo cual le da a la película un costado mucho más sci-fi por decirlo de alguna manera, pero a la hora de romper todo, Emmerich sigue siendo el maestro. El desembarco alienígena y la destrucción son imponentes y merecen la pena verlos en la pantalla más grande que se pueda. El ensimismamiento que logra el director es tanto que, por un momento, uno se olvida que Smith no quiso volver a la secuela, y esa gran carencia es suplida con combates aéreos a montones, tecnología alien de punta y una creciente subida de humor que demuestra que no estamos ante un agitamiento de bandera patriótico como la vez pasada, sino que es un poco de eso, de homenaje masturbatorio, y al mismo tiempo una franca parodia de todo el legado que la película original generó en veinte años.
Con leer el título Independence Day: Resurgence, uno como espectador ya sabe lo que se va a encontrar, y es injusto pedirle un complejo drama sobre una posible colonización extraterrestre. Para eso ya hay series que cubren esa cuota. Están frente a un producto Emmerich, que entretiene y luego permite una vuelta de página sencilla y directa. Simplemente recuéstense en la butaca, disfruten, y hagan como si fuera de nuevo un sábado a la tarde sintonizando Canal 11.